Chetos que dicen "pija".
Si, académicamente hablando es incorrecto dar este tipo de análisis (subjetivo), pero este es un caso especial. Y disculpen si les parece crudo el título del artículo.
Cuando me dispuse a ver Las viudas de los jueves fui con un mar de críticas negativas en la mochila: que roza el telefilm; que es plana; que esto y que lo otro...
Debo decir, orgullosamente, que recibí una grata sorpresa al ver esta película dirigida por Marcelo Piñeyro, ya que me encontré con un film interesante, seco, llamativo y conciso. Por momentos se me hacía estar viendo una obra francesa, por otros, un bodrio con intentos de drama oscuro, y así variando la perspectiva hasta conformar como punto de vista final una aceptación satisfactoria.
Principalmente en un contexto dramático, la trama -- con un elenco de lujo -- va tomando forma de una manera muy lenta y poco palpable, siendo que los mundillos de cada uno de los personajes ameritaba un tratado más profundo. Las interpretaciones de Leo Sbaraglia como Ronnie, Juan Diego Botto como el esquisofrénico Gustavo, y Ana Calentano como Teresa, la esposa del Tano (Pablo Echarri), son de lo más logrado actoralmente, mientras que Juana Viale está impresentable a comparación de lo que su personaje pretendía -- el difícil camino de una mujer que debe optar entre abandonar a su marido y ser feliz, o acompañarlo durante su "proceso" --, el mencionado Echarri mantiene el mismo perfil de siempre, y Gloria Carrá se quedó en Patito Feo (para los extranjeros, una patética telenovela infantíl argentina).
Sin duda el elenco le da vida a esta película tan difícil de digerir. Es como esos postres secos que no pasan sin una buena bebida que acompañe; los actores serían la bebida. Pero entrando más a lo que es Las viudas... me quedé con ese intento (para mí, logrado) de mostrar la crisis del 2001 desde el costado burgués, esa clase que supuestamente ni notó la debacle económica de la época de Fernando De La Rúa. Aquí encontrarán avaricia, egoísmo, falsedad, algo de autoadulación (muy propia del argentino de barrio devenido en poderoso, cuando la ignorancia y la calle superan al adinerado empresario) -- muy bien representada por Echarri, cabe destacar -- y principalmente esa gran brecha generacional que dividió los dos mundos (y lo sigue haciendo) para instaurar ese pensamiento de que el de la villa tiene todo lo malo y el paqueto tiene el paraíso ganado por "completar los bolsillos".
De todos modos, estos chetos no convencen demasiado, más allá de que canten el feliz cumpleaños en inglés o de que tengan latiguillos muy irritantes -- como "Anyway, nos vemos", por ejemplo. Dicen "pija", "me calienta", mean en los arbustos y juegan al poker fumando cigarrillos (con la excepción del dandismo tan común en Echarri y su humeante habano), por lo tanto no termina de cerrar el concepto de lo careta, cheto, burgués pedante y todo eso que tanto quiere exponer Piñeyro entre tanta 4x4, cancha de tennis y complejo de "2000 metros" (¿?).
No obstante, la idea principal está bien realizada, con una trama que -- a pesar de los tediosos 122 minutos de metraje -- atrapa, convence y despierta irritación, mas nunca un dejo de emoción o representación con alguno de los protagonistas, tan planos y chatos que uno ya no sabe si es a propósito para mostrar la frialdad de estos devotos del dinero. Y si esto último es así, estamos ante una genialidad por parte del elenco y la gente de casting.
Las reflexiones del Tano son inteligentes, precisas y calculadoras; la escena del dobles de tennis es la mejor, lejos, por todo lo que despierta en el anodino personaje de Viale, que no tuvo que actuar mucho para personificar a Carla, ya que en la vida real forma parte de esa burbúja a la que hace alusión esta historia basada en la novela de Claudia Piñeiro; los ataques demenciales de Botto son excelentes; los simbolismos manejados (el agua como escena de muerte para purificación, la mentira de la violación por parte de "los de la villa" para tapar las miserias propias, la "rara inteligencia" de Juan -- un muy correcto Camilo Cuello Vitale --, y la concepción de muerte que se expone constantemente) son exquisitos; y la atmósfera creada gracias a los recurrentes flashbacks, le dan a este film el rótulo de "interesante" y/o "aceptable".
Dos cosas rescato de mi experiencia con Las viudas de los jueves:
a) Nunca más me creo lo que los trailers y las sinopsis quieren vender (ya me pasó con AntiChrist o cualquiera de los bodrios cinematográficos de Harry Potter).
b) Voy a dejar de creerle tanto a los "críticos" que se la dan de académicos, con sus reseñas que al releer probablemente ni ellos entiendan, y me dedicaré más a la experiencia propia con cada film.
En cuanto a la película en sí, no es para ver en un cine, sino para alquilarla y verla (analizarla) cómodamente recostado en el sofá/cama/colchón/lo-que-sea.
Si, académicamente hablando es incorrecto dar este tipo de análisis (subjetivo), pero este es un caso especial. Y disculpen si les parece crudo el título del artículo.
Cuando me dispuse a ver Las viudas de los jueves fui con un mar de críticas negativas en la mochila: que roza el telefilm; que es plana; que esto y que lo otro...
Debo decir, orgullosamente, que recibí una grata sorpresa al ver esta película dirigida por Marcelo Piñeyro, ya que me encontré con un film interesante, seco, llamativo y conciso. Por momentos se me hacía estar viendo una obra francesa, por otros, un bodrio con intentos de drama oscuro, y así variando la perspectiva hasta conformar como punto de vista final una aceptación satisfactoria.
La historia transcurre en el micro universo de un country porteño, donde la clase alta vive su monótona vida de riqueza, paraíso y falsedad, totalmente (aunque no tan) ajena a la crisis económica a punto de estallar en la Argentina del 2001, separada del mundo por su extrema vigilancia y sus enormes vallados.
Al contrario de lo que venden las engañosas sinopsis y los trailers, la película no es una criminalística, thriller, ni nada por el estilo, sino la reconstrucción de una serie de sucesos que desencadenaron el componente central expuesto desde el comienzo (con toda la carne al asador por parte del director de Tango Feroz): tres cadáveres flotando en una de las piscinas climatizadas del barrio.
Al contrario de lo que venden las engañosas sinopsis y los trailers, la película no es una criminalística, thriller, ni nada por el estilo, sino la reconstrucción de una serie de sucesos que desencadenaron el componente central expuesto desde el comienzo (con toda la carne al asador por parte del director de Tango Feroz): tres cadáveres flotando en una de las piscinas climatizadas del barrio.
Principalmente en un contexto dramático, la trama -- con un elenco de lujo -- va tomando forma de una manera muy lenta y poco palpable, siendo que los mundillos de cada uno de los personajes ameritaba un tratado más profundo. Las interpretaciones de Leo Sbaraglia como Ronnie, Juan Diego Botto como el esquisofrénico Gustavo, y Ana Calentano como Teresa, la esposa del Tano (Pablo Echarri), son de lo más logrado actoralmente, mientras que Juana Viale está impresentable a comparación de lo que su personaje pretendía -- el difícil camino de una mujer que debe optar entre abandonar a su marido y ser feliz, o acompañarlo durante su "proceso" --, el mencionado Echarri mantiene el mismo perfil de siempre, y Gloria Carrá se quedó en Patito Feo (para los extranjeros, una patética telenovela infantíl argentina).
Sin duda el elenco le da vida a esta película tan difícil de digerir. Es como esos postres secos que no pasan sin una buena bebida que acompañe; los actores serían la bebida. Pero entrando más a lo que es Las viudas... me quedé con ese intento (para mí, logrado) de mostrar la crisis del 2001 desde el costado burgués, esa clase que supuestamente ni notó la debacle económica de la época de Fernando De La Rúa. Aquí encontrarán avaricia, egoísmo, falsedad, algo de autoadulación (muy propia del argentino de barrio devenido en poderoso, cuando la ignorancia y la calle superan al adinerado empresario) -- muy bien representada por Echarri, cabe destacar -- y principalmente esa gran brecha generacional que dividió los dos mundos (y lo sigue haciendo) para instaurar ese pensamiento de que el de la villa tiene todo lo malo y el paqueto tiene el paraíso ganado por "completar los bolsillos".
De todos modos, estos chetos no convencen demasiado, más allá de que canten el feliz cumpleaños en inglés o de que tengan latiguillos muy irritantes -- como "Anyway, nos vemos", por ejemplo. Dicen "pija", "me calienta", mean en los arbustos y juegan al poker fumando cigarrillos (con la excepción del dandismo tan común en Echarri y su humeante habano), por lo tanto no termina de cerrar el concepto de lo careta, cheto, burgués pedante y todo eso que tanto quiere exponer Piñeyro entre tanta 4x4, cancha de tennis y complejo de "2000 metros" (¿?).
No obstante, la idea principal está bien realizada, con una trama que -- a pesar de los tediosos 122 minutos de metraje -- atrapa, convence y despierta irritación, mas nunca un dejo de emoción o representación con alguno de los protagonistas, tan planos y chatos que uno ya no sabe si es a propósito para mostrar la frialdad de estos devotos del dinero. Y si esto último es así, estamos ante una genialidad por parte del elenco y la gente de casting.
Las reflexiones del Tano son inteligentes, precisas y calculadoras; la escena del dobles de tennis es la mejor, lejos, por todo lo que despierta en el anodino personaje de Viale, que no tuvo que actuar mucho para personificar a Carla, ya que en la vida real forma parte de esa burbúja a la que hace alusión esta historia basada en la novela de Claudia Piñeiro; los ataques demenciales de Botto son excelentes; los simbolismos manejados (el agua como escena de muerte para purificación, la mentira de la violación por parte de "los de la villa" para tapar las miserias propias, la "rara inteligencia" de Juan -- un muy correcto Camilo Cuello Vitale --, y la concepción de muerte que se expone constantemente) son exquisitos; y la atmósfera creada gracias a los recurrentes flashbacks, le dan a este film el rótulo de "interesante" y/o "aceptable".
Dos cosas rescato de mi experiencia con Las viudas de los jueves:
a) Nunca más me creo lo que los trailers y las sinopsis quieren vender (ya me pasó con AntiChrist o cualquiera de los bodrios cinematográficos de Harry Potter).
b) Voy a dejar de creerle tanto a los "críticos" que se la dan de académicos, con sus reseñas que al releer probablemente ni ellos entiendan, y me dedicaré más a la experiencia propia con cada film.
En cuanto a la película en sí, no es para ver en un cine, sino para alquilarla y verla (analizarla) cómodamente recostado en el sofá/cama/colchón/lo-que-sea.
Calificación (del 1 al 10): 6