Hay vida en la Luna
Esta película, que arrasó en el Festival de Sitges, retoma la idea de toda una gama de cintas -cortas y largas- que tratan sobre la manía del hombre por conquistar el espacio exterior. De la mano del cineasta debutante, Duncan Jones, este film intenta dejar en claro que la ambición humana por llegar a confines impensados (y explotarlos) puede llevarlo a sucumbir ante sus propios demonios internos, perpetrando cualquier tipo de 'animalada' contra su propia existencia, aún pensando que lo que hace puede llevarlo a sobrevivir por los siglos de los siglos.
Sam Rockwell interpreta de manera magistral al personaje princial -y casi único- de esta impactante historia. Él es un minero que vive desde hace tres años en el satélite de la Tierra extrayendo Helio-3, el componente que, en el universo de Jones, abastece al planeta con un 70% de energía.
Esta idea no es muy alocada. De hecho, la NASA compartió la proyección de este filme con la presencia de su director -para los que no lo conocen, el hijo de David Bowie-, a petición de un profesor que allí trabaja, y luego de una rueda de prensa con el susodicho, una científica reveló que están trabajando con ese componente para los mismos fines que se preven en la película.
Cómo Jones logró socabar esa información, no lo sé. Pero sí sé que construyó una historia compleja y densa para seguir, pero que se sirve de herramientas muy preciadas para contar una trama totalmente cautivadora e imperdible. Los efectos especiales de este largometraje cuasi independiente son bastante flojos, pero para lo que fue su presupuesto son toda una maravilla, aún cuando se descuidan un par de aspectos obvios que sólo los conocedores de la materia (sí, lo confieso, el espacio exterior es mi fetiche) podemos señalar.
Toda la película rebosa ingenio, aún cuando el espectador podrá encontrar en Gerty (con la voz de Kevin Spacey) algo de HAL 9000 de 2001: a space Odyssey, o una trama con tintes de Solaris. Sin duda estamos ante una joyita de la ciencia ficción, a pesar de que éste género es tan sólo un mantel en el que se apoya todo un conjunto de condimentos para servir el plato principal: una suerte de thriller psicológico que no abusa de los factores típicos de esa corriente, pero que aprovecha al máximo los recursos (ya que estamos con la extracción de los minerales) que tiene a su merced para traer a pantalla una de las diez mejores películas de este 2009, y probablemente una de las cinco mejores -sino la mejor- de ciencia ficción.
El ambiente claustrofóbico que se da en la base lunar es impecable, y esto se agrava aún más a medida que va aumentando la tensión después de que el(los) protagonista(s) van descubriendo los sombríos secretos que viven detrás de las paredes que los cobijan. De hecho, más bien la Luna es un pretexto para enmarcar el ambiente de desolación en el que se ve inmerso Sam Bell (Rockwell). Toda esa soledad va presionando los cascos de oxígeno del minero, hasta meterse en sus entrañas para empezar a desflorar su vida tan vacía y ficticia.
La musicalización a cargo de Clint Mansell es merecedora de un Óscar, así como el guión de Nathan Parker, que es de lo mejor que he tenido el placer de "leer" este año. El primero de estos aspectos le da el ambiente ideal a cada escena, aún cuando ésta puede brillar por el silencio. Cada momento desgarrador, conmovedor, o impactante, lo es gracias al trabajo de Mansell, que a pesar de que repite el mismo track varias veces, lleva a un clímax único, que por supuesto se vale también del final propiamente dicho.
Qué más decir. Es una película para la reflexión. Si la misma NASA se complació con este producto quiere decir que Jones dio en la tecla. Estamos ante un filme profundo, que invita al (auto)análisis, y que explora las inmediaciones del poder ser del humano, junto con sus características. Porque principalmente es eso: un filme humanístico. Recomiendo verla dos veces, porque la visión que se tiene de las cosas una vez se conoce el final es totalmente distinta y reveladora. La verdad, es para mantener en la mira a esta promesa del cine que, aunque sea por una hora y media, nos hace creer que hay vida en la Luna. Y qué vida.
Sam Rockwell interpreta de manera magistral al personaje princial -y casi único- de esta impactante historia. Él es un minero que vive desde hace tres años en el satélite de la Tierra extrayendo Helio-3, el componente que, en el universo de Jones, abastece al planeta con un 70% de energía.
Esta idea no es muy alocada. De hecho, la NASA compartió la proyección de este filme con la presencia de su director -para los que no lo conocen, el hijo de David Bowie-, a petición de un profesor que allí trabaja, y luego de una rueda de prensa con el susodicho, una científica reveló que están trabajando con ese componente para los mismos fines que se preven en la película.
Cómo Jones logró socabar esa información, no lo sé. Pero sí sé que construyó una historia compleja y densa para seguir, pero que se sirve de herramientas muy preciadas para contar una trama totalmente cautivadora e imperdible. Los efectos especiales de este largometraje cuasi independiente son bastante flojos, pero para lo que fue su presupuesto son toda una maravilla, aún cuando se descuidan un par de aspectos obvios que sólo los conocedores de la materia (sí, lo confieso, el espacio exterior es mi fetiche) podemos señalar.
Toda la película rebosa ingenio, aún cuando el espectador podrá encontrar en Gerty (con la voz de Kevin Spacey) algo de HAL 9000 de 2001: a space Odyssey, o una trama con tintes de Solaris. Sin duda estamos ante una joyita de la ciencia ficción, a pesar de que éste género es tan sólo un mantel en el que se apoya todo un conjunto de condimentos para servir el plato principal: una suerte de thriller psicológico que no abusa de los factores típicos de esa corriente, pero que aprovecha al máximo los recursos (ya que estamos con la extracción de los minerales) que tiene a su merced para traer a pantalla una de las diez mejores películas de este 2009, y probablemente una de las cinco mejores -sino la mejor- de ciencia ficción.
El ambiente claustrofóbico que se da en la base lunar es impecable, y esto se agrava aún más a medida que va aumentando la tensión después de que el(los) protagonista(s) van descubriendo los sombríos secretos que viven detrás de las paredes que los cobijan. De hecho, más bien la Luna es un pretexto para enmarcar el ambiente de desolación en el que se ve inmerso Sam Bell (Rockwell). Toda esa soledad va presionando los cascos de oxígeno del minero, hasta meterse en sus entrañas para empezar a desflorar su vida tan vacía y ficticia.
La musicalización a cargo de Clint Mansell es merecedora de un Óscar, así como el guión de Nathan Parker, que es de lo mejor que he tenido el placer de "leer" este año. El primero de estos aspectos le da el ambiente ideal a cada escena, aún cuando ésta puede brillar por el silencio. Cada momento desgarrador, conmovedor, o impactante, lo es gracias al trabajo de Mansell, que a pesar de que repite el mismo track varias veces, lleva a un clímax único, que por supuesto se vale también del final propiamente dicho.
Qué más decir. Es una película para la reflexión. Si la misma NASA se complació con este producto quiere decir que Jones dio en la tecla. Estamos ante un filme profundo, que invita al (auto)análisis, y que explora las inmediaciones del poder ser del humano, junto con sus características. Porque principalmente es eso: un filme humanístico. Recomiendo verla dos veces, porque la visión que se tiene de las cosas una vez se conoce el final es totalmente distinta y reveladora. La verdad, es para mantener en la mira a esta promesa del cine que, aunque sea por una hora y media, nos hace creer que hay vida en la Luna. Y qué vida.
Calificación (del 1 al 10): 9
Editado el 08/03/2010
GANADORA DE 1 PREMIO PALITOH:
- Mejor Actuación Masculina en un rol Protagónico (Sam Rockwell)