Título: The Secret Life of Walter Mitty
Dirección: Ben Stiller
Guión: Steve Conrad, James Thurber (cuento corto)
Género: Aventura, Comedia, Drama
Duración: 114 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013Reparto: Ben Stiller, Kristen Wiig, Sean Penn, Shriley MacLaine, Adam Scott, Patton Oswald, etc
La imaginación como mapa
Tuvimos que esperar cinco años, desde la genial Tropic Thunder (2008), para volver a saber de Ben Stiller detrás de una cámara. Y valió la espera. El creador de Zoolander
(2001) vuelve con una película que está completamente por fuera de su
impronta habitual, con mucho más cuidado de la imagen y otros aspectos
más artísticos que narrativos, siendo más cuidadoso con dónde plantar la
cámara antes que cuándo colocar el gag perfecto.
Aunque no sea lo más notable, Stiller es un laburante incansable del
drama. Sus películas, si bien la mayoría cómicas, son en realidad
retratos de seres muy dispares que, escondidos en la caricatura y la
sátira social, tienen algo que gritarle al mundo porque necesitan ser
comprendidos. Y allí está él siempre poniéndole la cara a esos
personajes. Sin contar sus dos primeras películas de mediados de los 90,
Reality Bites (acá bien titulada Generación X) y The Cable Guy (esa en que Jim Carrey se luce cantando Somebody to Love
de los Jefferson Airplane), Stiller siempre protagonizó papeles de
hombres venidos a menos que necesitan un empujón para salir adelante y
dar un giro de 180º a sus vidas: El actor exitoso pero con pocas luces,
Tugg Speedman, y el memorable modelo descerebrado Derek Zoolander, ambos
tipos que supieron ver la cumbre de la montaña y ahora se encuentran
cuesta abajo, pero encuentran la forma de alcanzar el pico una vez más
gracias a quienes los rodean.
Pero ahora, con todo lo excelente que es, eso queda atrás y Stiller
opta por dar vuelta la fórmula, adaptando a nuestros tiempos un cuento
de James Thurber ya llevado al cine en 1947, con un tono muy particular
tirado más a un ritmo cadencioso, dándole lugar a las imágenes de
paisajes bellísimamente fotografiados y una banda sonora simplemente
brillante por parte del talentoso José González (aunque todos los
aplausos se los lleva la canción de Of Monsters and Men, Dirty Paws).
En la película conocemos a Walter Mitty, un tipo gris e insípido que
nunca se salió de los estándares, pero experimenta pequeños momentos de
abstracción en los que se deja llevar por la fantasía e imagina
situaciones exageradas donde es directamente otra persona que hace todo
lo que a él le gustaría hacer. Psicología aparte, el protagonista se
encuentra con una dificultad laboral que lo pone a prueba y obliga a
salir a enfrentar la situación, no sólo para asombrar a su nueva
compañera de trabajo (una Kristine Wiig bellísimamente filmada por
Stiller) sino también para asombrarse a sí mismo, en un viaje interno
que lo lleva a su juventud y lo conecta de a poco con las cosas que
realmente quiere.
En The Secret Life…, además de la fotografía y la música, se
destaca un reparto muy variado y plagado de pesos-pesado: Shirley
MacLaine, que hace un papel adorable como la madre de Walter, y Sean
Pean, que tiene una escena particular donde pone el listón muy alto para
la emotividad en el desenlace. Ambos personajes, que nunca comparten
pantalla pero de alguna forma que no diremos están conectados, son
bisagra para que la historia en general funcione y genere la emoción que
genera.
Quizás un poco tirado a la sensiblería, pero siempre medido y
resguardado en un gran logro artístico con la cámara, Stiller cuenta una
historia de superación más en su carrera, pero esta vez de forma
inusual y sin necesidad de poner en pantalla a un personaje con un ego
desmesurado y pretender que el público se parta de risa. Al contrario,
esta vez hace tan normal al personaje que es imposible que en algún
momento de la trama no nos identifiquemos con Walter o con alguna de sus
fantasías, así como también esos extraños mensajes que se imprimen en
los lugares más insólitos, ya sea para sacarnos de la mente del siempre
presente protagonista o para dejarnos alguna enseñanza de esas que sólo
el buen cine sabe dar.
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