Mi documental "A Fanatic By Choice"

domingo, 28 de febrero de 2010

The men who stare at goats

Viajando sin rumbo (en cuanto a la película)

Cuesta creer que, con semejante reparto, este film como mucho te arranque a duras penas tres o cuatro risotadas forzadas. Lamentablemente, esta es una de las propuestas que más me atraía (no tengo explicación racional o fundamentada para explicar el porqué) en el 2009, y terminó diluyéndose en una pochoclera que se alquila un sábado a la noche en el que nadie te invita ni siquiera para juntarse a comer una picadita.

Repasemos los nombres, todos oscarizables más uno más que pronto protagonizará el nuevo opus de nada menos que Roman Polanski: Ewan McGregor, George Clooney, Kevin Spacey y Jeff Bridges. Un super dream team que aporta comicidad sólo por el hecho de ver las pavadas que hacen en pantalla sabiendo que cada uno se luce o se lució con algún papel memorable en su carrera en productos de más dramatismos, como American Beauty en el caso de Spacey, que hace un aporte lamentable, o el reciente boom de Up in the air con Clooney a la cabeza (otro que da un poquito de verguenza ajena en su papel), y el que se lleva los laureles del rubor, Bridges -con el Oscar por Crazy Heart prácticamente en sus manos. McGregor nos tiene acostumbrados a derroches de actuación (lo más atrevido que hizo fue la escena de la inmolación en Angels and Demons), pero ¿el resto? No vamos a negar que uno logra regalarle una sonrisa a secuencias como las del LCD en los huevos y el agua, o los intentos fallidos por cruzar la carretera hacia Iraq estelarizados por Clooney gurú y McGregor devenido en aprendiz de la secta paranormal, pero por momentos uno se siente un tanto burlado por el guión paupérrimo de esta parodia de films dramático-bélicos como The hurt locker (la escena en la gasolinera o la venta de rehénes es un ejemplo de esta suposición).

El film termina resumiendo un concierto de clicheados personajes, envueltos en una trama súper delirante pero que por lo menos no abusa en el metraje. El ritmo de la historia es parsimonioso y no llega a un clímax palpable en ningún momento. De hecho, el desenlace de la trama es una fantochada tremenda.

Típica comedia que Hollywood entrega año tras año, subestimando al espectador, otorgándole diversas vanalidades pensando que algún decerebrado se va a desternillar de la risa. Lo peor de todo es lo desperdiciado que está el reparto, que aún así se defiende, obviamente. Una propuesta revestida de tanto target que termina siendo un blockbuster bien simplón no puede saber a otra cosa más que a amargura y decepción.


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