(crítica co-escrita con Soledad Velasco para La Mirada Indiscreta)
En cinco ocasiones diferentes, cinco personajes diferentes, deciden
volver sobre sus pasos para tomar una decisión diferente. Se trata de
una adolescente atribulada, un hombre atrapado en medio de un conflicto
interfamiliar, una madre llena de incógnitas y una empleada inmigrante
que está dispuesta a todo por mantener su (precaria) condición laboral.
Detrás de todo ese enredo, Asghar Farhadi, ese genio que nos brindó una
de los dramas familiares más humanos del cine contemporáneo con la
brillante Nader y Simin: Una separación (2011), atando cabos y
manejando a su antojo a los miembros de un melodrama digno de una
telenovela de la tarde pero impregnado de tanto lenguaje cinematográfico
que hasta parece un milagro.
Asghar Farhadi se dispone a involucrarnos en una trama de enredos,
bien circular, con hilos tensados que aprietan, que agobian y marean.
Nos lanza en el epicentro de un lavarropas en pleno centrifugado. El
centro es ella, la mujer, la pachamama, la criadora de hijos, la
salvadora, el eje de la familia, la que tiene la valentía para
sobreponerse a las pérdidas. Marie, María, la Madre. A su alrededor, los
hombres y los hijos, suyos y ajenos. Todos a su cargo, esperando algo
de ella: que actúe bien, que reserve el hotel, que tenga moral, que sea
paciente, que limpie. Y ella que cada vez se parece más a un león
enjaulado pidiendo que la quieran pero siendo incapaz de dar un beso o
una caricia. ¿En qué la convirtió la vida? Tan ocupada que es incapaz de
dar afecto. De todas formas, no sólo a ella, sino a todos los
personajes del film les cuesta querer o demostrar afecto. Todos están
atrapados en esta red del presente que está demasiado remojada en
pasado. Pero, ¿qué es el pasado? Aparece en forma de culpa, de
remordimiento, de añoranza y sobre todo de malentendido. Porque
finalmente lo que hace avanzar la trama en esta película -por eso
decíamos antes que es una trama de enredos-, es el malentendido. Tal
vez, uno de los grandes malentendidos que plantea la película es,
justamente, ¿qué entendimos mal sobre qué es una familia? En este
sentido, El Pasado retrata acertadamente un momento de crisis en
una familia que no es “mamá, papá, nena, nene”, sino más bien mamás y
papás que se suceden y hermanitos momentáneos, circunstanciales. Un
anclaje real y necesario para un cine contemporáneo.
Pero, precisamente, volvamos sobre nuestros pasos. Esos cinco
personajes mencionados al principio no son nada casual en una obra que
precisamente lleva por nombre y por estigma El Pasado. Las
sutilezas no le sientan bien a Farhadi, porque él prefiere tirarnos
contra la cara el más crudo de los relatos con la simpleza y la
contundencia de la vida misma. En El pasado no hay sutilezas.
Esos cinco personajes están atrapados en una pesadilla sin resolver, de
esas que existen realmente pero por lo general son demasiado intrincadas
para creerlas posibles. Y no son los únicos atrapados allí: no hay ni
un solo personaje del relativamente corto reparto (no más de siete
personajes que llevan adelante toda la historia) que no sufra una
incógnita. Y eso los hace retroceder, los mantiene dubitativos y
estancados.
Y es en esta pesadilla donde se enreda también la verdad y la
mentira, volviéndose ambas la misma cosa. Y ahí aparece el absurdo de
las relaciones humanas que se basan en lo que uno cree que el otro dijo
pero que finalmente no dijo, en causas con obvios efectos, que son, en
realidad, subjetivos; en todo lo que termina pudriendo las relaciones,
haciendo que den olor, que nos saquen las ganas de estar en el presente.
Y justamente El Pasado habita tan intensamente el presente que
aunque desde el título y desde el discurso de los personajes se quiera
estar en el pasado, la realidad se impone y, tal como dice un postulado
Hegeliano, “la prisión del presente sólo permite huídas ilusorias”.
Y la cosa no se queda ahí, porque son muchísimas las dudas que nos
deja este melodrama francés. ¿En qué convirtió la vida a estos
personajes? ¿El pasado es el motivador de un futuro incierto o es un
presente no resuelto? ¿De qué somos capaces cuando nuestra vida no es
más que una duda detrás de otra? Quizás sea una película bastante menos
pulida y precisa que la anterior del director, pero allí está el iraní
nuevamente, dejándonos una historia familiar casi perfectamente contada,
grabada a fuego en nuestra mente por muchas horas, días y hasta semanas
después del visionado. Farhadi pasó a ser el analista imprescindible de
lo humano en el cine contemporáneo.
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