Director: Noah Baumbach
Guión: Noah Baumbach y Jennifer Jason Leigh
Género: Drama, Comedia
Duración: 107 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2010
Reparto: Ben Stiller, Greta Gerwig, Rhys Ifans, Jennifer Jason Leigh, Juno Temple, etc
Sus trastornos, ustedes, extraños
Hace unas semanas hablábamos de la capacidad de Ben Stiller para brillar incluso en cintas desdeñables, y de cómo no se lo aprecia por su talento incalculable y su capacidad de mutar para componer personajes realistas y verosímiles. Ahora se da un nuevo paradigma con Greenberg (2010), donde su participación puede discutirse en cuanto al foco de la cuestión a tratar ("protagonismo" no entra dentro del diccionario de este film dirigido por Noah Baumbach) pero siempre guarda un hálito de sensatez respecto al mensaje y la capacidad de llegar al público. Digámoslo de una vez por todas: Ben Stiller lo hizo otra vez.
No es sorpresa para los lectores asiduos a este blog la devoción que tengo por los trabajos de Stiller. Muchos critican su sencillez en el ámbito narrativo, o su humor físico que no logra simpatizar con todos, pero lo cierto es que en cada incursión suya en alguna cinta -ya sea dirigida por él o no- siempre hay algo para rescatar. Pero no vamos a hacer un análisis del talento de Stiller, porque sería injusto con la película. Es que precisamente lo que más se destaca de Greenberg -nominada al Oso de Oro en Berlín- es su capacidad de apoyarse en dos monstruosas actuaciones, como lo son la de Greta Gerwig y el ya citado actor, sin caer en un microcosmos de historia centralizada, en el que todo quede reducido a un ambiente cerrado lleno de alicientes poco conmovedores respecto a la idea del autor.
La premisa del film parte de la historia de un neoyorkino que se muda temporalmente a Los Angeles luego de una recaída psicológica a causa de muchos pesares arrastrados en la vida. Allí se encuentra con su antítesis, tanto en ideología como en edad, en una ciudad que no sólo no tiene nada que ver con él aún cuando lo vio crecer, sino que le mostrará que su sueño de atemporalidad es imposible. ¿Es Greenberg cosa juzgada? Puede que sí, pero nada más bello y sincero que retratar la rehabilitación de un atormentado estadounidense sin buscarle nudos jocosos o empalagosos. Hay que reconocerlo, cuando quiere, Hollywood sabe rescatarse. Y es ahí cuando cabe aplaudir la labor de Baumbach, que nutre de virtuosismo sus planos estáticos para permanecer alerta hasta algún brote de Stiller que, sostenido en un histrionismo dramático hasta ahora no muy pulido, deslumbra con creces y deleita por un tratado de su personaje que poco tiene que ver con lo visto a lo largo de su filmografía.
Sí, Stiller se transforma físicamente, pero se parece más al Stiller de lo cotidiano que al de Zoolander, Greg Focker, Tim Dingman o Tugg Speedman. Su honestidad rebosa en cada fotograma, y su característica principal bien puede ser de él como de cualquiera de sus personajes. La introversión, los brotes psicóticos, la mirada perdida, la sonrisa ausente, el pelo despeinado, todo lo compone a Roger Greenberg en el cuerpo de Stiller.
Párrafo aparte merece Greta Gerwig, en un despliegue de talento asombroso, conectándose a la perfección con Stiller, a pesar de la clara diferencia de edad. La película, por momentos, se rinde a sus pies, como lo insinúa Baumbach en el paneo inicial, mientras retrata a L.A. y luego ella se encarga del resto. Los viajes en auto, sus estúpidas anécdotas, su entrega a la experimentación sexual melancólica y la frescura de ese cunilingus tan ridículo y desencajado, son matices que valen la pena apreciar en los momentos en que esta gran actriz hace aparición. Las incursiones de Rhys Ifans y Juno Temple también son muy interesantes, además de la de Jennifer Jason Leigh, que esta vez también se encarga del guión.
Como pueden notar, ésta es una película actuada por gente entendida del ambiente cinematográfico -exceptuando a Temple-, que experimentó detrás de las cámaras por lo menos una vez. Esto se nota en el producto final, y lo vuelve pulcro.
Del apartado técnico queda agregar poco. Como decíamos, Baumbach hace un gran trabajo con la cámara, ayudado también por la fotografía de Harris Savides. La música, en esa lucha de imposición generacional, cumple un rol aparte, pero siempre dando mecha para la apreciación. Mientras Greenberg quiere esnifar coca con Duran Duran de fondo, la nueva generación reclama a gritos hacerlo con Korn; excelente.
Quizás lo que más valga la pena de esta película sea su cuota de sinceridad, ese plus de realismo imposible de no querer sobre todo cuando despliega un desenlace tan conmovedor y atroz al mismo tiempo (nótese como se banaliza el aborto, en un intento -quizás sí, quizás no- de retratar las raras idiosincracias que adoptó el angelino posmoderno). Greenberg es Stiller, y a la vez no. Greenberg es Gerwig deslumbrante, y a la vez no. Es un tire y afloje de generaciones que intentan hacerse notar, ¿o perderse en el olvido? Ni comedia ni drama. La duda existencial en tiempos de sexo, drogas y rock n' roll... que ya se terminaron. Y en el medio queda el trago amargo y el suspiro seco del corte a negro.
No es sorpresa para los lectores asiduos a este blog la devoción que tengo por los trabajos de Stiller. Muchos critican su sencillez en el ámbito narrativo, o su humor físico que no logra simpatizar con todos, pero lo cierto es que en cada incursión suya en alguna cinta -ya sea dirigida por él o no- siempre hay algo para rescatar. Pero no vamos a hacer un análisis del talento de Stiller, porque sería injusto con la película. Es que precisamente lo que más se destaca de Greenberg -nominada al Oso de Oro en Berlín- es su capacidad de apoyarse en dos monstruosas actuaciones, como lo son la de Greta Gerwig y el ya citado actor, sin caer en un microcosmos de historia centralizada, en el que todo quede reducido a un ambiente cerrado lleno de alicientes poco conmovedores respecto a la idea del autor.
La premisa del film parte de la historia de un neoyorkino que se muda temporalmente a Los Angeles luego de una recaída psicológica a causa de muchos pesares arrastrados en la vida. Allí se encuentra con su antítesis, tanto en ideología como en edad, en una ciudad que no sólo no tiene nada que ver con él aún cuando lo vio crecer, sino que le mostrará que su sueño de atemporalidad es imposible. ¿Es Greenberg cosa juzgada? Puede que sí, pero nada más bello y sincero que retratar la rehabilitación de un atormentado estadounidense sin buscarle nudos jocosos o empalagosos. Hay que reconocerlo, cuando quiere, Hollywood sabe rescatarse. Y es ahí cuando cabe aplaudir la labor de Baumbach, que nutre de virtuosismo sus planos estáticos para permanecer alerta hasta algún brote de Stiller que, sostenido en un histrionismo dramático hasta ahora no muy pulido, deslumbra con creces y deleita por un tratado de su personaje que poco tiene que ver con lo visto a lo largo de su filmografía.
Sí, Stiller se transforma físicamente, pero se parece más al Stiller de lo cotidiano que al de Zoolander, Greg Focker, Tim Dingman o Tugg Speedman. Su honestidad rebosa en cada fotograma, y su característica principal bien puede ser de él como de cualquiera de sus personajes. La introversión, los brotes psicóticos, la mirada perdida, la sonrisa ausente, el pelo despeinado, todo lo compone a Roger Greenberg en el cuerpo de Stiller.
Párrafo aparte merece Greta Gerwig, en un despliegue de talento asombroso, conectándose a la perfección con Stiller, a pesar de la clara diferencia de edad. La película, por momentos, se rinde a sus pies, como lo insinúa Baumbach en el paneo inicial, mientras retrata a L.A. y luego ella se encarga del resto. Los viajes en auto, sus estúpidas anécdotas, su entrega a la experimentación sexual melancólica y la frescura de ese cunilingus tan ridículo y desencajado, son matices que valen la pena apreciar en los momentos en que esta gran actriz hace aparición. Las incursiones de Rhys Ifans y Juno Temple también son muy interesantes, además de la de Jennifer Jason Leigh, que esta vez también se encarga del guión.
Como pueden notar, ésta es una película actuada por gente entendida del ambiente cinematográfico -exceptuando a Temple-, que experimentó detrás de las cámaras por lo menos una vez. Esto se nota en el producto final, y lo vuelve pulcro.
Del apartado técnico queda agregar poco. Como decíamos, Baumbach hace un gran trabajo con la cámara, ayudado también por la fotografía de Harris Savides. La música, en esa lucha de imposición generacional, cumple un rol aparte, pero siempre dando mecha para la apreciación. Mientras Greenberg quiere esnifar coca con Duran Duran de fondo, la nueva generación reclama a gritos hacerlo con Korn; excelente.
Quizás lo que más valga la pena de esta película sea su cuota de sinceridad, ese plus de realismo imposible de no querer sobre todo cuando despliega un desenlace tan conmovedor y atroz al mismo tiempo (nótese como se banaliza el aborto, en un intento -quizás sí, quizás no- de retratar las raras idiosincracias que adoptó el angelino posmoderno). Greenberg es Stiller, y a la vez no. Greenberg es Gerwig deslumbrante, y a la vez no. Es un tire y afloje de generaciones que intentan hacerse notar, ¿o perderse en el olvido? Ni comedia ni drama. La duda existencial en tiempos de sexo, drogas y rock n' roll... que ya se terminaron. Y en el medio queda el trago amargo y el suspiro seco del corte a negro.
Siempre estuvo entre mis planes, pero por alguna razón nunca me decidi a verla. Por tu crítica creo que sería bueno retomarla, ya que por lo menos meritos suficientes tiene, ya que no recibio malas críticas en la Berlinale.
ResponderEliminarSaludos Pablo
Justo anoche la vi. La tuve que ver en tres tandas porque llegaba un punto en el que me incomodaba.
ResponderEliminarYo la recomendaría.
sabei como se titula la cancion de korn que uena en la peli...aunque sea un pequeño trozo?
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