Mi documental "A Fanatic By Choice"

miércoles, 21 de agosto de 2013

Para quién escribo yo entonces


Informe especial: La crítica intentando encontrar su lugar. Los diversos sitios web y redes sociales obligaron a repensar la forma de hacer crítica de un cine que también está mutando sus formas de difusión. Cómo ve a su vez el público 3.0 la crítica de cine actualmente. 

Hay una nueva crítica de cine, quizás un poco subversiva y hasta casi amateur, que está mutando desde las diversas redes sociales y blogs desde hace ya varios años. La atomización de voces se presenta muy claramente en un panorama cinematográfico que todavía, en el plano nacional, no encuentra del todo una forma viable de industrializarse para llegar al público. Así tenemos, entonces, tres puertos diferentes donde el cine es el único puente, pero en realidad con poca conexión. La crítica buscando su lugar, el cine sus nuevas formas de difusión y finalmente ese público que, desde que internet comenzó a imponerse como el agua y el pan en la cotidianeidad de todos, también tiene muy alterada su visión de estas producciones.

Que la crítica nacional esté problematizando tanto el bajo nivel que están teniendo los críticos y pseudo-críticos que van apareciendo, sobre todo nucleados en el sitio cordobés todaslascriticas.com.ar, es un indicador tan fuerte como el hecho de que un referente como Quintín recurra a Twitter para hacer sus devoluciones sobre el séptimo arte. Todo cambió. Don Fulano con su blog tiene –aunque no del todo legitimado por la sociedad- casi el mismo peso que el de un crítico especializado que escribe en un diario de gran tirada. Analizar eso sería hilar más fino, pero al menos vale la pena rescatar que es algo que se está debatiendo constantemente en los últimos meses, y seguirá así hasta que se encuentre una conclusión pasajera. Y digo pasajera porque, como todo en esta era digital, esa conclusión dentro poco volverá a mutar en otra idea, en base a como los usuarios de los mencionados espacios en internet harán uso y apropiación de los mismos para hacer escuchar su voz en cuanto al cine.

El cine. Parece como si estuviera en un segundo plano en esta discusión, pero nada más lejos de la realidad. Justamente hace poco se estrenó en internet el documental The Pirate Bay Away from Keyboard, donde se muestra la contienda legal que está teniendo lugar en la era del copyleft y la batalla prácticamente perdida por los derechos de autor por parte de las grandes compañías. Toda una re-significación de lo propio y lo ajeno en un arte que, en el caso de Argentina, tiene a directores como Pablo Parés y otra larga camada que ya están optando por ir directamente a las redes sociales para “estrenar” su película. Al igual que las voces que opinan sobre el cine, este pasará a “ser de todos” de una forma diferente.

¿Cómo se adapta este cine en esos espacios de múltiples voces, donde la crítica de microblogging se encuentra con la opinión de Doña Rosa en Facebook o Twitter y se pierde tanto o más que como se puede perder la nueva película de Parés entre el montón de contenido online? Será cuestión de encontrar la forma de que ese licuado de miradas y voces se compacte en un consenso más o menos generalizado de cómo seguir adelante, y ver si se sigue apelando al tráiler común y corriente o ya basta con spammear a Dios y medio mundo pidiendo el “Me Gusta” y el “Compartir” o el “Retweet”. Al fin y al cabo, el objetivo sigue siendo el mismo: que se miren las películas.

Una vez superado ese obstáculo, recién ahí tocará analizar bien el rol que juega la crítica de cine actualmente, y cómo podrán convivir los críticos de oficio con los “opinadores” internautas, quizás también futuros laburantes en el campo de la crítica especializada. Mientras tanto, todo seguirá mezclado en un abanico inmenso de posibilidades que todavía seguimos conociendo y reinventando (parece mentira que Facebook se inventó hace de 8 años). Por ejemplo, ya están apareciendo junto con las críticas de 140 caracteres en Twitter, las foto-críticas, que resumen la devolución de una obra en un simple pie de foto, esta a su vez elegida de forma significativa para la idea que se quiere dar. El panorama 3.0 cada vez nos obliga a idear formas de comunicarnos más similares a las ideas en sí, rápidas y pasajeras. ¿Cómo lograremos condensar ahí una opinión formada y minuciosa de una obra artística como la que intenta redondear una crítica de cine? Una nueva incógnita que se abre, pero antes queda definir quiénes serán los encargados de hacerlo.

Y así se vuelve, como un círculo vicioso de incertidumbre pero a la vez fascinante replanteo del oficio, al punto de los destinatarios, no sólo de las películas sino de las críticas en sí. De por sí esta última siempre fue más de nicho. Es lo menos masivo que hay dentro del universo que rodea al cine, por lo tanto no cambiará mucho más la visión que tengan los espectadores al respecto. Siempre aquel que quiera leer crítica podrá, aunque quizás más adelante se tenga que amoldar también a los nuevos formatos.

Finalmente, asombrados miramos el presente tan incierto en este panorama de constante mutación de los espacios de difusión del cine y la crítica. La revolución de las ideas llegando más tarde que la revolución de los formatos: un futuro quizás un poco desesperanzador, donde actualmente está puesta en duda la pureza del oficio y su valor en sí mismo. Los críticos argentinos más veteranos debaten sobre lo pobre que escriben los críticos jóvenes, y estos ponen foco en un problema que escapa a las generaciones. Cada hipótesis busca su espacio, así como cada película busca su vida ideal entre un nuevo público. Y mientras tanto, todo sigue transformándose. 

jueves, 15 de agosto de 2013

The Conjuring

Título: The Conjuring
Dirección: James Wan
Guión: Chad Hayes, Carey Hayes
Género: Terror, Thriller
Duración: 112 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Lili Taylor, Ron Livingston


Lo que vale es el intento

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

Creo que el género de terror está en una de sus peores épocas en la historia del cine. Dicho esto, son contadas con una mano las obras que salen por año que logran un atisbo de buen gusto para una realización acabada y digna de un público que lleva años y años esperando ese resurgir de un movimiento estético y narrativo decaído hasta lo más pobre que puede brindar.

Y ahí aparece James Wan, incansable trabajador del suspense, creador de la obra maestra El Juego del Miedo (Saw, 2004) que, si bien se les fue la mano con las secuelas, logró quedar en el imaginario colectivo como una obra de culto y sentar las bases para sus burdas copias consiguientes. Años más tarde vino La Noche del Demonio (Insidious, 2011), un intento muy atinado de volver a los orígenes del género y así resetear la máquina del terror. Lamentablemente, en esa película quedó un pastiche muy extraño y las actuaciones no estaban a la altura, aunque el resultado final es al menos digno de darle un vistazo.

Toda esta introducción es necesaria para entender por qué se está armando tanto ajetreo con El Conjuro (The Conjuring, 2013), una película que vive del homenaje a obras clásicas como El Exorcista, Poltergeist, El Resplandor e incluso Los Pájaros. Imposible que algo salga mal si se respetan las fórmulas de genios como Friedkin, Hitchcock o Kubrick. Pero acá debo plantarme y decir que eso no basta. Es necesario ir un poco más allá para salvar al terror.

No basta plantear una serie de situaciones en un espacio para filmar un montón de lugares comunes y efectismos varios que logren impactar. Así no. Porque El Conjuro tiene eso, mucho homenaje, pero poca originalidad para resolver dichas situaciones. Y si bien el resultado puede ser una película terrorífica, con momentos bien logrados, como el exorcismo o la escena filmada con cámara en mano en el sótano emulando los mockumentales como Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007) o la clásica El Proyecto Blair Witch (¿vieron? seguimos con los homenajes), simplemente no basta.

Viniendo de un tipo como Wan, creador de Saw, que ya tiene un universo más o menos marcado con otras obras menores como El Silencio desde Mal (Dead Silence, 2007) o la mencionada Insidious (que tendrá su secuela, a estrenarse este mismo año), es injusto atribuirle el mérito que se le está dando en la crítica por “revitalizar” el género, cuando lo único que hace es apoyarse en el homenaje obvio y directo, aplicando leves retoques con distintivo propio.

El tono de la película es casi el mismo que el de su anterior filme, el mencionado Insidious. Y a partir de esta nueva película, creo que aquella es aún mejor, porque su mérito era la búsqueda original de momentos visuales que impacten, más allá de los clichés y las pésimas actuaciones.

En definitiva, en este austero panorama para el género, realizadores como Wan al menos dan que hablar y nos remiten a los buenos tiempos del terror. Esta película no es la gran cosa, pero al fin y al cabo, entre tanta bazofia, lo que vale es el intento.


Los Amantes Pasajeros

Título: Los Amantes Pasajeros
Dirección: Pedro Almodóvar
Guión: Pedro Almodóvar
Género: Comedia
Duración: 90 minutos
Orígen: España
Año: 2013
Reparto: Javier Cámara, Lola Dueñas, Cecilia Roth, Antonio Banderas, Penélope Cruz, Blanca Suárez, etc.


Perdidos en las nubes

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

Es difícil hablar de una película de Almodóvar, porque este director siempre esconde detalles en su cine que lo convierten en un genio. Sin embargo, tiene sus altibajos, pocos, pero altibajos al fin. Los Amantes Pasajeros es sin dudas uno de ellos, quizás una de sus peores películas, sino la peor.

Después de una década en donde tuvo una etapa oscura en su propuesta, coronada con la interesantísima La Piel Que Habito (2011) y la poética Los Abrazos Rotos (2009), pareciera ser que este emblemático realizador decidió volver a sus orígenes, para encontrarse con el Pedro más zafado y salido de los esquemas. Respeta el tono de aquellos filmes como Laberinto de Pasiones (1982) y La Ley del Deseo (1987), pero el resultado parece fallido porque hay todo un trayecto recorrido que hace que esta vuelta al comienzo no sea agradable, ni siquiera como una propuesta auto celebratoria.

Tal y como le pasa al avión de la película, Almodóvar llega a un punto en que no sabe dónde parar porque perdió uno de sus trenes de aterrizaje, entonces se pone a dar vueltas y vueltas en busca de un lugar de seguridad donde acertar un gag que haga efectivo el intento de hacer un producto como este. ¿Es una metáfora de su propio cine adrede o es una infeliz casualidad? Difícil saberlo con este genio.

Lo que sí sabemos es que semejante reparto para una película tan sosa es una pasada total, y hacia la mitad de la trama, cuando se quiere bajar un cambio a todo ese desparpajo de comedia berreta, todo se vuelve una orgía de mal gusto y minutos de sobra en lo que sucede. Pareciera que tanto a director como a actores ya no les sienta bien ese tono. Sin embargo, los únicos que salen airosos son Javier Cámara, Raúl Arévalo y Carlos Areces, el trío de azafatos que le pone picante a la ensalada de gags fallidos. Los tres tienen una escena de lujo, que a pesar de lo floja que es la película, vale el precio de la entrada: un musical, con I’m so excited de The Pointer Sisters, con un baile muy divertido y sincronizado. Es como si Almodóvar siempre hubiera querido filmar esa escena, y Los Amantes Pasajeros es solo una excusa para hacerla. Probablemente todos estemos de acuerdo en que es lo mejor de la película, sino lo único bueno que tiene.

El resto, un montón de chistes malos que se pasan de la raya, con personajes muy caricaturizados y hasta obvios. Comparo cada gag con el momento en que uno está ayudando a alguien a estacionar en un lugar ajustado; lo vas guiando, avisándole hasta donde parar, y cuando le decís “listo”, el conductor (Almodóvar) sigue, no le importa nada, y no sólo toca el auto de atrás, sino que lo choca, lo estrella contra los que están estacionados más atrás, y uno queda agarrándose la cabeza por lo que acaba de ver. Si a eso agregamos el final malísimo, para que todos salgan contentos, ya es hasta para enojarse con este grosso. ¡Te hubieras jugado un poco más ahí, Pedro! ¡Das para muchísimo más!


Wino para rograd (?)

A raíz de mi texto en La Mirada Indiscreta sobre Vino para robar (el cual también pueden leer en este blog), me quise hacer el chistoso por Twitter y comentar que fui el primero en el portal TodasLasCríticas en hablar en contra de la película. Admito que boqueé demás, pero es algo que suelo hacer, como sabrán los que disfrutan (o no, quizás) discutir sobre algo conmigo en los comentarios de algún post de Blogger, Facebook, etc. 

El director de la película, Ariel Winograd, me contestó el tweet de modo sobrador, tal vez en el mismo tono canchero que quise usar yo, pero me lo tomo con el sentido del humor que él impregna en sus películas (no me gustó mucho Vino para robar, pero sí sus dos anteriores películas).



Del mismo modo escribió, notablemente más ofuscada, la productora de la película, Nathalie Cabiron. La señorita tiene menos sentido del humor, pero al menos leyó más el texto.










Notas de este don nadie:
1) Quien escribe estas líneas nunca contestó a la pregunta sobre el término "fórmula de productores".
2) Quien escribe estas líneas no amplió lo de "pretensión desmedida", porque en realidad nunca usó esa expresión en su crítica. Tampoco le va a pasar la fórmula a la productora.
3) Quien escribe estas líneas sí contestó el tweet sobre lo del "mensaje inspirador".




Fui sincero. Realmente pienso eso, y no quise entrar en discusión con estos realizadores, que francamente hacen mucho más por el arte que lo que yo pueda opinar desde donde sea que escriba por estos días. Como bien dijo una vez el crítico Leonardo D'Espósito, "el mejor texto de un crítico vale menos que la peor película hecha", o algo así. Solo que acá no hay tal crítico, y Vino para robar está lejos de ser la peor película hecha. De hecho, le va muy bien en esa combinación tan difícil que implica la crítica especializada y la respuesta del público, tanto en taquilla como en opinión general.

Es por eso que me llamó la atención la contestación twitt-patota y quise remarcarlo en este post especial. No me parece que sea sano para el arte este tipo de comportamiento al estilo Diego Rafecas (cineasta que sí merece menos respeto, porque realmente hace películas horribles, además de tener un comportamiento muy extraño) y su cruzada contra la opinión sobre sus obras. 
Fui el primero en hablar en contra de la película (porque me parece cualquiera que la tilden de "hitchcockiana", realmente), lo cual habla muy bien de la misma. Sin embargo, habla bastante mal de los realizadores este tipo de reacciones contra un X-man que escribe en una web. Faltó altura y sutileza, algo que, por cierto y paradójicamente, tiene Vino para robar, con todo y sus defectos. 

Vino para robar

Título: Vino para robar
Dirección: Ariel Winograd
Guión: Adrián Garelik
Género: Comedia
Duración: 103 minutos
Orígen: Argentina
Año: 2013
Reparto:  Daniel Hendler, Valeria Bertuccelli, Martín Piroyanski, Pablo Rago, etc.

Enrular el rulo

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

La nueva película de Ariel Winograd respeta las fórmulas de cualquier película argentina que busca un buen pasar por la taquilla: cientos de giros argumentales y mucho humor bien puntuado en el guión, sumado a muchísimas referencias a obras de culto hollywoodenses. El género está bien planteado, la dupla conformada por Daniel Hendler y Valeria Bertuccelli funciona muy bien en pantalla y los aportes del resto del reparto le agregan el toque final a una receta de “éxito”, que de todos modos no garantiza una buena película.

Vino para robar tiene sus buenos momentos, como la escena del robo de la máscara o aquellos en que Martin Piroyansky se luce con su alemán berreta. Sin embargo, la película peca de pretensiosa e intenta ir más allá de lo que podía bastar para un producto bien acabado. Hacia el tercer acto, la trama toma un curso muy rebuscado y le da varias vueltas a un asunto que termina entorpeciendo lo que pudo ser una comedia romántica con tintes de acción al estilo de la saga de James Bond (con sus obvias referencias a lo largo de todo el filme) con varios logros, principalmente desde lo actoral.

Resulta curioso que recién ahora se crucen las carreras de Hendler y Bertuccelli, dos intérpretes sumamente talentosos que empezaron en el cine más indie argentino y ahora se encuentran haciendo obras de mayor envergadura. Y lo curioso es que este trabajo es el Nº 18 de ambos, lo cual es más notorio. Durante la película se nota muy bien cómo el paso de sus carreras los hizo artistas todo-terreno, tanto para los gags como para los momentos emotivos. Del mismo modo Piroyansky cierra un trío muy divertido, con muy buenos momentos entre los tres, como el de la piscina del hotel. El elenco lo cierran, aunque no con la misma consistencia, Pablo Rago, que a pesar de esos zoom bruscos tan graciosos que le hace el director para presentarlo no logra un personaje (usando la jerga de la vinicultura) con cuerpo; y Juan Leyrado, que por momentos hasta parece una caricatura de un villano.

El director de Cara de Queso y Mi primera boda aprovecha el despliegue de producción con el que contó para filmar muy bien las escenas en los exteriores de Mendoza, así como también dotar de un muy buen ritmo a la historia, especialmente aquellas en que el trío de ladrones está en plena logística. Pero donde falla es cuando intenta darle un tono de grandilocuencia a una propuesta que ya era enorme y hasta casi inverosímil, y no se anima a aceptar las limitaciones que tiene y estira la historia hasta el hartazgo. De hecho, la resolución de la película es mala y para nada está a la altura de lo que había sido antes de que se dé la primera vuelta de tuerca grande que comienza a desordenar todo.

Vino para robar quizás tenga una buena acogida del público y hasta parece estar bien hecha. Pero no se engañen, está llena de fórmulas de productores y es engañosa. Dentro de toda esa risa bien lograda y del despliegue de muy buenas actuaciones de los protagonistas, hay un intento por ser más grande que las películas que referencia en sus momentos de mayor libertad.


Los Dueños


Título: Los Dueños
Dirección: Ezequiel Radusky, Agustín Toscano
Guión: Ezequiel Radusky, Agustín Toscano
Género: Comedia
Duración: 95 minutos
Orígen: Argentina
Año: 2013
Reparto:  Rosario Blefari, Germán de Silva, Sergio Prina y Cynthia Avellaneda


De la propiedad y otros yeites

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

Ezequiel Radusky y Agustín Toscano, que debutan como directores con su ópera prima Los Dueños, están por ingresar a la sala con sus colegas para la proyección especial que se hace por el Día del Director Audiovisual en el Arteplex Belgrano, cuando el encargado de cortar los boletos los retiene y no los deja pasar. “Sin entrada, me tienen que avisar cuáles son los invitados”, les dice. Ellos dos son los únicos sin una entrada (que encima era libre y gratuita, sólo había que conseguirla en boletería), por lo que el resto empieza a pasar mientras el dúo tucumano se parte de la risa por la situación: en su día, para el estreno de su película, no les permiten el acceso. “Esto es buenísimo, no podemos pasar,” se ríe Radusky y se va a buscar entradas. “Está bien –dice entre risas Toscano – ellos están haciendo su trabajo, a ver si llegan a aparecer dos impostores de Ezequiel y Agustín y hablan por nosotros.”

Así de divertida es la dupla de directores de Los Dueños, película que tiene en sus 95 minutos impresa a la perfección este tipo de humor: distendido, algo frío, otro poco polémico y, principalmente, con una tonada tucumana bien marcada. Lo mejor que tienen los dos directores es la forma en la que piensan distinto. Tras la proyección, se abrió una instancia de diálogo con el público y casi nunca coincidían en la forma de ver a los personajes, la temática de la película, e incluso hasta en lo que se quiso mostrar. Sin embargo, el resultado es notorio.

Los Dueños es una muestra de como se puede hacer una película con un arraigo regional sin caer en barreras de incomprensión o alusiones muy cerradas. La historia se desarrolla en un marco campestre de Tucumán y sin embargo cualquier público puede entender lo que sucede, porque está narrado desde el lenguaje más universal: el humano. De hecho, la película recibió la Mención Especial en la Semain de la Critique este año en Cannes, lo que confirma esto último.

En el filme se cuenta la forma en que una familia de cuidadores ocupa la casa en la que trabajan cuando sus dueños no están. Dos hermanas y sus respectivos maridos viven allí en períodos determinados, sin saber que el personal de mantenimiento disfruta sus comodidades en el tiempo que se ausentan. El pintoresco trío conformado por padre, madre e hijo, duerme en las camas, nada en la piscina, utiliza la tv pantalla plana para ver dvd’s truchos y toma el vino de la familia. Y con esta simpleza en la trama, acompañada por una serie de gags muy efectivos y una brillante actuación por parte de todo el reparto, el trasfondo se torna complejo e invita a repensar ciertas cuestiones que hoy todavía están muy ligadas en la sociedad. ¿Quiénes son los dueños de ese objeto en pugna? ¿Mediante qué medios? ¿Y en realidad son dueños de qué? ¿Una casa, un territorio o un derecho? Clase baja contra clase alta, un choque muy elemental, pero tratado con mucha alturavy sin escapar a la discusión a conciencia sobre propiedad privada y relaciones de poder. Esta película no puede dejar indiferente al espectador.

Lo más notable es la puesta en escena, y el logro mayor es haber hecho que los espacios donde la acción se torna siempre compleja y tensa sea dentro de la casa en cuestión, y no en los alrededores. Incluso hay una escena en que el patrón arregla algo (que no diremos para no arruinarles la trama) con los peones, y lo hacen en un galpón, lejos de la casa, como queriendo evitar ese lugar. Los directores dijeron que esto nace de una idea inicial de que esta sea una obra de teatro:

Queríamos que sea en el campo. Iba a ser bastante difícil porque queríamos convocar a la gente del centro, subirla a un vehículo y llevarlos allá. Incluso la idea era que una vez allí puedan ellos ir de una casa a la otra, al galpón, los corrales, y así sucesivamente,” cuenta Agustín Toscano. “Cuando se transformó en película todo se volvió mucho más realizable.” Por suerte esa decisión se tomó, sino no se habría hecho la proyección por el 23 de junio y no habríamos podido dar comienzo a ese largo debate que seguramente dará lugar tras su estreno en las salas comerciales.


Metegol

Título: Metegol
Dirección: Juan José Campanella
Guión: Juan José Campanella, Eduardo Sacheri
Género: Animación, Aventura, Romance
Duración: 106 minutos
Orígen: Argentina, España
Año: 2013
Reparto: Pablo Rago (voz), Fabián Gianolla (voz), Miguel Ángel Rodriguez (voz), Horacio Fontova (voz), Marcos Munstock (voz), etc

¡Hay equipo!

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

En el cine hay dos formas de recibir una película: como un estreno o como un acontecimiento. Metegol, la nueva película de Jota-Jota Campanella, está lejos de ser una más en la historia del séptimo arte argentino, por su costosa producción ($22.000.000), así que se inscribe más como un hecho sin precedentes que –esperemos- marcará un puntapié inicial para escalar posiciones en la tabla del mercado y (permítanme una alusión futbolera más) pasar a jugar en la “A”.

El director ganador del Oscar por El Secreto de sus Ojos pone todas las piezas en su lugar con una historia muy bien contada, hecha para todo público y de una factura técnica impresionante. La película es un triunfo desde el comienzo, con el homenaje a Stanley Kubrick, hasta los créditos finales musicalizados por Calle 13. Llena de gags muy bien puestos dentro de una estructura narrativa que, excesos más excesos menos, nunca se cae, esta historia animada va tomando forma épica a medida que se construye el relato central: un muchacho de pueblo que la tiene muy clara con el metegol y debe reunir al equipo para un gran reto personal, que termina significando mucho para todos aquellos que lo rodean.

Los personajes están muy bien construidos, cada uno delineado de una forma que logra empatía con el espectador, algo muy propio de un director que siempre se sintió cómodo armando un mundo en torno a un grupo de seres humanos que tienen objetivos en común. Campanella en sus películas siempre gusta de contar historias que son simples y hasta un poco superficiales, pero siempre mostrando que tiene muchísimo tacto para narrar todo con una calidad impecable, dándole credibilidad a todos los elementos. Ahora le toca dar vida a muñecos de metal, claramente inspirado en piezas clásicas de Disney, pero manteniendo  una marca regional que va desde modos de hablar de los actores hasta la musicalización rioplatense. Es difícil que el público no empatice con lo que propone J.J. con estos simpáticos jugadores miniatura.

También está su toque autoral: el amor dentro de la amistad, la pasión por una comunidad y las motivaciones humanas, todo dentro de una atmósfera de costumbrismo especialidad de la casa. Sólo que esta vez Campanella se anima a un poco más y brinda una cuota de magia que la película precisa para conectar con el público más joven. Ojo, eso para nada deja afuera a los más grandes. Hay para todos. Y tampoco deja afuera ciertas críticas a la generación actual, con sus imposibilidades para comunicarse y sentir más dentro de la parafernalia tecnológica.

Así como el padre no le puede contar a su hijo esta gran historia hasta que este último no esté preparado para imaginar, de la misma forma Campanella no podía hacer Metegol hasta que estemos listos para acompañar este salto de calidad. Y muchos pueden simpatizar o no con el cine de este señor, pero ya es cada vez más difícil negar que es un antes y un después en cuanto a realización local, por todo lo que está logrando para mostrar afuera lo que acá se puede hacer.

Ahora resta saber si esto quedará sólo como un acontecimiento anecdótico o si realmente la cinematografía argentina, con el impulso socio-político necesario y una industria que intenta consolidarse con debate y todavía mucho por trabajar, está dispuesta a hacer más golazos como estos.


Cesare deve morire

El arte libera

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

Los hermanos Vittorio y Paolo Taviani venían de mucho tiempo sin hacer nada notable. Tras varios años haciendo productos menores y hasta algunos telefilms, reaparecieron con su majestuosidad cinematográfica en la Berlinale 2012 con esta película que reivindica el poder del arte para elevar el alma a un estado de libertad superior.

César debe morir transcurre en una cárcel de alta seguridad de Italia, donde los reclusos ensayan el Julio César de Shakespeare los meses previos al estreno en el teatro de la institución donde están presos. Con fotografía en blanco y negro, exceptuando la presentación final de la obra, los Taviani van poniendo la cámara en plenos ensayos, como aprovechando la escena teatral para un ejercicio cinematográfico refrescante y sumamente potente a nivel visual, que convierte el filme en una doble-obra, tanto desde el aspecto teatral como el de la película en sí misma, respetando magistralmente una sola línea narrativa en la que convergen varias ideas que dan poder a la imagen.

El valor del cuerpo como medio de comunicación de la dramaturgia está puesto en un lugar que pocas veces se vio en el cine reciente. La conciencia artística puesta en su más grande expresión, mediante el poder del cine y su raíz influyente más cercana, el teatro.

Se destaca la presentación de los personajes, un casting que dura casi diez minutos, pero que resume a la perfección la idea de mostrar la condición en la que se va a encarar la obra.

La más reciente película de los octogenarios cineastas italianos nos hace partícipes de cómo estos actores (que son prisioneros de verdad, a excepción del protagonista Salvatore Striano, ex convicto, ahora actor profesional) viven la actuación y la incorporan a sus vidas como una forma de olvidar el tiempo que llevan privados de la libertad. De hecho, en un momento uno de los protagonistas rompe la cuarta pared y se dirige a la cámara para pronunciar una frase fuerte y bellísima: “Desde que descubrí el arte, esta celda se ha convertido en una prisión.”


World War Z

Brad contra los zombies

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

Llegando a sus 50, y cada vez más reconocido por su calidad actoral, Brad Pitt ahora se da el lujo de producir pelis en las que él se pueda divertir actuando. Y esto es lo que más se agradece en la apocalíptica Guerra Mundial Z, de Marc Foster. Es como si tantos años de multifacéticos papeles hubieran desembocado en este “juego a ser el héroe de carne y hueso que intenta salvar el mundo”, en pleno auge de películas de super-héroes.

Es también como si Guerra Mundial Z aunara todos esos componentes de producción-tanque de Hollywood, sumando algunos guiños a éxitos actuales (claramente, hay un oportunismo con el apogeo del sub-género zombie que supuso la serie televisiva The Walking Dead) y los dejara en manos del único actor que podía quedar creíble siendo un padre de familia que es llamado a salvar a la humanidad, justo cuando esta se empieza a devorar a sí misma.

El resultado de esta ecuación nos deja, sin embargo, un producto bastante ambiguo, en el que lo único realmente sólido son los dotes actorales de Brad y algún que otro momento bien construido. Como el clímax de la película, que se desarrolla dentro de un ambiente bastante minimalista totalmente opuesto a la magnanimidad de todo el filme.

En los momentos en que el director se juega por humanizar a los personajes, sin importar el valor que le dé a los diálogos (bastante flojos, dicho sea de paso), es cuando la trama es creíble y Guerra Mundial Z se vuelve mucho más disfrutable. Porque Pitt realmente se pone al hombro la trama y deja obsoleto los intentos de producción de hacer que el héroe viaje por todo el mundo para que el espectador se crea que el problema es a escala global, o poner personajes de relleno para que el susodicho no se las sepa todas y parezca menos invencible.

Y aún así, la película nunca levanta vuelo y se queda a mitad de camino en todo. No es ni una peli de acción, ni de terror, ni de aventuras. Es una mezcla fría de todo, queriendo abarcar mucho y apretando poco. No esperen el gore al estilo George A. Romero, ni el frenesí de 28 Días Después, ni la carga dramática de The Walking Dead.

Foster, responsable de obras como Monster’s Ball o Descubriendo Nunca Jamás que últimamente se volcó a hacer basuras de acción como 007: Quantum of Solace y otros desparpajos cinematográficos, nunca se decide a darle una impronta propia a la película, y eso le juega muy en contra, ya que su carrera demostró que cuando se jugó por la humanidad en la dirección de actores logró cosas más que aceptables. En esta película prefiere más el ruido y el choque visual. Y si hay algo que queda demostrado en producciones de zombies, es que se necesita darle humanidad a la historia. Es por eso que Brad Pitt está tan creíble, pero a la vez tan solo, tal y como los guionistas pusieron a su personaje a luchar contra la epidemia zombie.

De todos modos, un buen actor siempre necesita una mala película para mostrar que aún así puede dar algo digno. Y este es el caso de Guerra Mundial Z, donde este actor ya cincuentón hace las mil y una, y es creíble solo porque pareciera estar divirtiéndose mientras salva al mundo.

Man of Steel


Super-Mesías

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta


El Hombre de Acero es la película sobre Superman que faltaba en el DC Universe para comenzar el camino a ese súmum que sería – según los rumores – La Liga de la Justicia, así como Marvel lo hizo con Los Vengadores (2012). Como en el mundo de las novelas gráficas, la competencia se instaló también en el cine, después del fracaso que supuso Superman Regresa (2005), y ahora tienen un producto digno con el cual pelear además de la ya finalizada saga de Batman, dirigida por Christopher Nolan, quien en esta ocasión se pone en el rol de productor.

Si se la ubica en este contexto, la película dirigida por Zack Snyder no está nada mal. Introduce muy bien al personaje (de forma excesiva, pero lo hace) en lo que será la primera de tres películas de esta franquicia, tiene efectos especiales excelentes, y está llena de estrellas que redondean el concepto de tanque absoluto hollywoodense.  Ahora, ¿esto la hace una buena película en sí? No necesariamente.

Porque la historia, como dijimos, necesita introducir tanto todo el universo, que pierde demasiado tiempo. Si a eso sumamos la excesiva poética que buscó el director de Watchmen (2008) en todos esos planos-detalle y la retocadísima fotografía, llegamos a la mitad del filme hastiados de tanto drama, flashbacks y búsqueda interior para explicar el devenir de Clark Kent. ¿Tan difícil era contar la vida del kryptoniano? Se complicaron demasiado.

La película se hace larga. Muy larga. Tal es así, que cuando llega todo el clímax en el tercer acto, ya es más como un trámite para finalizar la trama. De hecho, la batalla final está muy bien filmada (sobre todo por el 3D), pero hasta parece agregada como si en los estudios hubiesen notado que faltaba acción. Todo se resume en un final abierto, típico de la tinta de Nolan y David Goyer, en que se hace un guiño con el espectador para generar empatía, como si eso aplacara todo el tedio anterior. Tres cuartos de la película son casi soporíferos, pero el peso que nivela la balanza para la calidad de la película, por suerte, recae en todo el efectismo despampanante del último acto. Cada uno dirá si eso es positivo o negativo.

La música, otro elemento de solemnidad necesario en las producciones de Nolan, vuelve a estar a cargo de Hans Zimmer (sí, ante el éxito de Batman, Warner quiso repetir la fórmula casi a rajatabla). El alemán logra una partitura espectacular, pero ya se está repitiendo un poco. Si bien la música en la película no deja de ser intensa, hay bastante de El caballero de la noche asciende (2012) y El Origen (2010) en ciertos pasajes, por lo que por momentos se extraña la particular e inigualable banda sonora que John Williams hizo para las películas protagonizadas por Christopher Reeve.

Las actuaciones están bien, todas. Incluso el no-muy-conocido Henry Cavill no lo hace mal en el papel protagónico. Pero, nuevamente, el problema es que todos quedan atrapados en la nube de drama que impusieron Nolan y Goyer. Russel Crowe roba cámara como nunca, haciendo de un Jor-El que es una suerte de conciencia-deidad que controla las acciones de los personajes implicados, aun cuando en el comienzo del filme ya tiene una secuencia en la que se luce como personaje clave.

Y aquí entra la duda de si era necesario el tono religioso en una película que pone a un alienígena con súper poderes como si fuera un Mesías, con llamativos paralelismos hacia la figura de Jesucristo. Superman tiene 33 años, intenta representar la fe en los humanos incluso cuando es rechazado (y varias veces casi asesinado) por ser considerado superior. Hasta su cuerpo adquiere la figura del Cristo crucificado antes de dirigirse a una escena en particular. Eso, sin contar la parte en que Clark Kent entra a una iglesia católica a pedir consejo de un cura antes de tomar una decisión trascendental. “Él será como un dios para ellos”, dice Jor-El en un momento.

¿Era necesario hacer eso, Nolan, Snyder y Goyer? Bueno, uno se hace esta pregunta bastante a lo largo de todo lo que dura El Hombre de Acero.

The Hangover Part III

Título: The Hangover Part III
Dirección: Todd Phillips
Guión: Todd Phillips, Craig Mazin, Jon Lucas, Scott Moore
Género: Comedia
Duración: 100 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Bradley Cooper, Ed Helms, Zach Galifianakis, Ken Jeong y John Goodman

Sobrios, pero aún re-sacados

Texto originalmente publicado en La Mirada Indiscreta

La Manada compuesta por Bradley Cooper, Zack Galifianakis y Ed Helms vuelve al ruedo por última vez para una película en la que no hay resaca, pero sí mucho descontrol, como en las anteriores dos entregas de esta trilogía dirigida por Todd Phillips. Nuevos personajes y un tono mucho más sombrío son los elementos más llamativos de un cierre a la altura del universo desmesurado que logró el maestro de las road movies.

En esta ocasión no hay fiesta, no hay casamiento, ni alcohol, sino un simple disparador emocional y psicológico en uno de los personajes, que empieza a desencadenar una serie de hechos bastante salidos de control, que no le escapan a las secuencias de acción y a un cine arriesgado desde la puesta en escena. Esta vez ya no importa el desempeño actoral, clave en el éxito de la primera parte, sino más lo que ocurre y lo que los altera. Los personajes son funcionales a una narrativa muy fluida, que va tomando color a medida que las cosas se ponen peores. En definitiva, una más de ¿Qué pasó ayer? como bien sabe hacerla Phillips y su “manada”.

Lo curioso es como esta vez no se centra todo en la comedia, sino más bien en lograr un clima y escaparle al género. Los elementos de un policial, acción, suspenso y obviamente todo lo que se necesita para una road movie, terminan siendo mucho más gigantescos que los gags, que son puestos a cuentagotas, con una sutileza ya característica de la casa. Y es sólo en estos tramos en que importa el arrollador trabajo que hace Galifianakis con su ya mítico personaje. Su inestabilidad emocional y su facilidad para tirarse a lo grotesco funciona a la perfección cuando se pone a dúo con el excéntrico Ken Jeong, el factor extremo que esta vez marca el tempo de la trama como nunca lo había hecho.

Y es ahí cuando todos los detractores de esta trilogía (los amargos que se toman demasiado en serio una serie de películas que ni siquiera lo intentan) deben callarse y apreciar la evolución que logró Phillips con el personaje de Mr. Chow. De villano en la primera, a ladronzuelo chistoso en la segunda, a criminal protagonista, todo coronado con la escena inicial del filme, la mejor forma de introducir la importancia que tendrá en esta última entrega.

A pesar de ciertos momentos de inverosimilitud ya vistos en la segunda, y algún dejo de nostalgia que se sale un poco de la propuesta jocosa, ¿Qué pasó ayer? Parte III tiene mucha risa garantizada para el espectador, y nuevamente no busca la grandeza. Se sabe poco solemne, aunque juegue un poco con eso, y mantiene el tono que la hizo memorable. No es mejor que la primera parte, pero sí se pone en un lugar privilegiado de la filmografía de Todd Phillips, para reafirmar su condición de director que sabe lo que quiere, sabe lo que hace, y cuenta historias con la simpleza y categoría necesarias para brindarnos un momento sumamente disfrutable.


miércoles, 14 de agosto de 2013

Editorial: Palitoh Forever

Fueron dos las veces que dejé de lado este espacio que tanto me llena en todos los sentidos. La primera ya fue hace dos años, cuando a mediados del 2011 dejé de publicar por motivos que ya no recuerdo. La segunda fue el intento fallido de retornar a la actividad constante a principios de este año: un febrero donde amagué con volver con todo, pero me quedé a medio camino, con una no muy extensa pero sincera crítica a la última película de Quentin Tarantino. 

Ahora, con los ánimos renovados y ya asentados en un nuevo lugar (me mudé a Capital Federal, aunque eso sea un dato irrelevante para muchos), nos embarcamos en esta suerte de 3ra parte de una trilogía que arrancó bien, se vino medio abajo pero fue linda en su secuela, y su tercera puede ser prometedora o bien irse al pasto de nuevo. Cual saga Batman de Tim Burton, vamos a ponernos bien mufa y titulamos este editorial como la tercera entrega que comandó el fracasado de Joel Schumacher. 

¡Caterva de sensaciones!

Hace poco, reunido con los colegas de La Mirada Indiscreta, sitio web en el que me embarqué como una nueva experiencia cinematográfica en esta bizarra carrera subversiva como pseudo-crítico, a una de mis amigas del staff de redacción le causó gracia escuchar el nombre del hosting: el blog de Palitoh. O le llamó la atención, no sé. Capaz nunca expliqué qué es: simplemente un seudónimo de toda la vida, reafirmado por una gran amiga de la secundaria, cuya ocurrencia también mutó en un cariñoso apodo por parte de los más cercanos.

Este blog es como un nicho donde siempre pensé que dejé un pedazo de mí. Intento ser sincero con mi visión del arte (a veces se filtra algún que otro texto sobre discos o eventos varios), y me sale así, pero es bueno destacar que este nombre al que cambié desde la segunda etapa es en homenaje a una de mis canciones preferidas de La Máquina de Hacer Pájaros. No dejo link porque es re pirata eso; cómprense el disco, Películas, una obra maestra del rock argentino, algo que sólo podía salir de la mente de un genio como Charly García, personaje al que cité en varias ocasiones en mis textos.

Y como verán, hay mucho rock en esta nueva etapa. Sí, se viene mucha más música en Qué se puede hacer..., porque es un distintivo en mi vida. Eso incluye, además, info sobre lo que sea que esté haciendo musicalmente (tengo una etapa rockera que la mayoría desconoce, y la pienso reivindicar por puro hobbie) y lo que esté escuchando o rememorando. 

Por supuesto, muchas películas, de todos los años, tonos, géneros y sabores (sí, vamos a comer películas también, no sé como pero lo vamos a hacer). That's kind of my life now.
Estoy escribiendo mi primera película, con la supervisión de un groso como Gabriel Medina (Los Paranoicos, La Araña-Vampiro) y voy a seguir colándome en rodajes, estudiando cine, etc. Así que no es joda cuando digo que vamos a vivir por y para el cine.
¡Todo esto nació de la nada! Pintó volver a full, viste. Ah, sí, nos ponemos más coloquiales también. 

Secciones nuevas.... esta vez en serio

Basta de vender humo. Ahora, de verdad, se vienen retrospectivas, refritos, informes especiales, rankings inventados (como siempre) y alguna otra bizarreada que se me ocurra, así como también volverán los cuentos cortos. Y por supuesto, el Top 10 anual y los infames Premios Palitoh. Pometo ponerme al día con los amigos y amigas de la blogósfera cinéfila, visitar más sus sitios y participar del Directed By o los Blogger Awards (¡este año colgué, por los cambios que estuve teniendo! Sepan entender). 
We stay classy
Eso. Aires renovados, muchas ganas de hablar, hacer y respirar cine. Etcétera. 

En este editorial queda asentado que este blog no ha de morir como pasó antes. Y de paso, titulándolo así, intentaré romper el maleficio de la olvidable película de Schumacher. Sigo escribiendo en NBA LAKERS BLOG, hablando de mis amados Lakers en el blog increíblemente más leído en habla hispana sobre el equipo angelino de baloncesto, y ahora me sumo a la ya mencionada La Mirada Indiscreta, sitio de crítica de cine que tiene mucho de tufillo hitchcockiano en su estética y propuesta, como notarán en el nombre y el logo. De ahí estaré poniendo mis textos acá también, ya que estamos.

También, en su momento subiré a la web los dos cortos documentales que dirigí (el más reciente todavía siendo retocado antes de ser lanzado) en mi estadía en Posadas. Uno de ellos, Lejos de casa, fue premiado en la 10ª ENACOM (Encuentro Nacional de Carreras de Comunicación) como Mejor Documental, así que muy feliz y agradecido por eso.

En fin, basta de esto, y a empezar con todo esta ¿nueva? etapa. Seguimos más Palitoh que nunca, con editorial súper cursi. 

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