Mi documental "A Fanatic By Choice"

domingo, 28 de febrero de 2010

La teta asustada

Recital autóctono de la memoria

El segundo film de Claudia Llosa es un canto, literalmente hablando, a lo propio. Un concierto de imágenes en donde se exponen las pertenencias espirituales heredadas de los antepasados y la naturaleza, yendo desde lo más inhóspito de los miedos hasta lo más exterior del alma, como lo es el canto y la composición artística.

La protagonista, Fausta (Magaly Solier, hipnotizante en su gran trabajo), es una muchacha que se golpea contra el mundo ante el repentino fallecimiento de su madre, que como única herencia le deja un repertorio de creencias religiosas y legendarias, miedo a los hombres -a causa del terrorismo de Perú entre los '80 y los '90-, y un sentimiento de vacío interior alimentado por más creencias propias de su región. Con este panorama, Llosa abre su tésis sobre las emociones ligadas al arte en un mundo de transición (la consulta médica), globalización influyente (el reflejo con taladro en mano) y odas a la cultura peruana (las preciosas escenas de las celebraciones matrimoniales).

Con una fotografía deslumbrante y atractiva a más no poder, haciendo una postal por cada fotograma, la película se va moviendo en un ritmo calmo en el que el espectador podrá detenerse a admirar todos los hipoíconos de este producto plenamente cinematográfico, con un guión más que original (las conversaciones en Quechua son muy reveladoras), actuaciones súper creíbles, un montaje sensible y hospitalario, una banda sonora sensacional que comparte ese sentimiento de reivindicación de "lo propio", y un metraje correcto en su andar.

La teta asustada es cine en estado puro. Un sol que brilla cálidamente pero no quema, sino que se deja ver para prestarse a alucinar con paisajes hermosos, metáforas socioculturales muy significativas y un gustito que se da a sí misma con respecto a una historia de amor contada a vuelo de pájaro. La semiósfera peruana es casi tan protagonista como Solier, que se devora la película, y sus mensajes y subtramas son recursos en los que Llosa se basa para pintar en cuerpo y alma un relato conmovedor, contundente y creíble, donde las imágenes hablan su propio lenguaje. La escena frente al mar lo dice todo. Una mirada sensible pero avasalladora sobre los fantasmas del ser humano, sus costumbres y sus dilemas.


Editado el 08/03/2010

GANADORA DE 1 PREMIO PALITOH:
- Mejor Fotografía

Un prophète

El hijo pródigo

Cuando una película lejana a las fronteras estadounidenses comienza a tener un ritmo similar a los productos salidos de la que alguna vez fue la cuna del cine, o intenta recrear los ambientes y recursos que consagraron a Hollywood como el epicentro del séptimo arte, no puede quedarse asi nomás sin ser advertido con un llamado de atención. Ahora, cuando lo hace con categoría, como pasa en Un prophète, se acepta.

Digan lo que digan algunos críticos académicos, esta película no tiene un guión perfecto. Y digan lo que digan, no es la gran obra maestra que tanto auguraron. De hecho, el protagonista no demuestra en ningún momento ser ese tal "profeta" del que se jacta la cartelera. Entonces, ¿qué agrada, qué compra, qué impacta de esta cinta dirigida de manera pulcra por Jacques Audiard? Casi todo. Suena contradictorio, pero precisamente ese es el único gran defecto de esta cinta francesa tan galardonada alrededor del mundo.

Todo empieza bien, con un jóven de 19 años que empieza a cumplir una condena de 6 años en un hotel cinco estrellas... quiero decir, en la cárcel de París. Hasta ahí venimos bien. Luego de una hora de película, donde se destaca la memorable e impactante escena de la prueba de valentía por la que pasa Malik El Djebena (muy buena actuación de Tahar Rahim) para entrar al círculo de los intocables del patio del spa carcelario, todo comienza a trastabillar con un guión que quiere abarcar más de lo que puede y una dirección que intenta hacer un collage de recursos que le expliquen de la forma más explícita posible a un subestimado espectador que tendrá que soportar el nombramiento de cada personaje supuestamente relevante en la historia, así como una banda sonora erráticamente americanizada y un montaje no muy acertado. Más allá de eso, el film se aprecia con sutileza y buen gusto, como el cine francés siempre nos acostumbra, sobre todo en su año salvataje, como lo fue el 2009.

Este mal calificado drama carcelario (es difícil asignarle un género), se disfruta por su tenacidad, su grado de realismo, su crudeza y su ritmo intenso, que hacen que las interminables dos horas y media de metraje justamente no sean interminables, sino más bien llevaderas. El que se tome tan en serio a la película como ella misma lo hace, va a poder negociar con el reparto bilingüe, la fotografía tan artística entre tanta desprolijidad decorativa y la variedad de situaciones por las que pasa el protagonista, que hacia la mitad de la cinta se va transformando de una manera sorprendente, digna de resaltar.

Dos cosas para tener en cuenta: una, la crítica al sistema penitenciario europeo (a esta altura, vamos a generalizar, para no quitarle mérito a otra grande del género, como lo es Celda 211), bien explícita y mordaz en su contenido icónico-metafórico; otra, la importancia de la educación expuesta por los guionistas, Audiard y Thomas Bidegain, que dejan grabado a fuego el mensaje valiosísimo sobre el peso de un delincuente con título sobre uno criado en la calle. Por esto último, el eje de la historia roza la discriminación y la segregación, ya que hace demasiado incapié en las diferencias idiomáticas de las que se valen los personajes para marcar el territorio. Por suerte no llegan tan lejos, pero están cerca.

Párrafo aparte se merece en su actuación Niels Arestrup, quien se encarga de personificar al malo malísimo César Luciani, uno de los mejores villanos de los últimos años. La ambigüedad moral del personaje desdibuja un poco el rol que juega en la trama, pero su peso radica en las miradas, las órdenes que da y los movimientos con los que marca el tempo del metraje. Rahim, si bien está muy bien en su papel, queda como un mero aprendíz de actor al lado del peso pesado de Arestrup, tanto en la actuación como en el desarrollo de los personajes en la ficción.

Si están dispuestos a sentarse por dos horas y medias a ver como un delincuentón casi analfabeto se convierte en el hijo pródigo de la mafia francesa (o por lo menos lo intenta, a su manera), les recomiendo esta película. El que respeta demasiado obras como Remanzo criminale, Scarface o The Godfather, también la recomiendo pero están advertidos.

The men who stare at goats

Viajando sin rumbo (en cuanto a la película)

Cuesta creer que, con semejante reparto, este film como mucho te arranque a duras penas tres o cuatro risotadas forzadas. Lamentablemente, esta es una de las propuestas que más me atraía (no tengo explicación racional o fundamentada para explicar el porqué) en el 2009, y terminó diluyéndose en una pochoclera que se alquila un sábado a la noche en el que nadie te invita ni siquiera para juntarse a comer una picadita.

Repasemos los nombres, todos oscarizables más uno más que pronto protagonizará el nuevo opus de nada menos que Roman Polanski: Ewan McGregor, George Clooney, Kevin Spacey y Jeff Bridges. Un super dream team que aporta comicidad sólo por el hecho de ver las pavadas que hacen en pantalla sabiendo que cada uno se luce o se lució con algún papel memorable en su carrera en productos de más dramatismos, como American Beauty en el caso de Spacey, que hace un aporte lamentable, o el reciente boom de Up in the air con Clooney a la cabeza (otro que da un poquito de verguenza ajena en su papel), y el que se lleva los laureles del rubor, Bridges -con el Oscar por Crazy Heart prácticamente en sus manos. McGregor nos tiene acostumbrados a derroches de actuación (lo más atrevido que hizo fue la escena de la inmolación en Angels and Demons), pero ¿el resto? No vamos a negar que uno logra regalarle una sonrisa a secuencias como las del LCD en los huevos y el agua, o los intentos fallidos por cruzar la carretera hacia Iraq estelarizados por Clooney gurú y McGregor devenido en aprendiz de la secta paranormal, pero por momentos uno se siente un tanto burlado por el guión paupérrimo de esta parodia de films dramático-bélicos como The hurt locker (la escena en la gasolinera o la venta de rehénes es un ejemplo de esta suposición).

El film termina resumiendo un concierto de clicheados personajes, envueltos en una trama súper delirante pero que por lo menos no abusa en el metraje. El ritmo de la historia es parsimonioso y no llega a un clímax palpable en ningún momento. De hecho, el desenlace de la trama es una fantochada tremenda.

Típica comedia que Hollywood entrega año tras año, subestimando al espectador, otorgándole diversas vanalidades pensando que algún decerebrado se va a desternillar de la risa. Lo peor de todo es lo desperdiciado que está el reparto, que aún así se defiende, obviamente. Una propuesta revestida de tanto target que termina siendo un blockbuster bien simplón no puede saber a otra cosa más que a amargura y decepción.


The messenger

Los mensajeros, la viuda y la guerra

Que difícil parece ser hoy en día encontrarse con un guión potente y original al mismo tiempo, que no decaiga en el ritmo y sea llevado a la pantalla sin perder la esencia. Y como autor puedo afirmar que también es difícil hacer algo así en los tiempos que corren, donde pocas cosas externas inspiran y hay tanto por hacer.

Sin embargo, el 2009 nos dejó ver uno de los grandes guiones de sus doce hijos de la mano de Oren Moverman, que contó con un reparto de la hostia para encarnar una historia potente, original, con ritmo y con esencia de cine del bueno (buena fotografía, montaje consistente, y tecnisismos poco reprochables). Señoras y señores, Woody Harrelson en uno de los papeles de su vida, Ben Foster empezando el que seguramente será un largo camino al palmarés de la excelencia, y Samantha Morton conmoviendo de manera contundente en The messenger.

Cuando un soldado de la armada estadounidense está a pocos días de enlistarse, desde arriba le ordenan que forme parte del cuerpo de notificación de los caídos, misión que lo lleva a entender la vida de otra forma, así como también encontrar en la viuda de uno de sus compañeros el amor de su vida.

La dupla conformada por Harrelson y Foster (perdón si peco de nacionalista según la mirada de algunos), sólo fue superada por Darín y Francella en lo que a performances grupales del 2009 respecta. Cada escena juntos corta la circulación, la respiración y hace a uno abrir bien grande los ojos y parar los oídos para que no se escape ningún detalle de la trama tan atrapante que nos brinda Moverman. Si bien se hace larga faltando poco para el final (que ante lo que le precede, sabe a poco), este drama -digamos- bélico tiene como mejor mérito la crudeza del relato: toda una crítica al sevicio militar estadounidense (véase la escena en el shopping), junto con sus paradigmas, filosofía y dilema, algo que -salvando las distancias en cuanto a género- lo pone por encima de la belicosa The hurt locker en cuanto a ideología. Mientras lo último de Bigelow no iza la bandera ni se tira por algún partido político, pero defiende con uñas y dientes la guerra y su porvenir, The messenger la observa y analiza desde un plano austero pero mucho más calmo, haciéndose potente con un guión que no deja cabos sueltos en cuanto a su rumbo, algo que se le puede reprochar a obras de su misma categoría.

Esta cinta invita a la reflexión escondida bajo escenas que cuentan con imágenes que hablan por sí solas, como las de los bares o el casamiento. Se destaca una de las últimas escenas, en la que Harrelson se lleva todos los aplausos por su expresión tan emotiva y su catársis sacada de los libros aristotélicos. También el plano secuencia de 10 minutos en la cocina, en el único indicio de romanticismo 'onanísmico' cuasi melodramático que mancha el producto. El resto, sólo para apreciar.


Editado el 08/03/2010

GANADORA DE 1 PREMIO PALITOH:
- Mejor Actuación Femenina en un rol Secundario (Samantha Morton)

Mary and Max

Itinerario y correspondencia

La sorpresa del año en animación llega de la mano de la pluma y la dirección de Adam Elliot, un autor que desconocía y que con esta entrega logra meterse en el corazón del espectador gracias a un relato sensacional sobre una amistad a larga distancia, apoyada en la técnica del stop motion.

Nada menos que Toni Colette y Philip Seymour Hoffman le ponen las voces a estos tiernos y conmovedores protagonistas, divididos solamente por la distancia y unidos gracias a la poderosa correspondencia de los '70.

El film es una verdadera delicia en cuanto al guión, basado en una historia real, brindando unas líneas que arrancan tantas lágrimas como risas. Emocionante, cautivadora y reflexiva, Mary and Max engaña por su carta de presentación (no es una cinta infantil) pero se deja perdonar una vez finalizado el justísimo metraje que maneja, entre una fotografía bellísima, una dirección deslumbrante y unas caracterizaciones asombrosas, sobre todo por parte de Seymour Hoffman, que encarna a un neoyorkino obeso de 44 años que recibe un hálito de vida cuando, al azar, una niña australiana de 12 años lo empieza a mensajear por correspondencia.

El mapa que va dibujando Elliot en el relato no agota nunca, más allá de que la voz en off está usada en exceso en los primeros diez minutos. Todo es arte, melancolía, amor (el tramo de historia del matrimonio de la niña con su vecino -Eric Bana participando discretamente- es buenísimo) y dramatismo de la vieja escuela pero con letra y música de la nueva generación. Y se podría hacer hincapié en la gran banda sonora con la que cuenta este film animado, que no tiene nada que envidiarle a las propuestas que Disney o Sony pusieron en el mercado en el 2009. La escena final es memorable, de antología.

Para disfrutar y conmoverse. Un gran paquete de emotividad y buen cine, como hubo poco en este género en el año que se nos fue.

sábado, 27 de febrero de 2010

The informant!

El bocón de los '90

A comienzos de 1991, un hombre comenzó a notar irregularidades en el proceder de la empresa para la cual trabajaba. Acto seguido, ese hombre se dirigió al FBI para notificarles estos hechos. Como consecuencia, se veía envuelto en una misión de espionaje en la que debía sacarle todo tipo de información a los criminales empresarios. Y en el medio tenemos a Matt Damon diciendo sandeces con una voz en off completamente delirante y cómica. ¿Qué atrae de The informant!? Que Steven Soderberhg vuelve a engañar al espectador, haciéndole darse cuenta hacia la mitad del film que nada de lo que estaba viendo era lo que parecía. Y ahi nos quedamos, para no develar más.

Esta sobria comedia protagonizada por un genial Damon (que vuelve a recurrir a la metamorfósis para emplear sus habilidades), tiene un ritmo bastante reprochable pero no por eso negativo. La historia gira en torno a las etapas psicológicas del protagonista, que se divide entre la vida laboral-familiar y la de un soplón del FBI. Los métodos de trabajo son muy hilarantes, aunque la caricaturización de los agentes sean fácilmente palpables. El guión seco y la espectacular banda sonora se complementan como el yin y el yan de esta interesantísima nueva entrega del director de Che.

Tenemos escenas muy graciosas, así como también el espectador podrá darse el lujo de lamentarse por tanta desgracia acaecida en pantalla. Mucho bla bla, pero contribuye a la historia. Porque, insisto, lo mejor de la propuesta es lo ofensivamente confundido que se siente uno cuando nota que no todo es lo que parece. Y a todo esto, hacia el final del film uno quiere levantarle una estatua a Damon por su transformación interior y exterior durante toda la cinta.

Para pasar el rato, reír, y divisar a través de una mampara de vidrio esmerilado el que fue uno de los grandes escándalos de los Estados Unidos en los años '90.

Celda 211

El líder y el impostor

Esta producción española es la muestra de que hoy en día todavía pueden hacerse grandes películas recurriendo a un guión convencional, sin caer en extremismos ni, mucho menos, en teatralizaciones de la vida real. Lo mismo sucede si todo se apoya en un montaje que llegue al alma, un reparto sólido, y principalmente, una historia que atraiga. ¿Es mucho pedir? Quizás sí... pero por ahora tenemos Celda 211 para deleitarnos.

Un drama carcelario, con algo de acción, un metraje justo y necesario, actuaciones asombrosas (destacando la de Luis Tósar, impresionante en su papel), un despliegue respetable, y sobre todo -y algo que se anhela en films de género como éste que nos ocupa en esta reseña- un buen uso de la claustrofobia. Ya lo creo cuando me dicen "los españoles son, hoy día, los que mejor emplean el uso del efecto-claustrofobia cuando sus cintas así lo precisan". En realidad no me lo dijo nadie, pero no necesito oírlo de otro. Sólo basta recordar una de las mejores películas de terror del 2009, como [•Rec] 2 para afirmarlo sin titubear.

Las casi dos horas de este cautivante film dirigido por Daniel Monzón, y cuyo guión está adaptado de una novela de Francisco Perez Gandúl, tiene como mejor mérito no tener que envidiarle nada a nadie. Se vale por sí mismo, y se maneja dentro de sus propios parámetros, tanto de ritmo como de corporización de los hechos. Quizás a uno le puede parecer que todo va demasiado rápido y llano, pero en realidad el eje de la historia tiende a llevarse de esa forma con el fin de expresar explícitamente el sentimiento de protesta para con un sistema carcelario que por lo visto está igual en todo el mundo (véase también Un prophete).

La crudeza de la historia se apoya en una excelente edición de sonido, algo que por lo menos servidor no acostumbró nunca a ver más allá de las fronteras norteamericanas. La participación del cordobés Alberto Ammann no logra estar a la altura del soberbio trabajo de Tósar, pero es lo suficientemente impactante como para pertenecer al todo que compone la trama de la película, que como mucho puede llegar a pecar de tradicional en cuanto a las líneas del guión.

Adrenalina, claustrofobia, mucho drama y calidad actoral. ¿Qué más se puede pedir hoy en día?


Nine

Be Italian, pero no en inglés

Rob Marshall, luego de que asombró al mundo con el despliegue en Chicago, lo vuelve a hacer con esta impresionante puesta en escena de Nine, una película que dramatiza la vida de Federico Fellini y sus fantasmas amorosos, así como también materializar la falta de creatividad que el otrora director de 8 1/2 (de ahí el nombre de la película que nos compete) atravesó en cierto momento de su carrera. El guión, basado en un musical de Broadway de los '80, es bastante frío, sólo rescatado por las escenas musicales interpretadas por el reparto de lujo que compone la obra.

Tenemos a Sophia Loren expuesta como diva y diosa intocable (casi ni aparece, y cuando lo hace deslumbra, aunque no tanto como las demás); a una Nicole Kidman para el olvido, pero bella como siempre; una sobrevaloradísima Penélope Cruz, que no pincha ni corta; una atractiva y explosiva Kate Hudson cantando "Cinema Italiano", uno de los mejores tracks del cine del 2009, así como también la coreografía; Fergie de los Black Eyes Peas haciendo de una prostituta en la niñez del protagonista, interpretando la canción que más resume la idea central de la trama -"Be Italian"-, con la escena de mejor despliegue coreográfico y fotográfico del film; una deslumbrante Marion Cotillard cantando y actuando genial, como siempre; Judi Dench en un papel que no la deja lucirse, aunque se agradece su participación; y finalmente, un galante Daniel Day-Lewis haciendo del supuesto Fellini, Guido Contini.

Lo más raro de la película es ver a Day-Lewis prestándose para esta producción luego de hacer There will be blood. Las escenas en que a este prodigioso actor le toca cantar mejor ni mencionarlas, porque son casi de risa, pero impresiona la elasticidad para hacer papeles del dos veces ganador de un Oscar a mejor actuación (nadie olvida My left foot).
Pero lo más molesto es ese acento italiano en el inglés, lo que demuestra que Hollywood sigue sin desprenderse de ese detestable etnocentrismo para denostar obras que apunten hacia afuera. Por suerte no se ve ninguna bandera de cincuenta estrellas, pero era lo que faltaba. Si hay tres frases en italiano es mucho decir, y eso pinta a pata de palo para un director tan artístico como Marshall. El "lo atamo' con alambre" es algo que se está volviendo costumbre en los estudios angelinos, lo que se lamenta.

Sin embargo, las canciones, las coreografías, la sensualidad y el despliegue de vestuario y decorados logran ponerse por encima de la tediosa historia, que de ser un drama común y corriente se hubiese llevado la medalla a "Bodrio de la década".

Invictus

Rumbo a Sudáfrica con Madiba

Nelson Mandela fue un ejemplo para el mundo. Un hombre que luego de 28 años en prisión aprendió a perdonar a los que lo encerraron, para luego, con la capacitación que tuvo tras las rejas, emprender un camino de redención para el pueblo de color y así guiar a su país hacia una vida de respeto mutuo que hoy en día se siente como eco de su obra y enseñanza. Para muchos, un Mesías; para otros, un tipo con mucho de lo que hay que tener para llevar las riendas de un país; para otros tantos, el negro que acabó con el apartheid.

De cualquier manera, y de la impecable mano de (reverencias) Clint Eastwood (más reverencias), Invictus retrata el período presidencial de aquel personaje tan característico y significativo para el pueblo africano. El guión basado en la novela de John Carlin se centra en la campaña de difusión para apoyar a los Springboks que permitió a Mandela unir a blancos y negros por una misma causa. Quizás lo que más ayuda en el film para exteriorizar esta idea, y no hacerlo algo masivo y enclenque (como lo harían otros directores, seguramente) es el grupo de guardias de seguridad.

El reparto es un punto fuerte de esta película, con Morgan Freeman metiéndose en el papel de una forma excepcional, y Matt Damon transformándose como siempre para encarnar al capitán de la selección, Francois Pienaar.
La fotografía es bellísima, y retrata los rincones sudafricanos sin caer en la postal turística. Y eso se ve reflejado en la escena de las clínicas de rugby en las villas miseria.

No obstante, el film acaba desilusionando por ser un retrato tan vivido de lo que sucedió. Muchos pueden pensar que su punto fuerte es la fidelidad del relato para con la vida real, pero no. Eastwood cae en simplismos y melancolía barata para enaltecer la figura ya muy alta de Mandela, que no precisa de más laureles para que sepamos cuán grande e importante fue para la humanidad, por lo menos desde el plano político. Ni que hablar de la escena de la final de la Copa del Mundo: un bodrio total. El recurso de la cámara lenta fue mal usado por la persona menos pensada, y eso es algo que no hace más que desilusionar con creces.

Por ser de Eastwood (reverencias), y estar actuado por un Freeman descomunal y un Damon que se mantiene en la línea de lo que nos acostumbra, en ese compromiso por los papeles, tanto para la transformación corporal como en la construcción actoral, la cinta sabe a poco. Sin embargo, se pasa el rato, a pesar de que se conozca toda la historia desde un comienzo e incluso el metraje abuse de la paciencia y el tiempo del espectador.

A serious man

"Seguí participando"

Cuando uno emprende como meta conseguir un premio, supongamos una situación así, siempre tiene en mente la parte buena. Por ejemplo, nadie mide cuánto se gasta en quinielas, sólo cuánto se ganará. O cuando uno busca en el envase algún regalito o premio, nunca piensa en lo que se gastó del contenido: sólo piensa en lo bueno que es estar buscándolo. Lo peor viene cuando en el envase dice el siempre bien ponderado "Seguí participando", y nuestro mundo se viene abajo en ese instante.
Así es la vida del profesor Larry Gopnkik (sobresaliente en su papel Michael Stuhlbarg), un tipo que vive el día a día de manera normal, hasta que "su Dios le pega una cachetada" y le muestra la realidad con toda la crudeza que sólo los hermanos Coen pueden concebir.

Ésta es una comedia negra sagaz, y rotunda en su mensaje. Lo hilarante recide en todas esas vanalidades de la vida del desventurado profesor judío, así como en unas líneas magníficas del excelente guión. El punto fuerte de esta historia es esa tradicionalidad tan portentosa en el relato, sacada de las vidrieras de antaño de los hermanos, que se basaron en su infancia en un barrio de Minnesota para recrear esta trama tan única por su estilo y sus idas y vueltas.

Las actuaciones son fenomenales, sin excepciones. Pero por sobre todo se destaca la calidad de Stuhlbarg en sus distintos estadíos psicológicos, comenzando en la incredulidad, pasando por la lujuria, hasta la desesperación en esa escena final maravillosa, aunque siempre odiable por la parquedad del relato, tal y como pasa con la mayoría de las cintas de estos dos directores tan confiables a la hora en que uno se sienta a ver sus productos. Hay que conocerlos para amarlos, y cuando se los conoce, se los ama.
A serious man reafirma esa condición a fuerza de comicidad sangrante, un guión fenomenal, actuaciones muy buenas, fotografía hermosa y la firma de los Coen, cada día más caseros.

viernes, 26 de febrero de 2010

Ternas para los PREMIOS PALITOH

La premiación se dividirá en ternas tradicionales y especiales. Hay alrededor de 52 películas en la puja, divididas entre las siguientes categorías:

- Peor Película (tres nominados)

- Desilusión del Año (tres nominados)

- Mejor Escena del Año (cinco nominados)

- Mejor Película Animada (cinco nominados)

- Mejor Película non-Hollywood (cino nominados)

- Mejor Canción de Película (cinco nominados)

- Mejores Efectos Visuales (cinco nominados)

- Mejor Montaje (cinco nominados)

- Mejor Banda Sonora (cinco nominados)

- Mejor Sonido (cinco nominados)

- Mejor Dirección Artística (cinco nominados)

- Mejor Fotografía (cinco nominados)

- Mejor Guión Adaptado (cinco nominados)

- Mejor Guión Original (cinco nominados)

- Mejor Actuación Femenina en un rol Secundario
(cinco nominados)

- Mejor Actuación Masculina en un rol Secundario
(cinco nominados)

- Mejor Actuación Femenina en un rol Protagónico
(cinco nominados)

- Mejor Actuación Masculina en un rol Protagónico
(cinco nominados)

- Mejor Reparto (cinco nominados)

- Mejor Dirección (cinco nominados)

- Mejor Película (diez nominados)

Los Premios Especiales serán:

- Actor Prolífico del 2009

- Actriz Prolífica del 2009

- Mención Especial

- Premio de la Blogósfera Cinéfila (Ya pueden votar en la encuesta del blog)



Bueno, como notarán, estoy bastante entusiasmado con el asunto, jeje, así que espero su participación.

Recuerden que la primera cita será el próximo 1ro de Marzo, día en que daré a conocer los nominados.

Un fuerte abrazo para todos!

jueves, 25 de febrero de 2010

Nominaciones Palitoh's Awards

Por cuestiones de fuerza mayor, he tomado la dolorosa determinación de retrasar las nominaciones hasta el 1º de Marzo. ¿Por qué? Bueno, hay varios motivos:

1) Aún quedan un par de títulos por visionar, y no queremos que algunos tengan más oportunidades que otros, ¿no?. Restan unos diez films "de peso" por ver, más unos cinco más que no les doy muchas chances pero nunca está demás sacarse las dudas.

2) Tengo el ojo izquierdo como Sharlto Copley en District 9 de tanta pantalla, por lo que le daré un poco de descanso a la vista.

3) Si bien ya tengo la mayoría de las pre-selecciones hechas, hay que sentarse a planificar las nominaciones, ya sea el orden de anuncio, la forma en la que lo presentaré y, por su puesto, los nominados propiamente dichos. No obstante, hay algunas ternas que ya están practicamente definidas, como "Peor película", "Mejor sonido" y "Mejor canción de película".

Espero que disculpen la demora, no porque les interese esto, sino porque yo había prometido hace mucho esta entrega de premios y la vengo postergando por diversos motivos. Lo único que les pueso asegurar es que tendré a los galardonados antes que la Academia hollywoodense.

Saludos a todos!

Su fiel servidor

domingo, 21 de febrero de 2010

"Taking Woodstock" y "(500) days of Summer"

De a poquito voy actualizando ciertas reseñas relevantes. Por fin pude ver el nuevo trabajo del respetable Ang Lee, Taking Woodstock, su primer película desde la emotiva Brokeback Mountain. Así también tenemos a una de las mejores comedias del año, la multifacética (500) days of Summer, del director novel Marc Webb.

Click en la imágen para leer

(500) days of Summer

El destino y el amor nunca se casarán

Todo ser humano dispuesto a vivir experiencias adrenalínicas y sensacionales habrá probado aunque sea una vez animarse a hablarle a la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Todo ser vivo que se jacte de serlo tuvo aunque sea una situación en la que se maquinó a más no poder por la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Todo hombre que se haga llamar hombre aunque sea una vez fue rechazado por la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Y todo espécimen vivo sabe y siente aunque sea una vez en la vida esa sensación tan espectacular que es volver a intentarlo.
Sobre esto trata la ópera prima de Marc Webb, un director realista, sencillo y genial que promete mucho si sigue por esta línea de "casos-que-suceden-a-todos-pero-que-recién-al-verlos-en-películas-reconocemos-como-propios".

Con la nota del autor rezando "Cualquier parecido con algún personaje vivo o muerto es pura coincidencia. Especialmente tú, Jenny Beckman. Perra" arranca este hilarante y contundente relato sobre cómo un muchacho común y corriente, que cree en el destino y en el amor de los cuentos de hadas, conoce a su antítesis completo disfrazado con la belleza incalculable de la hermosa Zooey Deschanel.
Los vaivenes por los que atraviesa la pareja, vistos desde la mirada del espectacular trabajo realizado por Joseph Gordon-Levitt, son una verdadera delicia comparados con otros trabajos vomitivos del 2009 que intentaron recrear una comedia romántica tan viva y sagaz como ésta.

El punto más fuerte del film es ese conteo disparejo de los días, atrapados en ese paréntesis tan significativo, que podría traducirse como las mismas barreras que teme el personaje de Deschanel y que atoran al personaje de Gordon-Levitt. Además, a la cinta le chorrea lo indie, por lo cual nos olvidamos de todo ese melodrama tan empalagoso al que nos tiene acostumbrados Hollywood, que siempre termina sobrepasando a los proyectos de ésta calidad, por muy originales que sean. Y si hay algo que remarcarle a Webb y los guionistas, Scott Neustadter y Michael H. Weber, es la originalidad de la historia, algo que se agradece con creces a medida de que todo transcurre de manera tan peculiar y a la vez romántica.

El reparto en general está bien, aunque, por supuesto, los dos protagonistas se comen la película y se llevan todos los laureles, por encima de cualquier cosa. Sin embargo, llegada la mitad del metraje, uno se acostumbra a las pautas que impone el film y comienza a notar cierto deterioro en el relato, que aún así no logra tirar por tierra al sólido guión, pero ese intercalar continuo e irregular en la historia sesga un poco el eje de la trama, englobando una confusión mayor a la que tiene el pobre Tom Hansen (Gordon-Levitt). Eso, y la innecesaria voz en off, son los únicos ítems obviables.

Las canciones elegidas no son originales, pero están adaptadas a la película de una manera excelente, creando los momentos justos para cada momento, así como también lo hacen los colores en la gráfica del conteo de los días, toda una metáfora en cuanto al estado de ánimo de la relación. Lo mismo sucede con el paralelismo en los nombres con las estaciones del año: Summer (verano) y Autumn (otoño), lo que define el concepto de la historia: la vida no es color de rosas y no siempre que salga el sol será un buen día. Sin dudas, la teoría anti-destino y el método de atracción y repulsión interpretado por chico y chica son más puntos a favor para esta comedia que cuenta con uno de los mejores trabajos de edición del 2009.

Querible, graciosa, representativa, realista, contundente, arrolladora y directa película sobre el amor, sus idas y vueltas, e idas nuevamente.

Taking Woodstock

Tres días de paz, amor y casi nada de música

Ang Lee es un director respetable por su calidad técnica y el buen gusto a la hora de dirigir a los que encarnan sus productos, ya sea para mal (Hulk, 2003) como para bien (Brokeback Mountain, 2005), así como también es querible por esa variedad a la que se presta a la hora de contarnos algo. Puede ser la perspectiva que elige, los escenarios, o esa tonalidad cómica que abunda en su filmografía, escondida en ese marco de transición entre lo tradicional y lo (post)moderno (臥虎藏龍 Wòhǔ cánglóng, 2000), la que nos atrae tanto cuando tenemos en frente algún film suyo. Y eso pasa en su nuevo opus, Taking Woodstock (2009), un derroche de talento actoral consumado para el mejor delirio del año, como sólo aquel memorable festival del '69 puede traer a nuestros tiempos.

Todo ocurre desde el punto de vista de la organización, y quizás eso sea lo único que incomode al que se siente a recordar los buenos tiempos de la música. No veremos a Hendrix deleitándonos con el himno nacional estadounidense, o Janis Joplin haciendo delirar a la audiencia. Al contrario, veremos una carabana inmensa mostrada en plano secuencia donde abundarán porros, gente subida al capot de los vehículos tocando la guitarra o jugando algún juego de mesa, manifestaciones contra la guerra en Vietnam (y vaya que abunda esto), o carteles con la inscripición "Dylan, We're wating for you!".

El mensaje de la paz y el amor está explicitado en cada movimiento y en cada fotograma. El flower power, el hippismo en su estado puro y salvaje, es llevado a la pantalla con una perfecta ambientación y un montaje solemne. Lee vuelve a recurrir a muchas cosas de Brokeback Mountain para la fotografía o los planos que retratan la granja Yasgur que hospedó a más de 500.000 almas drogadas y encomendadas al rock n' roll puro. Lo único que falta, insisto, es la música.
Quizás lo más acertado haya sido mostrar el caos en el que se convirtió el pequeño y humilde pueblo de Bethel ante la inmigración de tantos hippies. La escena final, con los vestigios de lo sucedido y ese mensaje de disconformidad sólo sastisfecha con más "vibra", es digna de aplausos.

Llegado un punto en el que todo se desborda y lo más hilarante termina siendo la majestuosa intervención actoral de Liev Schreiber, el festival queda en un segundo plano, y el protagonista (Henry Goodman, no sólo desconocido sino también regular en actuación) pasa a ser el eje de atención. Error. Pero se agradece tanto mamarracho en el suelo, tanto salvajismo corporal y tanto del conocido "pepé pepé pepé" que se precisan en proyectos como estos. Sin dudas Lee sabía lo que quería antes de armar -literalmente- todo lo que compone a la película, y aquí volvemos a hacer incapié en el fabuloso montaje del film.

El reparto se merece un párrafo aparte. La ya mencionada participación de Schreiber es de lo mejor, pero también es necesaria y oportuna la aparición de Paul Dano junto a Kelli Garner en la escena más fumada del año para el cine del 2009. Lo mismo sucede con la actuación de Eugene Levy como Max Yasgur, Imelda Stauton grandiosa en su papel de madre gruñona, y Emile Hirsch representando a toda la parafernalia de los veteranos de Vietnam que hoy transcurren por el mundo recordando aquel agosto del '69 sin llevarse un grato recuerdo de Woodstock, sino el de la guerra en el Oriente.

Redondeando un poco, Taking Woodstock tiene todos los condimentos de la época, ensamblada a un reparto correctísimo, puestos al servicio del recuerdo de un evento que marcó un antes y un después para la historia de la música. La única cuestión es que precisamente música es lo que le falta a esta película. Pero cabe aclarar que eso no le juega tan en contra, ya que el Festival de Woodstock (que ni siquiera se hizo en Woodstock, NY) fue un movimiento colosal que tomó vida propia para dejar a la música relegada a un segundo o tercer plano. Ante todo, la ideología, la paz y el amor.

lunes, 15 de febrero de 2010

"The imaginarium of Doctor Parnassus" y "The lovely bones"

Ya están los comentarios de dos cintas muy fantasiosas, pero que sólo una logra conmover por el apartado visual. Una de ellas es The imaginarium of Doctor Parnassus, de Terry Gilliam. La última película con vida de Heath Ledger, a quien le dedicaré mi artículo, tiene un alto grado de emotividad precisamente por esa razón. La otra es The lovely bones, que marca el regreso fallido de Peter Jackson luego de King Kong y el triunfo con la saga de Lord of the Rings.

Pude haber hecho un Versus con estas dos. Pero creo que no son comparables precisamente porque donde una falla la otra triunfa. Al leer las reseñas notarán por cual me decanto.

(Click en la imágen para leer)

The lovely bones

Siguiendo una historia ya resuelta

Después de mucho tiempo, nos llega un nuevo film dirigido por Peter Jackson, quien vuelve a retomar la temática fantástica, aunque esta vez para abordar un tema común de una vida común. Esta vez le toca tratar la psicología de un asesino serial (brillante actuación de Stanley Tucci), una niña barada en una suerte de limbo, y el trauma familiar por la pérdida de la joven muchachita, encarnada aceptablemente por Saoirse Ronan.

El reparto es de lujo: tenemos a Mark Wahlberg haciendo del padre que se obsesiona con encontrar al asesino; la preciosa Rachel Weisz haciendo de la madre que no logra lidiar con el asunto; una Susan Sarandon que es la que menos encaja en la historia pero que logra completar un papel redondo, con un compromiso corporal como sólo los de su camada pueden ofrecer; y finalmente los mencionados Tucci y Ronan, que se devoran la película. De hecho, cuando ellos no están en escena -y eso que tengo debilidad con la belleza de Weisz- la cinta se torna monótona, aburrida, con poco tacto.

Es que el director de la saga de Lord of the Rings justamente peca de eso, tener poco tacto. El guión, basado en el libro de Alice Sebold, es muy malo, con diálogos vacíos y sin credibilidad. La reacción de la familia, exceptuando al padre, es incomprensible. Intento de olvido, con negación y resignación. ¿Quién reacciona así? Por más de que la trama esté ambientada -digamos- en los '70.

Si bien la historia atrapa, cuando todo termina uno descubre que fue una pérdida total de tiempo. Por ejemplo, las melancólicas escenas de Susie Salmon (Ronan) en el limbo o, como le llama el niño que vaya-uno-a-saber-cómo sabe dónde está su hermana, el "horizonte azul". Los efectos especiales ayudan a que todo sea más llevadero. Pero, ¿qué pasaría si Jackson hubiese intentado hacer esta película hace 20 años? Ok, si mi abuela hubiese tenido bigotes sería mi abuelo, pero a lo que voy es que sin los CGI esta película estaría muerta en vida. Repito: el guión es muy malo. Sólo las actuaciones y los efectos especiales logran estar al servicio de las emociones que se intentan exponer, pero aún así nada se puede hacer con semejante desperdicio de libreto.

El único apartado que se resuelve como muy bueno es el de la dirección, ya que Jackson se luce con un juego de cámaras muy interesante, alternando digital con celuloide según la mentalidad que la escena precise. Lo mismo pasa con los planos, que son de gran ayuda para ir "resolviendo" la historia, que de por sí está resuelta desde la primera escena. Y eso es lo peor de todo. Si uno comete el egoísta error de ponerse a pensar en medio de la película: "¿para qué veo esto, si ya sé quien es el asesino, quien es la víctima, y encima donde están ambos?", puede llegar a arruinar demasiado algo que ya viene flojito de fábrica. De hecho, cuando la crítica rechazó algunas escenas, Jackson y su equipo se dirigió a la sala de edición para volver más morbosa la patética última escena de Tucci en la película.

Notarán que todo está tratado con pinzas. Nunca se juegan por una escena osada, o algún diálogo crudo. Todo es demasiado "lovely". Nunca se pasa el límite de lo políticamente correcto. Y eso es nefasto para una historia que debiera doler por dentro, e incluso arrancar lágrimas. Pero nada de eso pasa. Al contrario, todo es lineal, simple, y absurdo (la forma en la que se resuelven las cosas es para irse a dormir).

Una completa y total desilusión este nuevo film del que alguna vez triunfó con The return of the king. Si no fuera por Tucci, Ronan y, ejem, Weisz, este sería un bodrio.


Editado el 08/03/2010

GANADORA DE 1 PREMIO PALITOH
- Desilusión del año


The imaginarium of Doctor Parnassus

A Heath Ledger. Sobre el recuerdo.

La historia de cómo se logró concebir la última película de Terry Gilliam es fascinante y emotiva. Todo tenía un rumbo y una idea definida, hasta la lamentable muerte de Heath Ledger el 22 de enero del 2008, incluso medio año antes de que se estrene la película que lograría darle todos los honores que injustamente no se le había dado por su comprometido papel en Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005). Por desgracia, nunca se volvería a superar el papel del Joker que hizo en The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008), pero aún así el personaje que Ledger interpretó en sus últimos días de vida era crucial para la historia. Por eso, y por el mismo motivo que Nolan duda en hacer una tercera entrega de Batman, Gilliam suspendió la realización de The imaginarium... hasta un próximo aviso.

Finalmente, y luego de muchas idas y vuelta, el director británico decidió que la mejor manera de homenajear al actor era continuar con la historia, por lo que se finalizó con el proyecto. El resultado fue una película con un alto grado de imaginación, odas al surrealismo, y un homenaje al recordado 'corazón de caballero' que corona la cinta diciendo, en vez de "Un film de Terry Gilliam", "Un film de Heath Ledger y sus amigos".

La historia es difícil de seguir durante los primeros minutos. Empieza lenta, pero una vez que todas las piezas están en su lugar (y eso pasa recién cuando Ledger aparece en escena colgando de un puente y posteriormente sabemos la historia del Dr. Parnassus), se comienza a vivir en armonía con un guión espectacular y un despliegue de efectos especiales que nos hacen sentir dentro de un mundo lejano, donde nuestra imaginación no tiene límites distintos a nuestras propias limitaciones como seres humanos. Y ese es el tema que trata Gilliam en su nuevo opus: la codicia, el materialismo, la desconfianza, la identidad y los viajeros errantes de un mundo que cada día se vuelve más propenso a abandonar los confines de la mente y el corazón con tal de no apartarse del sistema.

En una Inglaterra moderna (respetando la estética), la película se va abriendo camino hacia una profundidad filosófica poco palpable, pero muy enriquecedora si se tiene en cuenta el contexto en el que se llevó a cabo el filme. Y ahi es donde más importancia recae en las oportunas e importantes actuaciones de Johnny Depp (quien, a mí gusto, participa en la mejor escena), Jude Law y Colin Farrell. A cada uno de los tres les toca algo esencial en un personaje de Ledger que, lejos de ser el mejor del último ganador del Oscar a mejor actor de reparto, sorprende gracias a un monumental trabajo de edición sobre dos tramas distintas encarnadas por actores diferentes en tiempos diferentes.

Depp es el que recuerda a Ledger. Lo trae al filme aún cuando después con el "bualá" lo tendremos de vuelta con su talento, aunque sea unos minutos más. Lo cita, lo homenajea, lo hace estar presente envuelto en su propia cara. La escena de Depp habla de la muerte, y como ésta nunca podrá vencer a la inmortalidad de los que, gracias al corazón, la mente y la memoria, se quedan para siempre en el mundo.
Law es quien desenmascara al personaje de Ledger. Lo ayuda a terminar un papel que por su partida no pudo desmembrar del todo. Y a Farrell le toca darle el toque final a un papel que (disculpen mi ignorancia si estoy equivocado) quizás por primera vez haya sido tan multitudinario. Una joya invaluable.

Christopher Plummer actúa muy bien haciendo del Dr. Parnassus, quien lidia con el demonio (¡Tom Waits!) por culpa de sus vicios y su ambición. La atractiva Lily Cole no estará en una gran actuación, pero le da algo de lujuria a una historia demasiado visual para tanta profundidad narrativa, que por supuesto -y valga la redundancia- se apoya en las imágenes, como sólo el mejor cine puede hacer en estos días de escaza producción de emociones que nos trae el 7mo arte.

Un film que los invito a ver, no sólo para atraparse con una interesantísima trama, sino también para recordar a un gran actor como lo fue Ledger. Podrá ser algo simple en cuanto a su definición global, pero si nos tomamos el trabajo de apreciarla por su grado emotivo, este es uno de los indispensables del 2009. Un tratado sobre la imaginación, la memoria, y la muerte. Y la mejor de las frases sale de la boca de Depp, quien en dicha línea pareciera hablar directamente con su desaparecido camarada: "Que renazcas. Y, recuerda, nada supera esto. Ni siquiera la muerte."


viernes, 12 de febrero de 2010

An education

Ínfulas de pasión

Con una ambientación muy formal y que no sobrepasa los cánones de lo políticamente correcto, nos llega este anodino drama romántico con aspiraciones a tocar la puerta del corazón cerrado con candado de algún espectador que logre conmoverse con esta historia teenager, aún cuando la dirección de Lone Scherfig es muy buena y la actuación de la joven y bella Carey Mulligan sea excelente.

¿Qué me atrapó del filme? Practicamente nada. La historia, al finalizar, resulta ser un retazo de la vida de una niña cegada por una vida reprimida, principalmente ocasionada por su conservador padre, que vive demasiado pendiente del qué dirán y apunta, más que a un futuro digno de su hija, a una comodidad lograda por las buenas conexiones superpuestas a esa "educación" tan discutida (digamos) en la Londres de los '60 y retocada con perfume francés y sueño liberal en esta cinta.

Tanta filosofía barata, maquillada por el buen apartado técnico, termina por seducir a un espectador que quizás se encuentre atrapado en los primeros 30 minutos de metraje (Scherfig no pierde tiempo, y manda toda la carne al asador en el minuto 5), pero que después verá como todo se termina disipando solo, por culpa de un final malogrado y absurdo, demasiado tierno para la crudeza que merecía el relato, actuado medianamente bien por un reparto demasiado global como para ponerse de acuerdo con el acento inglés.
El papel de Alfred Molina es aceptable, así como el de Cara Seymour, y el de Olivia Williams interpretando a la señorita Stubbs. Quizás el personaje más significativo sea el de la directora del colegio, que logra ponerse en el papel de juez entre tanta irreverencia y petulancia por parte del gran papel encarnado por Mulligan, cuyo personaje se roba todos los planos.

Peter Sarsgaard está muy pobre en su actuación, desilusionando completamente. No está a la altura del que quizás sea el personaje más importante de la historia, después de la joven Jenny, claro.

En fin, tenemos un muy buen desempeño en la dirección de arte y fotografía, con bellísimas tomas, así como la musicalización y el vestuario. En cuanto al guión, voy a ser menos permisivo y le doy un regular, ya que en definitiva, la historia se hace pesada por culpa de unas líneas aburridas y sin contenido, salvando algún que otro intento de forjar una enseñanza que se queda en la moralina fácil por no tener la suficiente profunidad.

Se pasa el rato, pero la trama termina por ser pobre, floja y hasta innecesaria. La verdad, no comprendo la nominación al Oscar. Me parece que esta historia está tan sobrevalorada como pasa con The blind side, filme que se mide más por la actuación de la renacida Sandra Bullock que por lo que sucede durante el desarrollo propiamente dicho. Pero bueno, hay para todos los gustos. Esta que nos compete, sabe a poco.


miércoles, 10 de febrero de 2010

MR73

Vaivenes de una bala perdida

Olivier Marchal nos entrega este frío policial negro que relata la historia real del policía marsellés abatido por una tragedia familiar que le encuentra sentido a su vida al intentar resolver un caso sobre un asesino serial que termina por desenmascarar a la policía francesa y los monstruos que con ella conviven.

El personaje principal está interpretado por el todoterreno Daniel Auteuil, un tipo que conocí en la exquisita comedia Le placard (2001) junto a Gerard Depardieu y que ahora se desarma y descompone al mejor estilo de la vieja escuela para caracterizar al detective Schneider. La forma en la que se lo va acompañando durante las más de dos horas del filme hace a uno sentirse tan abatido como el personaje, algo que se siente cuando por fin empieza la acción pasada la hora y media del metraje, en esa escena de persecución que corta la respiración y deja al borde del asiento.

Una fotografía muy bien elegida, con unos contrastes muy buenos que le dan una psicología especial a cada escena. La musicalización no es de lo mejor que ha dado Francia en el 2009, pero sin duda es muy acertada también. El resto del reparto está normal, como para no tirarles muchas flores, aunque cabe decir que Philippe Nahon está espeluznantemente genial, componiendo un personaje indescifrable y sombrío, que deja con la boca abierta en cada escena por su manera de ser, algo que los guionistas no supieron aprovechar del todo, ya que entre tanto drama se disipa un poco el suspenso por la excarcelación del temible Charles Subra.

Lo que más le juega en contra a esta película es eso. Tanto mejunje de historias, que hacen que uno se pierda un poco en lo que está viendo. Demasiados caminos para terminar llegando a un final que hace pensar "ah, fue asi nomás...". Para haber sido una historia tan impactante se debió haber hecho más incapié en lo que hizo Schneider antes de tomar la decisión que toma, o la relación que mantuvo con su protegida (desilusionante en su papel Olivia Bonamy). Se pudo explotar más el factor de thriller, ya que los que conocen bien la historia por los lares europeos sabrán que fue escalofriante como se desenvolvieron los hechos.

Sin duda una cinta que daba para más y que deja un sabor un tanto amargo, pero que atrapa y se deja ver gracias a un reparto correcto y un guión bien hecho. La recomiendo para un sábado lluvioso a la tarde, para ver tranquilo en el sofá. Y de paso conocen la historia.

lunes, 8 de febrero de 2010

"Sherlock Holmes", "Up in the air" y un blockbuster

Después de un buen tiempo sin postear, me pongo al día con el blog para traerles tres comentarios sobre dos títulos del 2009 y un blockbuster un poco zarpadito pero muy divertido.

Primero Sherlock Holmes, una peli bien pochoclera, que más parece una de Disney que una de acción con detectives basada en la gran novela de Arthur Conan Doyle. Después tenemos a una de las máximas contendientes para los Oscar, Up in the air, con seis nominaciones y muchísimos premios de la crítica estadounidense, incluyendo un merecidísimo Globo de Oro a mejor guión. Por último, un blockbuster, Zack and Miri make a porno, una historia muy entretenida que cuenta la historia de cómo dos amigos se enamoran rodando una porno casera.

Ahí les van (click en la imagen para leer el artículo):


Saludos. Nos vemos pronto con próximos comentarios.

Zack and Miri make a porno

El amor en los tiempos del sexo duro

Cada filme que veo de Seth Rogen me hace pensar que si la comedia estadounidense cae en sus manos como último recurso, estará en buenas manos. Este tipo puede decir cualquier tipo de barbaridades o sandeces y te arrancará por lo menos una mueca que pronuncie una sonrisa en los labios. Sin duda está implementando un estilo con su histrionismo irónico y su mala educación puesta al servicio del oportunismo y la risa inteligente.

En esto se apoya el director Kevin Smith, con un guión muy original y un elenco muy propicio, para lograr una película hilarante y entretenida. No hay vuelta de tuerca engañosa, ni moralina, ni melodrama barato típico de las comedias de Adam Sandler (como Funny People, donde Rogen tuvo que lidiar con un personaje ambiguo y totalmente estéril al lado de este, suelto, retorcido, libertino y salvaje, pero sobre todo, desopilante): puro ingenio y comedia ridícula pero eficaz que hace a uno querer lo que está viendo, más allá de que al público femenino le molestará un poco ver tanta carne en acción. Y así de grotesco y grosero como suena mi última frase es la película estelarizada por Rogen y Elizabeth Banks.

Se rescatan escenas graciosísimas como las participaciones especiales de Justin Long y Brandon Routh (Superman Returns) para la excelente discución gay con Rogen de testigo; así como las selecciones para el título de la película, tales como "Star Horse" o "Fuck Back Mountain". Derroche de creatividad por parte de Smith y los suyos.

Quizás los puntos en contra le vayan a la resolución de los hechos. Los últimos diez minutos se van por la borda y arruinan un poco lo logrado en las escenas anteriores. Sin embargo, la forma en la que estos dos individuos se enamoran es el típico caso de hoy en día, donde el sexo (hardcore) consumado por la estupidez varoníl pajerizadora interfiere en las relaciones amorosas con una generación de mujeres anodinas que lo toman como algo natural. La falta de respeto desmedida, el poco tacto y el poco romanticismo, contrapuestos con todo ese amor de amigos y esa fidelidad de hermanos unidos más por la adversidad que en toda una vida de confidencia y desenfado es lo que los ayuda a salir adelante sin importar el contexto morboso en los alrededores.

Advertencia: no es una película apta para los que, aún leyendo el título del filme, se la dan de moralistas y condenan la cinta por su contenido. Es sentarse, reírse con todo el humor escatológico-sexual (genial la escena de la incontinencia), y no comprometerse demasiado con lo que se ve. Porque acá no hay mensaje, no hay delicia visual (que no pase de la lujuria) ni metáfora ideológica política. Es una más de Rogen comiéndose la película junto a un elenco correctísimo y un guión despampanante por donde se lo mire.

Up in the air

La vida en jerga aeronáutica

Jason Reitman viene demostrando desde Juno una pasta de director muy llamativa, tanto por su originalidad, como en la estética de sus films y los planos que elige, convirtiéndolos en un personaje aparte, que dice tantas o más cosas que el guión propiamente dicho. Y es lo que vuelve a suceder (y a Dios gracias) en Up in the air, una historia contundente en su mensaje, ácida en cuanto al cómo, y directa y fría en el porqué. Una joyita en todos los aspectos.

Protagonizada exquisitamente por George Clooney, esta multipremiada cinta con ciertos tintes indies comparte la historia de un agente de despidos, que llama “casa” a los eternos viajes en avión y es alérgico al matrimonio y el sueño americano. De repente, el tipo ve cómo su vida comienza a dar un timonazo cuando una compañera de trabajo de la nueva generación intenta revolucionar el mercado implementando los fríos aparatos tecnológicos que tanto dividen e incomunican en nuestros días. Ese papel está a cargo de Anna Kendrick, quien entre tanto histrionismo e histeria acaba por cerrar un papel sólido y convincente, para inventar un nuevo estereotipo en el mundo del cine office: la yupi moralista.


Así, entre tanta teoría certauiana y líneas argumentativas frescas y crudas, la trama envuelve una hipótesis sobre las relaciones sociales de los días que corren -¿tal vez un anticipo a lo que será la nueva década?-, con subtramas amorosas, laborales (las mejores del año) y comunicacionales. Un verdadero palo a la “tecnología idiotizada”, y no “idiotizante” como algunos ignorantes la llaman en los medios, que lo único que logra es que los humanos se confundan, pierdan el rumbo y comiencen a creer que la mejor salida para las cosas es cargar la mochila de cosas insignificantes, pero pesadas. Esa metáfora de la mochila es una verdadera genialidad, que en boca de esta versión tranquila, suelta, auténtica y seca de Clooney se perfecciona aún más para definir la idea principal.


Qué decir de Vera Farmiga. No ganará ningún premio, pero este año ha demostrado que es una actriz de la hostia, con sus participaciones en Orphan y esta cinta, con la que se luce del todo, entre delicia, malicia y sexappeal. De las dos actuaciones femeninas, es la más intensa, aunque no le restaremos crédito a Kendrick, que representa el polo opuesto al personaje de Farmiga. Juntas juegan un rol de maestra y aprendiz que en el trayecto van enseñando al personaje de Clooney cómo vivir la vida. El papel de la familia también es clave para la resolución de esta historia tan cautivadora y punzante, que como yapa es una mirada reflexiva sobre lo que dejó la recesión del 2007 en EEUU.

Reitman se vuelve a lucir en todos los aspectos técnicos, colaborando además en la adaptación del libro a la pantalla. Los planos aéreos hablan por sí solos, y los paralelismos sociales respecto de cuál ciudad están visitando también. La teoría contra las nuevas tecnologías (“la gente ya no tiene modales”, sobre los cortes por mensaje de texto), la guerra entre el método práctico y el método fácil disfrazado de económico, y la elasticidad de la trama, engloban casi dos horas de delicia cinematográfica y argumentativa, que encima –justo cuando comenzábamos a pensar que eso era imposible- esta interpretada por humanos de carne y hueso.


Editado el 08/03/2010

GANADORA DE 3 PREMIOS PALITOH:
- Mejor Guión Adaptado
- Mejor Dirección
- MEJOR PELÍCULA

Sherlock Holmes

¿Y el sombrerito?

Si de propuestas fallidas en lo que dejó el 2009 hemos de hablar, sin duda hay que citar la última película de Guy Ritchie, quien se encargó de utilizar los personajes de la famosa obra de Arthur Conan Doyle para armar una historia pop agarrada de los pelos -ya entenderán el porqué- en una Londres victoriana digital con estética moderna.


Es que no sólo se falló en la ambientación, la musicalización (aunque no vamos a negar que se logra el clima cómico en los momentos de acción con esos pintorescos compases de fondo), y la composición corporal de los ultrajados personajes salidos del cerebro de Conan Doyle, sino que la presencia del mismísimo Sherlock Holmes es un insulto a la memorable novela.

Todo perfecto con esta nueva muestra de calidad y talento por parte del multifacético Robert Downey Jr. -que merecidamente fue premiado en los Golden Globe por este papel-, pero el problema está en lo que le tocó hacer: un personaje demasiado cool para la época (¿por qué el fijador en el pelo?), mezcla del Ichabod Crane de Johnny Depp en Sleepy Hollow y El transportador de Jason Statham, y con esa ambigüedad sexual a la que se ve expuesto en las escenitas de celos que le hace al Dr. Watson. Demasiado puterío para la que pudo haber sido una nueva entrega de la adaptación de aquella gran historia.


En cuanto al ritmo de la película, no decae nunca. Y tenemos desenlace de la trama muy respetable, con un final que invita a una segunda parte si es que se triunfa en la taquilla, algo que ya está pasando a nivel mundial. El reparto es muy correcto, aunque el desperdiciado Jude Law no se luce demasiado, y Rachel McAdams está demasiado varonil. El resto pasa todo demasiado bien, muy justo, entretenido, llamativo y hasta divertido. Se rescatan un par de escenas graciosas como la primera vez que aparecen juntos Holmes y Watson, o la balacera que se descarga Downey Jr. en vano cuando intentan atrapar al villano.


La cámara X-Mo es un elemento aparte que hace al aspecto visual pero aleja a la historia de su esencia, perdiendo encima la seriedad. Como bien dijo un crítico, el ralenti lo ponen para que nos demos cuenta cuan cool es todo lo que estamos viendo. Como si necesitáramos entender todo como niños. Tanta explicación, tanto lío bisexual, tanta estética pop y tanta frescura del protagonista, contrapuestas a las virtudes señaladas en el párrafo anterior hacen a uno quedar al filo de la decisión final, aún cuando se es conciente de que -por muy divertido que haya sido todo- estamos ante un concepto fallido. Y lo más inconcebible es que Holmes no use su sombrerito tan característico.


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