Mi documental "A Fanatic By Choice"

viernes, 4 de octubre de 2013

Elysium

Título: Elysium
Dirección: Mark Blomkamp
Guión: Mark Blomkamp
Género: Acción, Drama, Ciencia Ficción
Duración: 109 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Matt Damon, Jodie Foster, Shartlo Copley, Diego Luna, Wagner Moura, Alice Braga


Inmigrantes del paraíso

 

El director sudafricano que nos soprendió a todos con la poética y abrumadora District 9 en el 2009, vuelve con un drama futurista que vuelve a hacer hincapié en las desigualdades sociales, esta vez poniendo foco en una crítica severa a las políticas inmigratorias y el sistema de salud de los Estados Unidos (llevadas a una perspectiva macro) y la lucha de clases. 

Blomkamp logra una puesta en escena impactante e imponente, apoyada nuevamente por un despliegue técnico casi perfecto, con efectos especiales alucinantes y una fotografía preciosa del caos. A pesar de que a veces cae un poco en la repetición estética de ciertos escenarios similares a aquel gueto alienígena en su ópera prima, ahora logra componer una Los Angeles en 2159 devastada por la contaminación y el hacinamiento. Realmente vale la pena abstraerse del relato (si es eso posible, con lo fuerte que es en cuanto a peso narrativo y calidad de armado) por unos momentos y apreciar la forma en que el realizador y su equipo llenaron las colinas angelinas de todo lo que necesitaban para dar credibilidad a la idea visual. 

Las actuaciones son todas excelentes, algo no muy común en este tipo de propuestas. En este caso, quizás Blomkamp cae en un guión más esquemático y propicio a caer en los vicios del género, pero eso no le impide preocuparse por la tridimensionalidad de los personajes, mediante una gran dirección del reparto. Matt Damon, como siempre, está genial, pero también se destacan las actuaciones de Wagner Moura y un casi irreconocible Sharlto Copley, que como en District 9 (película que lo tuvo como protagonista) logra una transformación física asombrosa y compone un villano de múltiples fácetas realmente espeluznante, aunque de a ratos un poco excesivo. Diego Luna y Jodie Foster cierran un círculo muy correcto de actuaciones que realmente hacen muy amena la historia. 

Si la ciencia ficción no estaría tan preocupada por los efectismos y el ruido audiovisual hoy en día, saldrían obras como esta. Blomkamp pone el listón muy alto, porque a su relato futurista -apocalíptico, si se quiere- le agrega la crítica social que ya se está volviendo marca registrada de la casa. En esta caso traza los hemisferios actuales (norte y sur) como una distancia espacial en donde el paraíso Elysium -donde se mudan los ricos para escapar de una Tierra devastada por la humanidad- orbita en torno al planeta solo habitado por los marginados, los pobres y, sí, los latinos. 
Pero, ojo, que esta no es una mirada discriminatoria típica de Hollywood y su ombliguismo, sino más bien es el ojo reprobatorio de un director que así como en su primera obra hizo una metáfora genial del apartheid, esta vez nos vuelve a decir que los males particulares de una potencia económica en el futuro se globalizarán junto con el inevitable -y patético (se puede resetear un gobierno como a una computadora)- avance tecnológico. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

The Bling Ring

Título: The Bling Ring
Dirección: Sofia Coppola
Guión: Sofia Coppola y Nancy Jo Sales (autora del artículo The Suspects Wore Louboutins)
Género: Crimen, Drama
Duración: 90 minutos
Orígen: Estados Unido, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón
Año: 2013
Reparto: Katie Chang, Israel Broussard, Emma Watson, Leslie Mann, Taissa Farmiga, Claire Julien

El delito ingenuo

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

La sobrevalorada directora Sofia Coppola convierte una reciente historia real bastante particular en una película soporífera y mal contada, que cae en su típico lugar de ilustración de las desgracias y decadencias de la aristocracia, intentando reafirmar su autoría, que ya quedó trunca hace rato. Lejos están los días de lucidez de Lost in Translation (2003) o la llamativa Marie Antoinette (2006). Ahora la hija de Francis Ford luce repetitiva y falta de ideas, con una pésima dirección de actores y una puesta en escena en piloto automático, intentando ser transgresora pero quedándose en un retrato banal sobre un relato verdadero que arrojaba a la luz la vulnerabilidad de la fama y su mundillo consumista.

Cuando una película basada en una historia real no logra conmover más que lo acontecido mediante el lenguaje cinematográfico y su magia narrativa, y en lugar de eso logra menos efecto que un video en Youtube o las fuentes de información, claramente algo anda mal. El material de archivo del juicio contra el grupo denominado Bling Ring Gang (seis adolescentes que robaron casi 3 millones de dólares en pertenencias de celebridades en Los Angeles), como cámaras de seguridad, entrevistas a los implicados, o incluso el propio artículo de la revista Vanity Fair en el que está inspirado el quinto trabajo de Coppola, tienen muchísimo más impacto dramático que la película en sí.

En la vida real, los seis delincuentes obsesionados con personalidades como Lindsay Lohan, Paris Hilton, Orlando Bloom, Megan Fox, entre otros, lucen como chicos comunes y corrientes, casualmente convertidos a la fama por sus acciones, en una siniestra retroalimentación de ese micro universo.
En The Bling Ring, la directora pone en pantalla un montón de caras bonitas que rompen completamente la atmósfera de transgresión, y los hace quedar –tal vez intentando ser neutral, o quién sabe por qué- como simples idiotas cleptómanos serviles a un producto pop divertido.
Si bien el grupo de amigos y amigas no tenía ningún manifiesto ni algún tipo de motivador real más que una extraña condición de idolatría por el estilo y la vida de clase alta, en la película son poco creíbles porque Coppola pierde demasiado tiempo queriendo armar escenas cool, musicalizadas con música de moda y supuestos momentos de rebeldía adolescente, en vez de ilustrar más humanamente a sus personajes sin tantos lugares comunes.

La película nunca despega y prefiere quedarse en los detalles más hedonistas y hasta fetichistas en lugar de contar bien un relato policial muy particular y profundo ocurrido hace no más de dos años y que, nuevamente vale insistir, demostró la fragilidad y vulnerabilidad que reviste el universo de la farándula hollywoodense. Por ejemplo, Paris Hilton deja las llaves de su mansión debajo del tapete de entrada, o todos los hogares son fáciles de mapear satelitalmente: todo esto en la película queda reducido a simples datos que funcionan como gags que dan una breve dinámica a la narrativa, pero jamás dichos detalles son tocados con profundidad porque Coppola está demasiado ocupada filmando sexys a las actrices (sobreactuadas todas) y poniendo a todo volumen la música para que haya un aire de libertinaje berreta, incluso tratado desde la ingenuidad.

El cine de Sofía Coppola ya hartó, es más de lo mismo. Y por como viene su filmografía, no parece querer desviarse de ese rumbo intrascendente, en donde la que parece estar obsesionada con el propio mundo banal y farandulero que la rodea es la propia directora.


domingo, 22 de septiembre de 2013

This Is The End

Título: This Is The End
Dirección: Seth Rogen y Evan Goldberg
Guión: Seth Rogen, Evan Goldberg y Jason Stone
Género:Comedia
Duración: 107 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Seth Rogen, Jay Baruchel, Jonah Hill, James Franco, Craig Robinson, Danny McBride, etc 

Todos los comediantes van al cielo


Si de buenos guionistas comediantes vamos a hablar, es imposible no mencionar a la dupla conformada por Seth Rogen y Evan Goldberg, creadores de dos gemas como Superbad (2007) y Pineapple Express (2008), que ahora debutan en la dirección con la desmadrada pero divertidísima This Is The End. Esta película se basa en la auto-parodia y en la incorrección política, típica de las anteriores obras ideadas por el dúo en cuestión, para llevar adelante una historia apocalíptica y llena de palos a Hollywood.

Lo mejor y más novedoso del filme es tener a Seth Rogen, James Franco y Jonah Hill haciendo de ellos mismos junto con el resto de estrellas, muchas de las cuales actúan sus propias "muertes" en un desmadre total filmado con gran pulso y ritmo por parte de Goldberg y Rogen. La inverosimilitud de la propuesta hace aún más atractivo este juego de roles y auto-crítica, agregando además la burla al afan tremendista que tomó Hollywood en los últimos años con sus tramas del fin del mundo, y a la autosuficiencia academicista en la que están sumidos muchos de los que forman parte de ese ambicioso star system. 

Así, tenemos momentos deliciosos como Hill hablándole a Dios en una plegaria que comienza con "aquí Jonah Hill, de Moneyball"; Danny McBride criticando la credibilidad de un relato a Franco y Hill, siendo que "son nominados a un Oscar"; o un paparazzi diciéndole a Rogen "siempre hacés los mismos papeles en todas tus películas"; y un largo etcétera.
El in crescendo dramático va en un balance perfecto con el histrionismo de los actores-personajes y la comicidad todo el tiempo tiene lugar. Eso pone las reglas del juego en un punto que escapa totalmente a las posibilidades de tomarse en serio la trama, pero esa estupidez a conciencia es totalmente aceptada una vez que se logra el clima y uno se mete de lleno en lo que sucede en pantalla. 

Además, Rogen y Goldberg no juegan a los directores, sino que se toman muy en serio los tiempos y el tono. De hecho, la mayor parte del tiempo en la película transcurre dentro de la supuesta mansión de James Franco, con un minimalismo y una claustrofobia muy bien trabajada y fotografiada. Todos los chistes son eficientes en ese contexto, y recién cuando los protagonistas salen al exterior se enfrentan con el momento más flojo de la historia. 
No obstante, si bien esa secuencia no es la más lúcida, todo se corona con un brillante final con músicos de la era pop noventosa incluidos. Sin dudas un cierre disparatadísimo y a la altura de lo que se podía esperar: pura clase de comedia por parte de la dupla de directores. 

Para los nostálgicos, vale apuntar el encuentro de los actores de Superbad, sólo con un chiste momentáneo pero muy bien llevado, así como también las constantes aluciones a Pineapple Express, incluyendo una recreación actuada y todo. Un disfrute total, distintivo de la casa.


viernes, 20 de septiembre de 2013

Grown Ups 2

Título: Grown Ups 2
Dirección: Dennis Dugan
Guión: Adam Sandler, Tim Herlihy y Fred Wolf
Género:Comedia
Duración: 101 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Adam Sandler, Kevin James, Chris Rock, David Spade, Salma Hayek, Steve Buscemi, etc


Impune mal gusto

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta
 
Debo reconocer que para mí, Happy Madison -la productora de Adam Sandler-, es una factoría de placeres culpables. Allí está siempre en el cable la filmografía de Dennis Dugan o Peter Segal, con Sandler poniendo la cara, para engancharme a cualquier hora del día en cualquier momento de la semana. Lo banco mucho a Sandler. Creo que es un comediante-autor, con una visión muy marcada del mundo, repitiendo casi siempre el mismo personaje porque así reafirma esa mirada.
Así como tuvo sus papeles típicos, Sandler también supo demostrar que cuando es comandado por un buen capitán detrás de cámara, hace cosas muy buenas, como en Punch-Drunk Love (Paul Thomas Anderson, 2002), Reign Over Me (Mike Binder, 2007), Funny People (Jud Apatow, 2009) o incluso sus obras más cercanas como Click (Frank Coraci, 2006) o 50 First Dates (Segal, 2004). A eso le sumamos sus clásicos Happy Gillmore (Dugan, 1996) y Billy Madison (Tamra Davis, 1995) y creo que ya quedó claro, ¿no?

Sin embargo, tristemente, Sandler ha decaído a una velocidad estrepitosa en estos últimos años de su carrera. Opta por papeles estúpidos, guiones pobres y películas vacías y auto condescendientes, sin ningún tipo de mirada. Y esa anarquía no se trata de una libertad inescrupulosamente genial, como la de un Ben Stiller o un Adam McKay (maestros totales de la nueva comedia americana), sino de un simple descarrilamiento hacia un sinfín de pavadas que no hacen más que minar de argumentos en contra a aquellos que queremos defender una filmografía muy añorada y particular como la de Sandler.

Y en ese contexto arriba a las salas Grown Ups 2, secuela de la ya soporífera primera parte que reunía a todos los compinches de carrera de Sandler con la excusa de hacer una película para reírse entre ellos frente a cámara. Si aquella historia carecía totalmente de una buena narrativa por ser trabajada sin más intención que la de la mera auto-referencia o el lucimiento de los protagonistas (entre los que están Chris Rock, Kevin James, David Spade y Steve Buscemi), ésta sencillamente se desbarata en una interminable sucesión de gags malogrados, situaciones inconexas y hasta mal gusto.

A pesar de lo mala que era, en la primera parte al menos teníamos una historia para presenciar, un hilo narrativo para seguir y hasta si se quiere un motivo sensiblero típico en las películas de Sandler (sí, son suyas; Dugan es sólo una marioneta): un grupo de amigos que se reúnen tras el fallecimiento de su entrenador de la infancia para pasar el fin de semana juntos recordando viejos tiempos.

En esta continuación, en cambio, tenemos a la familia del adinerado Lenny Feder habiéndose mudado a su pueblo natal, donde allí supuestamente tenemos que sentirnos inmersos en el día a día tradicional de cada habitante. El resultado deriva en un chiste peor el que otro, escenas sumamente patéticas y una catarata interminable de idioteces que cualquier montajista en su sano juicio cortaría en la isla de edición. Y todo eso con un público estadounidense colmando las salas (entre las dos partes llevan recaudados ¡casi 300 millones de dólares!), quién sabe por qué motivo, y blindando al comediante y todo su equipo de una impunidad irritable y triste. Triste, insisto, por su entrañable filmografía.

Preste atención, lector. Como todo lo que viene produciendo Sandler desde hace 5 años, lo mejor que puede hacer al ver el póster de una de sus películas en cartelera es alejarse, o quizás hasta correr. Que no viene mal un poco de ejercicio tampoco.

sábado, 14 de septiembre de 2013

VERSUS: magos e ilusionistas

¡Volvió esta sección! Hace mucho no se hacía, así que retomamos la actividad con la temática mágica, aunque en un contexto no-fantástico. En Versus contraponemos dos obras que tengan una similitud, más allá del género. En este caso, dos estrenos:

Now You See Me vs The Incredible Burt Wonderstone

En ambas películas tenemos a trabajadores del entretenimiento relacionado con el ilusionismo, escapismo y la magia en general. La primera es un thriller criminalístico que se pone re misterioso bajo la premisa mencionada, mientras que la segunda es una comedia pura y sincera que aprovecha la temática para divertir y afianzarse al espectador. Los invito a leer las dos críticas, haciendo click en los posters, y finalmente decidimos la ganadora de esta nueva edición de la sección.



Nada por aquí, nada por allá... ¡voilà! La clave es ver de lejos, como dice el personaje de Jesse Eisenberg en Now You See Me, y ahí notamos que una es una estupidez pretensiosa y la otra es una comedia muy amena y bien contada. Dos filmes muy contrastados, incluso por los géneros que los atraviesan, claro está, pero The Incredible Burt Wonderstone por su sinceridad y su claridad pisotea a su rival y es la película recomendable de esta contienda. Ahora, metan a Louis Leterrier en La Caja Caliente y déjenlo ahí arriba hasta que vuelva a dirigir algo decente...


Now You See Me

Título: Now You See Me
Dirección: Louis Leterrier
Guión: Boaz Yakin, Edward Ricourt, Ed Solomon, Boaz Yakin (historia) y Edward Ricourt (historia)
Género: Crimen, Misterio, Thriller
Duración: 115 minutos
Orígen: Estados Unidos, Francia
Año: 2013
Reparto: Woody Harrelson, Jesse Eisenberg, Mark Ruffalo, Morgan Freeman, Michael Cane, Melanie Laurent, Isla Fisher, Dave Franco, etc


La gran estafa... al espectador, al cine y a la magia

El secreto para que una película de misterio funcione o al menos quede bien, es brindarle al espectador algun indicio para que sepa un poco más que los personajes que buscan develar la trama, y así lograr una complicidad en la que, una vez llegada la resolución, se alcance el impacto adecuado ya sea mediante la catársis de los protagonistas o una vueltita de tuerca que sea más o menos creíble.
Insoportablemente, Now You See Me hace todo lo contrario a lo largo de sus interminables 115 minutos, en los que la histroria se ramifica tanto con un reparto coral inmenso (y lleno de super-estrellas de gran talento) que a lo último todo queda resuelto con un artificio tan estafador y tan tramposo que es casi como un escupitajo a la cara.

Conforme avanza la trama, se va agregando más y más información que sólo juega para el guión. Esto se comprueba con el final, cuando queda en evidencia que todo es un trabajo meticuloso para dejar como un estúpido al que está mirando la película. Lo peor es que no lo logra, porque es todo tan confuso que ni siquiera queda bien claro lo que acaba de pasar. 

Now You See Me es una película sobre magos, ilusionistas, pero no cree ni en la magia ni en el ilusionismo. Cree en la estafa, en el artificio impostado y en el juego hábil de manos (y supuestamente de la mente, pero eso sería muy condescendiente con Leterrier) antes que en la capacidad de asombro por un truco bien hecho. Ah, ojo, pero sí cree en la hipnósis... 

Los personajes principales, un cuarteto de delincuentes (Harrelson, Eisenberg, Franco y Fisher) en un proceso de iniciación que tienen al FBI en vilo por una serie de acometidas delictivas, están muy descuidados y no juegan ningún rol definido. Parecen ser anti-héroes, pero no son más que una mera y burda herramienta para el truco final. El truco de los cinco guionistas (sí, cinco) que tan estúpidamente celebran su hazaña una vez terminada toda la maraña de pavadas.

Y alrededor de esa historia están Morgan Freeman, que no sabemos bien qué papel juega, y la dupla de policías de Mark Ruffalo y Melanie Laurent, que además de ambigua está en una tensión romántica constante (sugerida en guión, con diálogo y todo... sí, así de grasa es la película) y que al final tienen que poner la cara cuando todo se fue al carajo y no hay retorno. También está Michael Cane, quizás en el papel más desaprovechado que le tocó interpretar en toda su carrera, que también es engañado. 
Todos son engañados, todos somos engañados. Incluso en el clímax, los cuatro ilusionistas también son engañados. Una estupidez gigante, hecha con un presupuesto inmenso, filmada de forma horrible (Leterrier, ¡dejá quieta la cámara, viejo!) y fotografiada para que parezca que en el proyecto paticipó Wally Pfister, cuando en realidad es el grosso de Larry Fong; otro desaprovechado. El reparto, un lujo en sí, hace lo que puede, pero está también malgastado a niveles inconmesurables. 

Now You See Me se toma muy en serio, y es soberbia a más no poder. Al terminar la película casi se pueden escuchar las risas burlonas de Leterrier y su crew por lo que acaba de hacerle al espectador. Y lo peor es que la historia se cree una bofetada pensante, cuando en realidad no es más que una estupidez gigante, imposible de creer, inverosímil a más no poder y burda, muy burda y tonta. Y esto solo es porque nunca se tomó el trabajo de acordarse del espectador y hacerlo partícipe del artificio, mostrarle un poco los hilos en el algún momento y no intentar lucirse como si fuera el truco más grande hecho en mucho tiempo.


The Incredible Burt Wonderstone


Título: The Incredible Burt Wonderstone
Dirección: Don Scardino
Guión: John Francis Daley, Jonathan M. Goldstein y Chad Kultgen (historia)
Género: Comedia
Duración: 100 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Steve Carell, Steve Buscemi, Jim Carrey, Olivia Wilde, Alan Arkin, James Gandolfini


No es otra tonta película de magos

El arte de entretener está cambiando, como su público. Esa es la premisa inicial de la que se agarra el correcto guión de Goldstein y Daley para armar una película cómica como Dios manda, donde los actores se divierten y nos hacen divertir. The Incredible Burt Wonderstone no es una genialidad, pero su intención de mostrarnos constantemente el artificio de forma amigable, invitándonos a participar de la ceremonia mágica (que no es más que el entretenimiento en sí, en busca del factor sorpresa), la hace una película tan querible como la historia que cuenta.

El regreso a la pantalla de Steve Carell y Jim Carrey juntos desde Bruce Allmighty (2003), a pesar de que no comparten muchas escenas, es digno del visionado. Puede incluso parecer un poco desaprovechada la fórmula, pero realmente la historia no necesita de esa química, aunque no lo crean. Si a eso le agregamos el discreto pero hilarante aporte de Steve Buscemi, la belleza y soltura de Olivia Wilde, y el bonus nostálgico que nos trae ver a James Gandolfini en una de sus últimas actuaciones antes de morir, la propuesta sólo se pone mejor. 

No esperen una gran película, pero sí varios momentos muy cómicos, sobre todo cuando Carell, aunque le cuesta, hace gala de ese histrionismo disparatado suyo tan característico. En paralelo, Carrey también vuelve a su humor más corporal y ofrece una actuación genial, haciéndose extrañar cuando no está en pantalla. El contrapunto lo pone Alan Arkin y una extraña participación, aunque tiene un gag mortuorio que vale toda la película. 

Una historia muy bien contada, sin pretensiones y que además es sincera con el público y consigo misma, sin tomarse demasiado en serio, pero haciéndolo lo suficiente como para darle fuerza al relato. The Incredible Burt Wonderstone es de esas comedias que pasarán desapercibidas pero aquellos que se topen con ella se podrán jactar de un par de risas bien logradas por el no tan conocido Don Scardino, quien resuelve todo con una incorrección política muy bien disfrazada. Como los trucos de los magos en pantalla.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Emmerich, ¿autor incomprendido o un auténtico imbécil?

En el marco del estreno de White House Down, una nueva ocurrencia de este alemán americanizado, exploramos los puntos en común en su obra para ver si encontramos alguna nota de autor o simplemente confirmamos que es un inepto que no aporta nada al cine.  Eso, o quizás simplemente sea un manifiesto de repulsión a toda su filmografía... para qué les voy a mentir.   
Creo que detesto a Roland Emmerich. Es más, no creo: lo detesto. Su cine es intrascendente y no lo entiendo, no por ser algo incomprensible o superior, sino porque realmente no sé para qué hace esas películas. No comprendo la finalidad de exaltar un patriotismo no correspondido, ya que es un alemán filmando películas estadounidenses, ni la casi patología de sentir que en sus manos tiene la posibilidad de materializar cinematográficamente (digamos) la destrucción de una sociedad contemporánea.
Tampoco entiendo por qué dejó de hacer películas de ciencia ficción de temática espacial tales como Stargate o Universal Soldier, para pasar a ensañarse con el planeta Tierra de una forma tan burda, con ciertos paréntesis en su filmografía que son por demás pésimos. Con esto último me refiero a The Patriot, producto hecho para los Oscar; la épica prehistórica 10,000 B.C., una película aburridísima y muy mal narrada; y por último, su más reciente trabajo, la extraña Anonymous, un intento de polemizar con la autoría de Shakespeare, con un corte de época que aún así –hay que reconocer- quedó muy bien.     

Pero ya que hablamos de autoría, vamos a preguntarnos sobre esto al hablar del cine de Emmerich. Porque cuando un director, que encima en muchos casos escribió sus guiones, reitera mucho una temática se suele hablar de la noción de autor, porque quizás nos quiera estar contando algo. ¿Se puede decir que este realizador alemán es un autor? ¿De qué habla el cine de Emmerich?     

Básicamente, y en un análisis muy superficial, habla de imperios, de sociedades gigantes, de la nueva Roma: Estados Unidos. Las ciudades de New York y Los Angeles, en muchos casos mostrados como escenarios inamovibles y ejemplos de urbe (no importa si todo el mundo está en problemas, la acción se centra ahí), son destrozados por fenómenos naturales, en muchos casos demasiado rebuscados como para siquiera incluirse dentro de la idea de “natural”. Y así, el imperio se ve completamente arruinado, y sus habitantes, representados por un grupo de protagonistas sobrevivientes, comienzan su camino de redención y aprendizaje mediante epifanías surgidas por el renacer de las cenizas. Fin. Si eso es cine de autor, queda a criterio de cada uno.     

También se puede dividir claramente en dos partes la filmografía del loquillo de Roland: una, la del director interesado en lo que está fuera de nuestro alcance terrestre, con mucha tecnología y escenarios ficticios tomando protagonismo en sus producciones; y otra, la del director que usa la Tierra como una maqueta de pruebas y va imponiéndole diferentes formas de destrucción. Como hablamos de casi 15 películas (hay una que está en el horno, a punto de salir, también referida a un fenómeno catastrófico), nos vamos a centrar en su etapa destructora: Independence Day, Godzilla, The Day After Tomorrow y 2012 (acá pueden leer la crítica de esta película que se hizo en este blog).     
Póster de lo nuevo del alemán

En estos cuatro títulos, hay dos polos opuestos bien marcados. Por un lado, el factor de destrucción, y por otro el héroe. Puede ser un científico (siempre es un científico), un padre de familia o incluso el presidente de los Estados Unidos, pero siempre habrá un hombre –nunca una mujer- que salvará a un grupo de personas del fenómeno que ataca la tranquilidad de la Tierra. Y la ciencia es el elemento intermedio, que hace de escudo entre un polo y otro. Los científicos no sólo son los primeros en detectar el problema, aunque actuaran como si hubiesen sido los últimos, sino que muchas veces son de armas tomar para intentar resolver la situación yendo más allá de sus capacidades cognitivas, y apelando a la odisea heroica.     

Un esquema narrativo bastante predecible, dentro de un marco bien clásico de relato, típico de lo que viene dando Hollywood recientemente. Y lo más triste es que no importa cual película estemos viendo, si la coral Independe Day, la ruidosa Godzilla, la claustrofóbica The day after tomorrow o la estúpida 2012, todas nos terminan contando lo mismo y nos hacen perder el tiempo. Eso no puede considerarse autoría, sino fórmula de taquilla. Porque, si bien no fueron éxitos rotundos, cada película logró su cometido de producción. En definitiva, las películas de Emmerich son concebidas como un divertimento, y ni siquiera logran ese cometido. Porque son largas (mirar las cuatro mencionadas de corrido nos quitaría 9 horas y media de nuestro día) y están revestidas de tanto efecto visual que entorpece un relato que podría ser abarcado de forma mucho más humana.     

Y ahí está el patriotismo. Un alemán exhortando el sentimiento estadounidense tan soberbio y auto condescendiente, con esa capa de falsa autocrítica como excusa argumental para continuar con la evolución de los torpes personajes. Saquemos a The Patriot de esta contienda. Simplemente necesitamos recordar el ombliguismo de los protagonistas en tierras norteamericanas en plenas catástrofes naturales. Estados Unidos tiene las respuestas, sea donde sea. Porque en The Day After Tomorrow hay un laboratorio en Europa que lleva la delantera en la información sobre el fenómeno que atormenta la Tierra, pero allí trabaja –liderando el proyecto- un estadounidense. Y mejor ni hablemos de lo molesto que es el discurso del Presidente de los Estados Unidos en su arenga a los que intentarán enfrentar a la nave madre en Independence Day.     

En fin. No sabemos bien qué pretende Roland con este tipo de cine. No sabemos si está respondiendo a una lógica industrial, si está buscando su rumbo, o si simplemente tiene algún tipo de problema con el planeta, y con su cine sólo busca vislumbrar lo que él querría que suceda. Claramente, ver sus películas no nos ayuda en nada a responder esta incógnita.   


miércoles, 21 de agosto de 2013

Para quién escribo yo entonces


Informe especial: La crítica intentando encontrar su lugar. Los diversos sitios web y redes sociales obligaron a repensar la forma de hacer crítica de un cine que también está mutando sus formas de difusión. Cómo ve a su vez el público 3.0 la crítica de cine actualmente. 

Hay una nueva crítica de cine, quizás un poco subversiva y hasta casi amateur, que está mutando desde las diversas redes sociales y blogs desde hace ya varios años. La atomización de voces se presenta muy claramente en un panorama cinematográfico que todavía, en el plano nacional, no encuentra del todo una forma viable de industrializarse para llegar al público. Así tenemos, entonces, tres puertos diferentes donde el cine es el único puente, pero en realidad con poca conexión. La crítica buscando su lugar, el cine sus nuevas formas de difusión y finalmente ese público que, desde que internet comenzó a imponerse como el agua y el pan en la cotidianeidad de todos, también tiene muy alterada su visión de estas producciones.

Que la crítica nacional esté problematizando tanto el bajo nivel que están teniendo los críticos y pseudo-críticos que van apareciendo, sobre todo nucleados en el sitio cordobés todaslascriticas.com.ar, es un indicador tan fuerte como el hecho de que un referente como Quintín recurra a Twitter para hacer sus devoluciones sobre el séptimo arte. Todo cambió. Don Fulano con su blog tiene –aunque no del todo legitimado por la sociedad- casi el mismo peso que el de un crítico especializado que escribe en un diario de gran tirada. Analizar eso sería hilar más fino, pero al menos vale la pena rescatar que es algo que se está debatiendo constantemente en los últimos meses, y seguirá así hasta que se encuentre una conclusión pasajera. Y digo pasajera porque, como todo en esta era digital, esa conclusión dentro poco volverá a mutar en otra idea, en base a como los usuarios de los mencionados espacios en internet harán uso y apropiación de los mismos para hacer escuchar su voz en cuanto al cine.

El cine. Parece como si estuviera en un segundo plano en esta discusión, pero nada más lejos de la realidad. Justamente hace poco se estrenó en internet el documental The Pirate Bay Away from Keyboard, donde se muestra la contienda legal que está teniendo lugar en la era del copyleft y la batalla prácticamente perdida por los derechos de autor por parte de las grandes compañías. Toda una re-significación de lo propio y lo ajeno en un arte que, en el caso de Argentina, tiene a directores como Pablo Parés y otra larga camada que ya están optando por ir directamente a las redes sociales para “estrenar” su película. Al igual que las voces que opinan sobre el cine, este pasará a “ser de todos” de una forma diferente.

¿Cómo se adapta este cine en esos espacios de múltiples voces, donde la crítica de microblogging se encuentra con la opinión de Doña Rosa en Facebook o Twitter y se pierde tanto o más que como se puede perder la nueva película de Parés entre el montón de contenido online? Será cuestión de encontrar la forma de que ese licuado de miradas y voces se compacte en un consenso más o menos generalizado de cómo seguir adelante, y ver si se sigue apelando al tráiler común y corriente o ya basta con spammear a Dios y medio mundo pidiendo el “Me Gusta” y el “Compartir” o el “Retweet”. Al fin y al cabo, el objetivo sigue siendo el mismo: que se miren las películas.

Una vez superado ese obstáculo, recién ahí tocará analizar bien el rol que juega la crítica de cine actualmente, y cómo podrán convivir los críticos de oficio con los “opinadores” internautas, quizás también futuros laburantes en el campo de la crítica especializada. Mientras tanto, todo seguirá mezclado en un abanico inmenso de posibilidades que todavía seguimos conociendo y reinventando (parece mentira que Facebook se inventó hace de 8 años). Por ejemplo, ya están apareciendo junto con las críticas de 140 caracteres en Twitter, las foto-críticas, que resumen la devolución de una obra en un simple pie de foto, esta a su vez elegida de forma significativa para la idea que se quiere dar. El panorama 3.0 cada vez nos obliga a idear formas de comunicarnos más similares a las ideas en sí, rápidas y pasajeras. ¿Cómo lograremos condensar ahí una opinión formada y minuciosa de una obra artística como la que intenta redondear una crítica de cine? Una nueva incógnita que se abre, pero antes queda definir quiénes serán los encargados de hacerlo.

Y así se vuelve, como un círculo vicioso de incertidumbre pero a la vez fascinante replanteo del oficio, al punto de los destinatarios, no sólo de las películas sino de las críticas en sí. De por sí esta última siempre fue más de nicho. Es lo menos masivo que hay dentro del universo que rodea al cine, por lo tanto no cambiará mucho más la visión que tengan los espectadores al respecto. Siempre aquel que quiera leer crítica podrá, aunque quizás más adelante se tenga que amoldar también a los nuevos formatos.

Finalmente, asombrados miramos el presente tan incierto en este panorama de constante mutación de los espacios de difusión del cine y la crítica. La revolución de las ideas llegando más tarde que la revolución de los formatos: un futuro quizás un poco desesperanzador, donde actualmente está puesta en duda la pureza del oficio y su valor en sí mismo. Los críticos argentinos más veteranos debaten sobre lo pobre que escriben los críticos jóvenes, y estos ponen foco en un problema que escapa a las generaciones. Cada hipótesis busca su espacio, así como cada película busca su vida ideal entre un nuevo público. Y mientras tanto, todo sigue transformándose. 

jueves, 15 de agosto de 2013

The Conjuring

Título: The Conjuring
Dirección: James Wan
Guión: Chad Hayes, Carey Hayes
Género: Terror, Thriller
Duración: 112 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Lili Taylor, Ron Livingston


Lo que vale es el intento

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

Creo que el género de terror está en una de sus peores épocas en la historia del cine. Dicho esto, son contadas con una mano las obras que salen por año que logran un atisbo de buen gusto para una realización acabada y digna de un público que lleva años y años esperando ese resurgir de un movimiento estético y narrativo decaído hasta lo más pobre que puede brindar.

Y ahí aparece James Wan, incansable trabajador del suspense, creador de la obra maestra El Juego del Miedo (Saw, 2004) que, si bien se les fue la mano con las secuelas, logró quedar en el imaginario colectivo como una obra de culto y sentar las bases para sus burdas copias consiguientes. Años más tarde vino La Noche del Demonio (Insidious, 2011), un intento muy atinado de volver a los orígenes del género y así resetear la máquina del terror. Lamentablemente, en esa película quedó un pastiche muy extraño y las actuaciones no estaban a la altura, aunque el resultado final es al menos digno de darle un vistazo.

Toda esta introducción es necesaria para entender por qué se está armando tanto ajetreo con El Conjuro (The Conjuring, 2013), una película que vive del homenaje a obras clásicas como El Exorcista, Poltergeist, El Resplandor e incluso Los Pájaros. Imposible que algo salga mal si se respetan las fórmulas de genios como Friedkin, Hitchcock o Kubrick. Pero acá debo plantarme y decir que eso no basta. Es necesario ir un poco más allá para salvar al terror.

No basta plantear una serie de situaciones en un espacio para filmar un montón de lugares comunes y efectismos varios que logren impactar. Así no. Porque El Conjuro tiene eso, mucho homenaje, pero poca originalidad para resolver dichas situaciones. Y si bien el resultado puede ser una película terrorífica, con momentos bien logrados, como el exorcismo o la escena filmada con cámara en mano en el sótano emulando los mockumentales como Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007) o la clásica El Proyecto Blair Witch (¿vieron? seguimos con los homenajes), simplemente no basta.

Viniendo de un tipo como Wan, creador de Saw, que ya tiene un universo más o menos marcado con otras obras menores como El Silencio desde Mal (Dead Silence, 2007) o la mencionada Insidious (que tendrá su secuela, a estrenarse este mismo año), es injusto atribuirle el mérito que se le está dando en la crítica por “revitalizar” el género, cuando lo único que hace es apoyarse en el homenaje obvio y directo, aplicando leves retoques con distintivo propio.

El tono de la película es casi el mismo que el de su anterior filme, el mencionado Insidious. Y a partir de esta nueva película, creo que aquella es aún mejor, porque su mérito era la búsqueda original de momentos visuales que impacten, más allá de los clichés y las pésimas actuaciones.

En definitiva, en este austero panorama para el género, realizadores como Wan al menos dan que hablar y nos remiten a los buenos tiempos del terror. Esta película no es la gran cosa, pero al fin y al cabo, entre tanta bazofia, lo que vale es el intento.


Los Amantes Pasajeros

Título: Los Amantes Pasajeros
Dirección: Pedro Almodóvar
Guión: Pedro Almodóvar
Género: Comedia
Duración: 90 minutos
Orígen: España
Año: 2013
Reparto: Javier Cámara, Lola Dueñas, Cecilia Roth, Antonio Banderas, Penélope Cruz, Blanca Suárez, etc.


Perdidos en las nubes

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

Es difícil hablar de una película de Almodóvar, porque este director siempre esconde detalles en su cine que lo convierten en un genio. Sin embargo, tiene sus altibajos, pocos, pero altibajos al fin. Los Amantes Pasajeros es sin dudas uno de ellos, quizás una de sus peores películas, sino la peor.

Después de una década en donde tuvo una etapa oscura en su propuesta, coronada con la interesantísima La Piel Que Habito (2011) y la poética Los Abrazos Rotos (2009), pareciera ser que este emblemático realizador decidió volver a sus orígenes, para encontrarse con el Pedro más zafado y salido de los esquemas. Respeta el tono de aquellos filmes como Laberinto de Pasiones (1982) y La Ley del Deseo (1987), pero el resultado parece fallido porque hay todo un trayecto recorrido que hace que esta vuelta al comienzo no sea agradable, ni siquiera como una propuesta auto celebratoria.

Tal y como le pasa al avión de la película, Almodóvar llega a un punto en que no sabe dónde parar porque perdió uno de sus trenes de aterrizaje, entonces se pone a dar vueltas y vueltas en busca de un lugar de seguridad donde acertar un gag que haga efectivo el intento de hacer un producto como este. ¿Es una metáfora de su propio cine adrede o es una infeliz casualidad? Difícil saberlo con este genio.

Lo que sí sabemos es que semejante reparto para una película tan sosa es una pasada total, y hacia la mitad de la trama, cuando se quiere bajar un cambio a todo ese desparpajo de comedia berreta, todo se vuelve una orgía de mal gusto y minutos de sobra en lo que sucede. Pareciera que tanto a director como a actores ya no les sienta bien ese tono. Sin embargo, los únicos que salen airosos son Javier Cámara, Raúl Arévalo y Carlos Areces, el trío de azafatos que le pone picante a la ensalada de gags fallidos. Los tres tienen una escena de lujo, que a pesar de lo floja que es la película, vale el precio de la entrada: un musical, con I’m so excited de The Pointer Sisters, con un baile muy divertido y sincronizado. Es como si Almodóvar siempre hubiera querido filmar esa escena, y Los Amantes Pasajeros es solo una excusa para hacerla. Probablemente todos estemos de acuerdo en que es lo mejor de la película, sino lo único bueno que tiene.

El resto, un montón de chistes malos que se pasan de la raya, con personajes muy caricaturizados y hasta obvios. Comparo cada gag con el momento en que uno está ayudando a alguien a estacionar en un lugar ajustado; lo vas guiando, avisándole hasta donde parar, y cuando le decís “listo”, el conductor (Almodóvar) sigue, no le importa nada, y no sólo toca el auto de atrás, sino que lo choca, lo estrella contra los que están estacionados más atrás, y uno queda agarrándose la cabeza por lo que acaba de ver. Si a eso agregamos el final malísimo, para que todos salgan contentos, ya es hasta para enojarse con este grosso. ¡Te hubieras jugado un poco más ahí, Pedro! ¡Das para muchísimo más!


LinkWithin

Related Posts with Thumbnails