Mi documental "A Fanatic By Choice"

sábado, 11 de enero de 2014

The Secret Life of Walter Mitty


Título: The Secret Life of Walter Mitty
Dirección: Ben Stiller
Guión: Steve Conrad, James Thurber (cuento corto)
Género: Aventura, Comedia, Drama
Duración: 114 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Ben Stiller, Kristen Wiig, Sean Penn, Shriley MacLaine, Adam Scott, Patton Oswald, etc


La imaginación como mapa


Tuvimos que esperar cinco años, desde la genial Tropic Thunder (2008), para volver a saber de Ben Stiller detrás de una cámara. Y valió la espera. El creador de Zoolander (2001) vuelve con una película que está completamente por fuera de su impronta habitual, con mucho más cuidado de la imagen y otros aspectos más artísticos que narrativos, siendo más cuidadoso con dónde plantar la cámara antes que cuándo colocar el gag perfecto.

Aunque no sea lo más notable, Stiller es un laburante incansable del drama. Sus películas, si bien la mayoría cómicas, son en realidad retratos de seres muy dispares que, escondidos en la caricatura y la sátira social, tienen algo que gritarle al mundo porque necesitan ser comprendidos. Y allí está él siempre poniéndole la cara a esos personajes. Sin contar sus dos primeras películas de mediados de los 90, Reality Bites (acá bien titulada Generación X) y The Cable Guy (esa en que Jim Carrey se luce cantando Somebody to Love de los Jefferson Airplane), Stiller siempre protagonizó papeles de hombres venidos a menos que necesitan un empujón para salir adelante y dar un giro de 180º a sus vidas: El actor exitoso pero con pocas luces, Tugg Speedman, y el memorable modelo descerebrado Derek Zoolander, ambos tipos que supieron ver la cumbre de la montaña y ahora se encuentran cuesta abajo, pero encuentran la forma de alcanzar el pico una vez más gracias a quienes los rodean.

Pero ahora, con todo lo excelente que es, eso queda atrás y Stiller opta por dar vuelta la fórmula, adaptando a nuestros tiempos un cuento de James Thurber ya llevado al cine en 1947, con un tono muy particular tirado más a un ritmo cadencioso, dándole lugar a las imágenes de paisajes bellísimamente fotografiados y una banda sonora simplemente brillante por parte del talentoso José González (aunque todos los aplausos se los lleva la canción de Of Monsters and Men, Dirty Paws).

En la película conocemos a Walter Mitty, un tipo gris e insípido que nunca se salió de los estándares, pero experimenta pequeños momentos de abstracción en los que se deja llevar por la fantasía e imagina situaciones exageradas donde es directamente otra persona que hace todo lo que a él le gustaría hacer. Psicología aparte, el protagonista se encuentra con una dificultad laboral que lo pone a prueba y obliga a salir a enfrentar la situación, no sólo para asombrar a su nueva compañera de trabajo (una Kristine Wiig bellísimamente filmada por Stiller) sino también para asombrarse a sí mismo, en un viaje interno que lo lleva a su juventud y lo conecta de a poco con las cosas que realmente quiere.

En The Secret Life…, además de la fotografía y la música, se destaca un reparto muy variado y plagado de pesos-pesado: Shirley MacLaine, que hace un papel adorable como la madre de Walter, y Sean Pean, que tiene una escena particular donde pone el listón muy alto para la emotividad en el desenlace. Ambos personajes, que nunca comparten pantalla pero de alguna forma que no diremos están conectados, son bisagra para que la historia en general funcione y genere la emoción que genera.

Quizás un poco tirado a la sensiblería, pero siempre medido y resguardado en un gran logro artístico con la cámara, Stiller cuenta una historia de superación más en su carrera, pero esta vez de forma inusual y sin necesidad de poner en pantalla a un personaje con un ego desmesurado y pretender que el público se parta de risa. Al contrario, esta vez hace tan normal al personaje que es imposible que en algún momento de la trama no nos identifiquemos con Walter o con alguna de sus fantasías, así como también esos extraños mensajes que se imprimen en los lugares más insólitos, ya sea para sacarnos de la mente del siempre presente protagonista o para dejarnos alguna enseñanza de esas que sólo el buen cine sabe dar.

La Vie d'Adèle


Título: La Vie d'Adèle
Dirección: Abdellatif Kechiche
Guión: Abdellatif Kechiche, Ghalia Lacroix y Julie Maroh (novela gráfica)
Género: Drama, Romance
Duración: 179 minutos
Orígen: Francia, Bélgica, España
Año: 2013
Reparto: Léa Seydoux, Adèle Exarchopoulos, Salim Kechiouche, etc

"El orgasmo precede la esencia"


La Vie d’Adele – Chapitres 1 et 2 es, claramente, la película más polémica del 2013. Pero, ¿por qué dejar que la polémica pase por encima del arte que derrama en cada fotograma esta gran obra de Abdellatif Kechiche? Los que quieran hablar de las escenas de sexo explícito, que lo hagan. Los que quieran hablar de cómo el director exprimió a sus actrices hasta el hartazgo y el desgano en el rodaje, o los entredichos en cuanto medio aparecieron, adelante. Allá ellos y su corta visión para recordar una película pura, directa y contundente. Los demás tendremos en nuestra memoria una de las películas románticas más tiernas, conmovedoras y realistas que ha dado el séptimo arte en los últimos años.

Kechiche se apropia de la novela gráfica de Julie Maroh, El azul es un color cálido, para dar su propia visión no sólo de lo femenino, sino del arte en general. El guión está excelentemente bien cuidado, y la historia está tan bien contada que no le sobra ninguno de sus casi 175 minutos de duración (sí, casi 3 horas). En ese espacio temporal tenemos trazada la evolución de un personaje impactante, personificado por la bellísima y talentosa Adele Exarchopoulos, que hace un trabajo descomunal a lo largo de toda la película… su película. Porque, si bien Lea Seydoux también brilla con luz propia (¡la escena de su aparición en el bar es increíble!), Adele se lleva todos los elogios por sostener un papel muy complicado, con muchos picos dramáticos y mucha exigencia física. Pero en fin, eso es la vida misma, por eso Kechiche le cambió el título a la historia y la resignificó en esta obra tan profunda.

Para no extenderse más, simplemente cabe destacar uno de los tantos momentos geniales que tiene la película, plagada de escenas simbólicas, que sirven como explicación o contestación a aquellos –incluyendo a la autora de la novela original- que denuncian que el film tiene una “mirada masculina” y está dirigida al público masculino. En una escena en particular, en la que Emma (Seydoux) ofrece una fiesta para celebrar una exposición con sus amigos, mientras Adele atiende a todos con una delicadeza y dedicación loables, se abre la discusión sobre la diferencia entre el placer masculino y el femenino. Allí, uno de los personajes, el único varón entre un pequeño círculo de mujeres, sostiene que estas experimentan mucho más los placeres de la vida, sobre todo el orgasmo, siendo el de los hombres limitado y el de las mujeres místico. Kechiche justifica su adaptación brillantemente, hablando a través de este pasaje del guión:
En la medida que soy un hombre, todo lo que miro es frustrante, por los límites de la sexualidad masculina,” dice el personaje mientras sus amigas alrededor devoran el spaghetti, incluso quitándoselo a él de su plato. “Desde que las mujeres son pintadas en los cuadros se ve su éxtasis más que el del hombre, que muestra el suyo a través de la mujer. Vemos a las mujeres bañarse, las vemos…” y es interrumpido por una amiga que dice “L’origine du monde” (El origen del mundo), casi en un gemido mientras chupa la salsa que se derramó en la mano. “Los hombres intentan mostrarlo desesperadamente, lo que significa que lo vieron” continúa el personaje, casi indiferente. Las amigas a su alrededor, todavía sumidas en su cena, cotejan la idea de que quizás los hombres imaginaron, desearon o apenas fantasearon con eso, a lo que el artista finalmente concluye: “Miren en sus ojos esa mirada a otro mundo. El arte de las mujeres nunca refleja el placer de las mujeres.”

En resumen, cada uno de los planos y las escenas de La Vie d’Adele no pudieron haber sido filmadas mejor que como fueron hechas. Kechiche es un genio, y Adele su musa.


Cycle 3D


Título: Cycle
Dirección: Zoltan Sóstai
Guión: Ivo Marloh, Zoltan Sostai, Sándor Szalma, János Váradi
Género: Animación, Misterio, Ciencia Ficción
Duración: 78 minutos
Orígen: Hungría
Año: 2013

Ajenos a la aventura incesante


A veces leemos algunas críticas que definen de forma categórica qué es cine y qué no, o cuándo una película “tiene cine”. ¿Qué es eso? Quizás ni los que escriben entienden las dimensiones de semejante aseveración. En el caso de El Ciclo Infinito 3D, nos encontramos ante la exasperante e incómoda situación de tener que determinar esto. ¿Esta película tiene cine? ¿Es cine? En fin, una pavada, que dejaría completamente de lado lo sustancioso que puede llegar a ser el análisis en capas que propone este film de animación dirigido por el tipo con el nombre más cool de la industria: Zoltan Sóstai. Este realizador húngaro formado dentro del ambiente de los videojuegos debuta en el cine con esta ópera prima estrafalaria y sofocante, así como intensa pero soporífera.

La ambigüedad a la hora de determinar si lo que tenemos en frente es algo que excede nuestra capacidad de asombro y nuestra paciencia o simplemente es una de las estupideces más grandes jamás hechas, no debe asustarlo, estimado lector. A todos nos pasa. De hecho, al llegar a la mitad de la película es difícil no pensar que uno está ante una pesadilla espantosa de la que no puede salir a menos que se quite los anteojos para el 3D y salga corriendo, atropellando a los demás que intentan abandonar también la sala. Si esta exagerada reacción es positiva o negativa, queda a criterio de cada uno. Convengamos que no cualquiera logra eso.

Así de mala es la película. ¿O no? ¿O tal vez es un ejercicio experimental de imagen y sonido que propone alejarnos de lo que habitualmente propone el cine de animación en cuanto a estética y narrativa? Ahí vamos con ese esquivo y pretensioso interrogante de nuevo. Lo cierto es que estrictamente desde el lenguaje, El Ciclo Infinito tiene poco cine porque el montaje, casi en su totalidad en plano-secuencia, y el punto de vista desde el que se narra, no ayudan mucho a decir lo contrario.

Nota para los cineastas que se inicien en el rubro: animación + 3D + cámara en mano frenética = mareo total. No-lo-hagan. Es horrible e imposible de ver. Si a eso se les ocurre agregar una banda sonora insufrible con techno y sonidos del Atari, tienen un combo insostenible que obliga a cerrar los ojos porque todo ya es demasiado (malo).

Ahora, resaltando lo bueno, porque lo tiene, El Ciclo Infinito posee momentos en donde la profundidad de campo realmente se disfruta, demostrando que el director quizás en un futuro pueda intentar filmar buenos thrillers desde lo estético. Hay momentos en donde la cámara nos permite perseguir al protagonista dentro de ese enigma que lo rodea, con personajes distantes y misteriosos, con un clima bien logrado a pesar de lo delirante que se puede tornar todo.

A pesar de eso, en este caso se queda corto porque el surrealismo no queda bien con la temática que se propone. Y a su vez también por momentos se intenta un grado de realismo que escapa a lo que brinda la animación y la propuesta inicial (los humanos tienen unas caras con “gráficos” -digamos- de video-juego de fines de los 90) y, desde lo técnico, no hay un buen trabajo de sonido con los diálogos. Eso sí, la película no es mentirosa: realmente es un ciclo interminable, donde, si se uniera el final con el comienzo, tendríamos a la historia sucediendo una y otra vez hasta el fin de los tiempos (sólo que con el mismo pobre resultado).

En definitiva, no es por ser básico, pero somos partícipes de una historia gélida, repetitiva (de ahí el título, como habrá notado), e interminable. Es como si estuviésemos ante un video-juego que puede llegar a ser atractivo, por lo intenso, pero Zoltan Sóstai no nos deja jugar porque no larga el joystick y le divierte repetir el nivel todo el tiempo.

Pawn Shop Chronicles

Título: Pawn Shop Chronicles
Dirección: Wayne Kramer
Guión: Adam Minarovich
Género: Comedia, Crimen, Drama
Duración: 112 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Paul Walker, Matt Dilon, Brendan Fraser, Norman Reedus, Elijah Wood, etc


Despedida disparatada


Después de una extensa carrera que comenzó en una película de terror llamada Un monstruo en el armario (1986, Bob Dahlin), Paul Walker vio el final del recorrido en un trágico accidente automovilístico el pasado 30 de noviembre en Valencia, California. Aunque todavía quedan por estrenarse tres películas más con su participación (Hours, de Eric Heisserer, Fast & Furious 7, de James Wan, y Brick Mansions, de Camille Delamarre), el nuevo opus del sudafricano Wayne Kramer fue el último estreno que pudo vivenciar Walker. Pawn Shop Chronicles (2013) marca la segunda participación de Walker con Kramer, siendo la anterior la más que recomendable Running Scared (2006).

En esta nueva película, todavía no estrenada en nuestro país, tenemos una historia al estilo Pulp Fiction con reparto coral, pero centrada en un pueblito bastante endemoniado del sur de Estados Unidos, con mucho acento de la zona y un tono muy cómico. La referencia a Tarantino es notable, pero en este caso el producto se queda a medio camino por una serie de gags mal logrados y cierta previsibilidad en la trama principal: un hombre que retoma la búsqueda de su esposa, desaparecida hace seis años, al llegar al pueblo y encontrar el anillo de bodas en una casa de empeño. Este local es el hilo conductor de toda la historia, así como los objetos que se venden ahí.

El papel de Paul Walker es algo atípico en su carrera, trabajando físicamente de una forma que nunca se lo vio hacer, deformando sus expresiones para personificar a un redneck drogadicto que planea una disparatada forma de robar a su dealer junto a su colega de andanzas. Los momentos cómicos más notables de la película se dan con esta dupla, junto con el acto dedicado al personaje de Brendan Fraser, un imitador barato de Elvis Presley que llega al pueblo para un show tributo. Walker se lleva algunas partes destacadas, como cuando se plantea por qué hay que odiar a los judíos y los negros (él y su amigo pertenecen a un grupo que pregona la supremacía aria) de una forma muy infantil, o cuando están en medio de un ‘apriete’ con un drogón que les robó dinero.

Si bien todo el tiempo la película maneja un tono irónico muy entretenido (como la patente que maneja el personaje de Fraser), la trama se torna muy oscura para cuando el papel de Matt Dilon toma relevancia, y la película se convierte en una suerte de mezcla entre Sin City (la referencia quizás se hace obvia por el personaje de Elijah Wood) y la ya citada Pulp Fiction, solo que con una impronta propia y movimientos de cámara que de tan estilizados hasta molestan. Si los efectismos en el guión funcionan o no, depende de cómo se encare el visionado: como comedia negra que no se toma en serio funcionan muy bien, pero como película de acción dejan mucho que desear.

Walker, por su parte, se despide de la pantalla vestido para el robo planificado durante el comienzo de la película, con una máscara de payaso bastante tétrica, que termina a los pies del Elvis que se baja del escenario tras dar su show homenaje en la feria del condado. ¿Cómo llega ahí? Vean la película, y de paso ven a un Walker inusual compartir pantalla con un montón de grosos que se divierten notablemente mientras hacen esta rara película. Algo así como una despedida ideal para un actor que dejó el mundo en su ley.

Kon-Tiki

Título: Kon-Tiki
Dirección:Joachim Rønning y Espen Sandberg
Guión: Petter Skavlan, Allan Scott
Género: Aventura, Historia
Duración: 118 minutos
Orígen: Noruega, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Alemania
Año: 2012
Reparto: Pål Sverre Hagen, Anders Baasmo Christiansen, Gustaf Skarsgård


El viaje interior

 

La noruega Kon-Tiki (2012) es la tercera película de la dupla confrmada por Joachim Rønning y Espen Sandberg, dos versátiles directores que hasta ahora no se han repetido en ninguno de sus productos, y esta vez apuestan por una película más imponente desde la puesta en escena, pero más intimista desde lo narrativo.

El film narra la expedición liderada por el explorador Thor Heyerdahl, quien en 1947 intentó probar que los indígenas sudamericanos fueron capaces de establecerse en la Polinesia cruzando el Océano Pacífico en balsas, saliendo desde las costas de Perú 1500 antes que la expedición de Colón, contrario a las creencias que incluso hasta hoy persisten. Con esa premisa, y sin salirse casi nunca de ella, Rønning y Sandberg filman con una belleza asombrosa el viaje de Heyerdahl, pero a su vez lo describen como el hombre egocéntrico y decidido que fue en su momento, dedicándole momentos en los que el actor Pål Sverre Valheim Hagen se luce con los silencios y las miradas. Lo curioso es que en la realidad el explorador le tenía fobia al agua, y en la película eso está plasmado desde recursos muy sutiles, sin caer en obviedades.

En líneas generales, la película tiene esa virtud con la mayoría de sus recursos narrativos. Tranquilamente se pudo caer en un relato épico vendible a todo público pochoclero que guste de las historias “feelgood”, pero la dupla de realizadores noruegos optó por un relato más crudo, contado desde la perspectiva del protagonista sin detenerse demasiado en las emociones y otros latiguillos más propios de la industria hollywoodense. No obstante, a veces visualmente se recae en cierta belleza en exceso que le quita realismo a la propuesta.

Se puede decir que la trama es bastante llana, y que los diálogos no están muy trabajados. Incluso algunas situaciones son bastante forzadas para dar vida al guion y diferenciarse del multi-premiado documental del mismo título, que en 1951 incluso ganó el Oscar. La primera parte de la historia precisamente reconstruye el intento de Heyerdahl por conseguir la financiación para su viaje, y su encuentro paulatino con los que después serían sus acompañantes en el inolvidable periplo. La película está notablemente dividida en dos partes, con la primera ya mencionada y la segunda ese viaje imponente a mar abierto, filmado por momentos de una forma en que no se sabe cómo continuará la trama y cómo sostendrán un hilo narrativo con tan poco por contar. ¿Habrán ocurrido realmente esos contratiempos y obstáculos que debió sortear el grupo, o es sólo un gancho para hacer fluida la historia? No sabemos, pero al menos en la película funcionan y se agradecen, junto con algunas tomas bellísimas construidas con un gran desempeño digital.

Y precisamente lo que se destaca de esta ficción es como los directores hacen énfasis en la naturaleza que acompañó a Heyerdahl y sus cinco particulares acompañantes, construyendo además escenas maravillosas como un memorable travelling falso que empieza desde el grupo recostado en la superficie de la balsa y termina en la estratósfera, filmando el sol saliente sobre la silueta del planeta. Recursos técnicos no les faltan, y el aprovechamiento está a la altura para brindar una experiencia cinematográfica disfrutable desde lo visual y lo histórico.


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