Mi documental "A Fanatic By Choice"

jueves, 30 de septiembre de 2010

Get him to The Greek

Título: Get him to The Greek
Director: Nicholas Stoller
Guión: Nicholas Stoller y Jason Segel
Género: Comedia
Duración: 109 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2010
Reparto: Jonah Hill, Russell Brand, Rose Byrne, Sean 'P. Diddy' Combs, etc.


Terapia, irreverencia y redención

Lo mejor que tiene esta película, protagonizada por quien para este servidor puede que sea el futuro de la comedia americana, es esa indisciplinada forma de contar las cosas, sin importar los estereotipos, lo banal de la propuesta, y sobre todo, olvidándose de ese modismo estructurado, adoptado por las nuevas actividades del género (ni siquiera llamémoslas películas), y mal llamada "corrección política". De esto último no hay absolutamente nada en Get him to The Greek (nefastamente traducido en otros países de habla hispana, que creen que puede aludir a su propia cultura cuando el concepto es puramente hollywoodense... ni Inglaterra puede sentir propia esta cinta).

El cómo se la tome puede que sea un ítem clave para ingerir este cóctel típico de Apatow y Asociados: sexo, drogas, irreverencia, estilo rockanrolla, y avasallamiento incesante de gags verbales muy groseros (y grotescos) que también se venden en formato visual.

Jonah Hill es el amo y señor de esta película. Si el gordito simpaticón (que ya no es más "gordito") logró el súmum de su carrera en la prematura obra maestra Superbad (2007), en este film expresa la madurez que ha alcanzado, aún cuando muchos dicen que copia las formas de su participación en la versión raíz de esta peli que hoy tratamos, Forgetting Sarah Marshall (2008), del mismo director.
A ver, de dónde puede sacar un buen comediante -cuya única arma a veces es su aspecto, y en otros casos más pulidos (que escasean en estos tiempos) sus modismos y estilos- algo de originalidad cuando el concepto o formato de la producción en la que participa se presenta casi como alusión paratextual explícita de un título anterior o ajeno. No jodamo', ¡Hill es un groso! Sus facetas como actor cómico y dramático están plasmadas en la justa duración de este film. Un prodigio que, o tiene un representante medio ciego, o prefiere quedarse en la trivialidad de los hijos de la Hollywood estéril de esta última década.

El guión de Get him to The Greek bien puede ser vapuleado por los pretensiosos como vacío, inconexo, y falto de encanto, pero la química entre sus dos protagonistas (Russell Brand, muy difícil de querer, y el ya mencionado Hill) es la base primaria para su aceptación. No importa cómo acabará todo. De hecho, eso es lo que nos da a entender el pésimo tercio final de metraje. Lo que importa es qué pasa en ese viaje licérgico del medio, que remite a films más valientes y geniales como por ejemplo Fear and Loathing in Las Vegas (1998) de Terry Gilliam.

Se destacan: las técnicas de montaje que utiliza Stoller para plasmar las vericuetas situaciones festivas por las que atraviesan los personajes; la inclusión en el reparto de Sean 'P. Diddy' Combs y Lars Ulrich, especialmente; las letras de los soundtracks interpretados por ese excéntrico Aldous Snow; y particularmente el homenaje a The shining (1980) de Stanley Kubrick durante una escapatoria de un hotel, no tanto por la frase en sí misma dicha por Brand ("¡estos pasillos están construidos a lo Kubrick!"), que explicita la idea de que el genio de las imágenes era un auténtico arquitecto, sino por ese ínfimo, casi inexistente travelling con la steady cam, muy propio de aquellas gloriosas secuencias con el triciclo.

Get him to The Greek podrá ser absurda, banal, escueta, y escandalosa, pero de que te reís, te reís... sino, cualquier cosa, toquen el felpudo de la pared, toquen el felpudo...


sábado, 25 de septiembre de 2010

Valhalla Rising

Título: Valhalla Rising
Director: Nicolas Winding Refn
Guión: Roy Jacobsen y Nicolas Winding Refn
Género: Acción, Aventura
Duración: 93 minutos
Orígen: Dinamarca, Reino Unido
Año: 2009
Reparto: Mads Mikkelsen, Maarten Stevenson, Gary Lewis, Jamie Sives, Ewan Stewart, Alexander Morton, Callum Mitchell, Douglas Russell, etc.


Los silencios de la conquista

No confundan, amigos, a este film con uno de esos épicos de guerra muy hechos a la vieja usanza, como suele verse en la cartelera hollywoodense. Si bien es de dudosa procedencia idiomática (habrá que comprobar ese inglés con el que se comunican los vikingos), esta película de Nicolas Winding Refn es un azote a la tranquilidad del espectador, un claro artístico en donde reposa una parsimoniosa brutalidad, iluminada por el buen gusto a la hora de elegir la banda sonora y el hasta ahora mejor trabajo fotográfico que se ha visto en el año.

Valhalla Rising (2009) es la historia del apodado One-Eye (muy bien en su papel Mads Mikkelsen), un guerrero con fuerza sobrehumana que escapa de la esclavitud rumbo a no-se-sabe-bien-dónde, pero que en su camino se cruzará con varias situaciones que irán a redefinir lo que es. Hasta aquí, el típico esquema de la conquista del ser en un film histórico, pero no. Esta trama, ambientada en el Siglo X, está llena de matices que nada tienen que ver con este tipo de historias que ejemplificamos desde el principio. Valhalla Rising es un grito silencioso, representado pulcramente en su protagonista violento y pacífico a la vez. One-Eye es la encarnación de esa humanidad que, perturbada por los vientos de cambio que soplaron en la época post-Cristo, debió verse envuelta en ríos de sangre en esa búsqueda de la "verdad".

Y, si bien hoy en día diez siglos se ven como muchísimo tiempo, el proceso de las Cruzadas se vio reflejado por los historiadores de una manera pasajera, como si de un trámite se tratara. Eso lo transmite perfectamente el director de la trilogía Pusher. Mientras en el film sucede lo que se ve en pantalla, sabemos -por esas cosas mágicas que sólo el buen cine nos sabe dar- que en otra parte al mismo tiempo hay guerras desatándose de una manera atroz, con la finalidad de tener el poder legítimo de la divinidad. Sin embargo, nuestra mente se mantiene inerte con esa lejanía a la que están condenados los personajes.
"Somos guerreros directos de Dios," dice el líder del clan de los vikingos paganos que encuentran One-Eye y el niño que lo acompaña en su periplo. La fatalidad es el trámite, y los "guerreros" los empleados de Dios, es lo que nos intenta decir Winding Refn con su silencio tan perturbador (soporífero, dirán otros intolerantes) en el transcurso de los seis episodios que dividen esta intrigante e hipnótica historia.

La calidad técnica de la propuesta está más allá de cualquier cosa que se haya intentado últimamente en el género. Sin exagerarlo a lo Peter Jackson, y sin caer en lo burdo de realizaciones recientes de HBO, Winding Refn logra concebir una cinta que bien podría resumir las ambiciones de muchos años por parte de aquellos que han querido encarar proyectos de estas características. Cómo es posible que en tan sólo una hora y veinte minutos la película sea capaz de pasear por paisajes (literales y figurativos) filosóficos, humanísticos y naturalistas, sin apartar la violencia como concepto base y el "adónde vamos" como leit motiv, ese es su mayor mérito.

Valhalla Rising es un film al que un Zack Snyder jamás podrá siquiera aspirar, y del cual un Stanley Kubrick estaría orgulloso. La arquitectura de la imagen, acompañada de los sonidos-ambiente lo son todo, mientras desfilan varios personajes que intentan perjudicar o apoyar la empresa del héroe dentro de un ambiente de caos absoluto, desorden existencial, contrastado por la imperiosa e inmutable Naturaleza (simbolismo más que obvio pero efectivo de Dios) mostrando su poder casi soberbio por sobre la pequeñez de esos hombres que buscan la conquista, en el lugar equivocado. De más está decir que se recomienda esta experiencia.


martes, 21 de septiembre de 2010

The killer inside me

Título: The killer inside me
Director: Michael Winterbottom
Guión: John Curran y Jim Thompson (novela)
Género: Crimen, Drama, Thriller
Duración: 109 minutos
Orígen: Estados Unidos, Suecia, Reino Unido, Canadá
Año: 2010
Reparto: Casey Affleck, Kate Hudson, Jessica Alba, Ned Beatty, Elias Koteas, Tom Bower, Simon Baker y Bill Pullman.


Cuando la sinceridad brutal pone al cine en el límite

Atención, estimado lector: esta no es una recomendación propiamente dicha, sino más bien una sugerencia.

¿Será necesaria tanta brutalidad visual, tanto sexo, tanta violencia, para ilustrar nuevamente a Lou Ford? Queda a consideración del espectador, pero lo cierto es que Michael Winterbottom logró transformar aquella adaptación de Burt Kennedy sobre la vieja novela de Jim Thompson en un film noir de lo más gráfico que se haya visto en años. Están advertidos: esta cinta no es para cualquiera.

Empiezo con estas dos aclaraciones justamente para que después no se diga que ando recomendando cosas zarpadas por ahí. Porque ése es el mejor término -vulgar- para The killer inside me (2010): está "zarpada" en violencia. Ojo, eso no la hace una mala película, no confundan. Winterbottom sabe darle un toque propio y mucho más crudo al conocido ¿western? de los '70, justificando esa violencia puesta en discusión aquí dentro de determinados momentos o ambientes, sin llegar a caer del todo en el vacío simbólico.

El film goza de una ambientación asombrosa. Todo ocurre a mediados de la década del '50, en un pequeño pueblo texano, donde el Sheriff Lou Ford (Casey Affleck) es un hombre tranquilo y bien visto en el pueblo que en realidad oculta un pasado lleno de traumas que lo convirtieron en un psicópata. Esto último es un elemento agregado por los guionistas de esta película, lo cual hace más original a la propuesta. Y, si bien el guión por momentos deja bastante que desear por lo esquemático que es, el clima de tensión propio de un buen thriller se logra gustosamente, más allá de ese pésimo final que tiene.

Ahora, ¿por qué puede despertar tanta polémica este film? Porque la forma en la que está hecho (un despliegue de vestuario, utilería y maquillaje impresionantes para este tipo de producciones) lo hace demasiado creíble, siendo esto un recurso para desarrollar ciertas escenas que muchos agradecerían no haber visto jamás. Por esto entiéndase la secuencia absolutamente brutal y repulsiva que resulta la golpiza que le da el protagonista a una mujer (no diremos quién) hasta matarla, siendo esta escena la que posee el mayor grado de violencia y realismo visto en muchos años, quizás desde el plano secuencia de la violación en Irréversible (2002). No obstante, así como eso puede ser un elemento en contra para muchos, también puede serlo a favor para otros, ya que no faltarán los fans de filmografías de realizadores como Quentin Tarantino, los Cohen, Robert Rodriguez o Rob Zombie -por citar algunos con cierta tendencia a la violencia gráfica sin ningún mensaje- que estarán encantados con el realismo sádico con el que se plantea The killer inside me, que además adpota el aura de trama interesante recién después del momento más shockeante. ¿Exagero? Primer motivo para que vean la película y saquen sus propias conclusiones.

Pasando a un análisis un poco más pretensioso, nos encontramos con una cinta que intenta hacernos jugar a los detectives, aún cuando desde el título y el póster (y la misma antigüedad de la historia) nos hacen saber de entrada quien es "el asesino". Mediante esta premisa, la película -que este año fue nominada al Oso de Oro en Berlinale- resulta absoluta y ridículamente errática, ya que, basados en las famosas reglas del género detectivesco que pasaremos a mencionar a continuación, toda la trama está desenfocada y mal planteada, provocando como resultado un film fallido. Veamos:

Regla N° 1 de Tzvetan Todorov (basado en las reglas de S.S. Van Dine): Máximo, un detective (en la peli hay muchos, y muy torpes, por cierto), un culpable, y por lo menos una víctima.
Regla N° 2: El culpable debe matar por razones personales... vean la película y consideren este ítem. ¿Psicología berreta? ¿Psiquiatria para novatos? ¿Tándem fallido? Ustedes dirán, pero desde aquí atino a anticipar que en muchas situaciones se carece de motivos o, por lo menos, excusas. "Nadie se lo merece" dice el protagonista en un momento... ¿Entonces?
Regla N° 3: El amor queda excluido... no sé si llamarlo amor, pero hay muchísimo sexo y drama de polleras, así que, Winterbottom, fallaste otra vez.
Regla N° 4: El culpable debe ser uno de los principales. Sería absurdo develar/mencionar esta cuestión.
Regla N° 5: Los sucesos deben revelarse de manera racional, nada de fantasía. Otro fallo de la historia (novela y película).
Regla N° 6: No hay lugar para descripciones o análisis psicológicos. Quizás el peor error de los autores.
Regla N° 7: El autor es al lector, lo que el culpable al detective. Si analizo este ítem aquí, caería en un pantano de subjetividad indeseable, así que dejémoslo pasar.
Regla N° 8: Se deben evitar las soluciones triviales. ¡Bang! Otro error más (he aquí el patético final ya mencionado).

Poniendo contra la pared a The killer inside me no sólo se nos da la posibilidad de elegir si fusilarla por su esquematismo y maniqueísmo tan obvios o celebrar su excéntrica carta de presentación estética (¡qué buenos créditos de apertura!), sino que también nos permite reflexionar sobre los límites del cine actual para intentar decirnos algo a lo Benetton disfrazándose de ampulosa sinceridad. En estos casos, la violencia por violencia misma no resulta muy efectiva, más allá de fines meramente estéticos, caracterizándose a sí misma por este factor más que por lo que intenta contar o significar. Por eso, me quedo en el punto intermedio entre la recomendación y la no recomendación, para abrir paso a la sugerencia. Coman poco antes de verla, y armense de paciencia, porque se sentarán frente a una película que tiene un qué absolutamente anodino pero un cómo súper interesante. Está en ustedes...


viernes, 17 de septiembre de 2010

The Expendables


Título: The Expendables
Director: Sylvester Stallone
Guión: Dave Callaham y Sylvester Stallone
Género: Acción, Aventura, Thriller
Duración: 103 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2010
Reparto: Sylvester Stallone, Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Randy Couture, Steve Austin, Terry Crews, Mickey Rourke, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger, David Zayas y Giselle Itié.


¡Old School, Baby!

Sylvester Stallone vuelve a ponerse detrás de cámara después de sus dos estocadas finales a las sagas Rocky y Rambo, esta vez para hacer una gran fiesta de tiros, piñas, patadas, cuchillazos y mucha nostalgia.

The expendables (2010) se presenta divertida, entretenida y bien sencilla, aún cuando el guión es más simple que sencillo, obviamente. Pero tratándose de una propuesta en la que lo único importante es ver explosiones y la forma en que los buenos no tan buenos vencen a los malos malísimos, se permite. Es que la propuesta no era para menos. Stallone invitó a todos sus camaradas de la acción que prendió fuego el celuloide de los '70 hasta la actualidad para componer una película muy buena, sin importar ciertos matices.

Y esos matices (empecemos por lo malo así después sólo le lanzamos laureles a la peli) son nada más que algunas decisiones reprochables por parte de los realizadores en cuanto a la construcción del eje narrativo (who cares!?), como por ejemplo esa Isla-Nación mitad brasuca mitad boricua cuyos habitantes son interpretados por actores que ¡tan luego no acostumbran hablar español!. Tal es el caso de David Zayas, un puertoriqueño que de la cuna se fue al Bronx neoyorkino, y de la preciosa Giselle Itié, brasilera de origen mexicano; todos hablando un español casi ininteligible. El resto ya pasa por el nivel de aceptación y la cuota de credibilidad que el espectador le permita a la cinta, aunque vale aclarar que casi no hay secuencia que desprenda un "¡Pss, imposible! o un "¡¡Naa, pará un poco Stallone!!, lo cual es digno de remarcar y, por qué no, agradecer en estos casos.

Ahora sí, yendo a lo concreto: qué buena peli. Toda la acción bien al estilo ochentoso, ese equilibrio entre el cine de acción guerrero y el de los karatecas locos, las líneas de diálogo bien a la Rambo pero también cómicas. Un compendio del cine bueno de acción, de la mano de un reparto que además de gozar de una química increíble hace todo súper verosímil. ¡Súper, súper! Bueno, no tan súper, pero bastante súper... Y con esto nos referimos a las peleas y las escenas de combate armamentístico, que si bien son demasiado "boom" no dejan de tener una cuota alucinante de poderío visual y sonoro (tal vez la mejor edición de sonido del año, sin exagerar).

El dúo Statham-Stallone quizás se vuelva antológico, quizás no, pero sí funciona a toda marcha con esas conversaciones hilarantes que nos hacen creer que son amigos de toda la vida y que, principalmente, nos hacen olvidar que el pelado de The Transporter nació dos años después de que Stallone empezara su carrera actoral. Son dos generaciones uniéndose para el deleite de la afición de piromaníacos que disfrutó también con todas las películas protagonizadas por los que aquí el director se da el lujo de poner como mero relleno, aunque también con cada uno teniendo su minuto de gloria. Y por esto entiéndase a Terry Crews y la mejor arma que se recuerde en el cine de los últimos años; Randy Couture y sus planteos psicológicos (y el encargo especial en una de las peleítas, pero no vamos a hacer spoiler); Steve Austin haciendo del típico grandote invencible; Jet Li y su talento de siempre más un plus en su forma de ser que permite la sorpresa; y un Mickey Rourke que vuelve a demostrar que probablemente está en el mejor momento de su carrera y que definitivamente es el fénix de Hollywood.

Los hombres, ellos son los principales. Aquí no se cae en la típica de hoy en día, con tanta carne femenina en exposición con el único fin de mixarlo en el cóctel explosivo. Stallone y compañía (como también sería una buena forma de llamar al film) aprendieron de sus errores y no tropiezan con la misma piedra que todos los peso-pesado de la cartelera actual, sino al contrario: no hay estereotipos, o por lo menos no muy exagerados, y eso le da credibilidad a la trama.
The expandables expone más bien la figura del hombre de la mitología griega, ése que despliega su poder con la sensibilidad, a fuerza de sentimiento, sensatez y temor. Helo aquí al personaje de Rourke llorando por un recuerdo que lo movió de su pensamiento de siempre -como si fuera un llamado de atención al cine industrial actual-; el personaje de Jet Li soñando con tener familia; el de Couture planteando lo hablado con su psiquiatra con el resto del grupo; el de Statham conmovido por sus problemas de pareja; el de Dolph Lundgren -Gunnar (¿homenaje a Nick Gunar?)- en la dicotomía entre el "bien" y el "mal"; o el propio Stallone, cuyo personaje se ve movilizado por la actitud patriótica y honesta de Sandra (Giselle Itié) a la hora de decidir si ayudarla o no.

The expandables, cobrando energía con la cuota de calidad del cine de acción de la vieja escuela y algunos retoques producto de la experiencia de los que integran el proyecto, es un crítica al Hollywood actual, una burla a sí misma y un combo de adrenalina y testosterona que, además de entretener con creces, se plantea como franquicia (qué bien te salió, Stallone) y una mirada reflexiva a lo que se viene en el género. Ah, y lo mejor, por lejos, la escena del trío de los grandes: Stallone + Willis + Schwarzenegger; muy entretenida, como la película.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Greenberg

Título: Greenberg
Director: Noah Baumbach
Guión: Noah Baumbach y Jennifer Jason Leigh
Género: Drama, Comedia
Duración: 107 minutos
Orígen: Estados Unidos
Año: 2010
Reparto: Ben Stiller, Greta Gerwig, Rhys Ifans, Jennifer Jason Leigh, Juno Temple, etc


Sus trastornos, ustedes, extraños

Hace unas semanas hablábamos de la capacidad de Ben Stiller para brillar incluso en cintas desdeñables, y de cómo no se lo aprecia por su talento incalculable y su capacidad de mutar para componer personajes realistas y verosímiles. Ahora se da un nuevo paradigma con Greenberg (2010), donde su participación puede discutirse en cuanto al foco de la cuestión a tratar ("protagonismo" no entra dentro del diccionario de este film dirigido por Noah Baumbach) pero siempre guarda un hálito de sensatez respecto al mensaje y la capacidad de llegar al público. Digámoslo de una vez por todas: Ben Stiller lo hizo otra vez.

No es sorpresa para los lectores asiduos a este blog la devoción que tengo por los trabajos de Stiller. Muchos critican su sencillez en el ámbito narrativo, o su humor físico que no logra simpatizar con todos, pero lo cierto es que en cada incursión suya en alguna cinta -ya sea dirigida por él o no- siempre hay algo para rescatar. Pero no vamos a hacer un análisis del talento de Stiller, porque sería injusto con la película. Es que precisamente lo que más se destaca de Greenberg -nominada al Oso de Oro en Berlín- es su capacidad de apoyarse en dos monstruosas actuaciones, como lo son la de Greta Gerwig y el ya citado actor, sin caer en un microcosmos de historia centralizada, en el que todo quede reducido a un ambiente cerrado lleno de alicientes poco conmovedores respecto a la idea del autor.

La premisa del film parte de la historia de un neoyorkino que se muda temporalmente a Los Angeles luego de una recaída psicológica a causa de muchos pesares arrastrados en la vida. Allí se encuentra con su antítesis, tanto en ideología como en edad, en una ciudad que no sólo no tiene nada que ver con él aún cuando lo vio crecer, sino que le mostrará que su sueño de atemporalidad es imposible. ¿Es Greenberg cosa juzgada? Puede que sí, pero nada más bello y sincero que retratar la rehabilitación de un atormentado estadounidense sin buscarle nudos jocosos o empalagosos. Hay que reconocerlo, cuando quiere, Hollywood sabe rescatarse. Y es ahí cuando cabe aplaudir la labor de Baumbach, que nutre de virtuosismo sus planos estáticos para permanecer alerta hasta algún brote de Stiller que, sostenido en un histrionismo dramático hasta ahora no muy pulido, deslumbra con creces y deleita por un tratado de su personaje que poco tiene que ver con lo visto a lo largo de su filmografía.

Sí, Stiller se transforma físicamente, pero se parece más al Stiller de lo cotidiano que al de Zoolander, Greg Focker, Tim Dingman o Tugg Speedman. Su honestidad rebosa en cada fotograma, y su característica principal bien puede ser de él como de cualquiera de sus personajes. La introversión, los brotes psicóticos, la mirada perdida, la sonrisa ausente, el pelo despeinado, todo lo compone a Roger Greenberg en el cuerpo de Stiller.

Párrafo aparte merece Greta Gerwig, en un despliegue de talento asombroso, conectándose a la perfección con Stiller, a pesar de la clara diferencia de edad. La película, por momentos, se rinde a sus pies, como lo insinúa Baumbach en el paneo inicial, mientras retrata a L.A. y luego ella se encarga del resto. Los viajes en auto, sus estúpidas anécdotas, su entrega a la experimentación sexual melancólica y la frescura de ese cunilingus tan ridículo y desencajado, son matices que valen la pena apreciar en los momentos en que esta gran actriz hace aparición. Las incursiones de Rhys Ifans y Juno Temple también son muy interesantes, además de la de Jennifer Jason Leigh, que esta vez también se encarga del guión.
Como pueden notar, ésta es una película actuada por gente entendida del ambiente cinematográfico -exceptuando a Temple-, que experimentó detrás de las cámaras por lo menos una vez. Esto se nota en el producto final, y lo vuelve pulcro.

Del apartado técnico queda agregar poco. Como decíamos, Baumbach hace un gran trabajo con la cámara, ayudado también por la fotografía de Harris Savides. La música, en esa lucha de imposición generacional, cumple un rol aparte, pero siempre dando mecha para la apreciación. Mientras Greenberg quiere esnifar coca con Duran Duran de fondo, la nueva generación reclama a gritos hacerlo con Korn; excelente.

Quizás lo que más valga la pena de esta película sea su cuota de sinceridad, ese plus de realismo imposible de no querer sobre todo cuando despliega un desenlace tan conmovedor y atroz al mismo tiempo (nótese como se banaliza el aborto, en un intento -quizás sí, quizás no- de retratar las raras idiosincracias que adoptó el angelino posmoderno). Greenberg es Stiller, y a la vez no. Greenberg es Gerwig deslumbrante, y a la vez no. Es un tire y afloje de generaciones que intentan hacerse notar, ¿o perderse en el olvido? Ni comedia ni drama. La duda existencial en tiempos de sexo, drogas y rock n' roll... que ya se terminaron. Y en el medio queda el trago amargo y el suspiro seco del corte a negro.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Kynodontas

Título: Kynodontas
Director: Giorgos Lanthimos
Guión: Efthymis Filippou y Giorgos Lanthimos
Género: Drama, Comedia
Duración: 94 minutos
Orígen: Grecia
Año: 2009
Reparto: Christos Stergioglou, Michele Valley, Aggeliki Papoulia, Mary Tsoni, Hristos Passalis y Anna Kalaitzidou


Otra semiosis, o Qué comportamiento debería tener el perro (ser humano)

Se podría decir, desde una mirada muy personal, que el siempre prestigioso Festival de Cannes últimamente no viene dando demasiado en proyección de films. A diferencia de años anteriores, en los que la selección de los jurados era mucho más respetable que la de estos días, hoy tenemos que saber aceptar que el festival de la palma cayó en la misma que la del resto del mundo: 70% de cartelera norteamericana y el resto veremos; obviamente, de esta última porción sale lo mejor, y entre esto, en el 2009 apareció esta pieza llamada Kynodontas, un film indefinible, hipnótico y seco que intenta postular una teoría social acerca de las aristas que definen las inmediaciones de la locura, el exilio, la ignorancia, y principalmente, el instinto animal en el hombre.

El cóctel imaginario del realizador Giorgos Lanthimos no puede dejar indiferente a un espectador que se precie de reclamar contenido y calidad en producciones cinematográficas contemporáneas. Por supuesto, estarán los conservadores que saldrán a destrozarla por su obviedad en el estilo narrativo y sus formas de relato tan convencionales, aunque nadie podrá replicar nada en contra de las imágenes que se exponen en este más ensayo que producto.

Kynodontas (2009) expone de una manera muy ambivalente pero certera la dicotomía que surge cuando uno trata de replantearse la conducta humana sin caer en la mirada acusadora o, por naturaleza, estructurada del "loco-cuerdo". Dentro de una actitud o un actuar más bien canino (como lo alude el título traducido), una familia de clase media-alta vive confinada dentro de un country que opera como una burbuja aisladora, en la cual los tres hijos (una adolescente y los otros ya bastante maduritos) viven sin tener noción de lo que hay afuera más que mediante indicios fabuladores que su ¿tirano? ¿protector? padre les expone como verdades. El único hijo varón habla con la muralla que divide el "adentro" del "afuera" dirigiéndose a su "hermano", un ser imaginario que los padres acordaron como real para que sus "niños" se traguen el verso de que al caérseles el colmillo -derecho o izquierdo, no importa- pueden atravesar el límite del hogar -sólo con un auto- y salir a enfrentar los peligros del mundo (aunque este ser más bien está afuera por romper ciertas reglas); la más chica juega a la médica y demuestra una grave inclinación hacia la conducta drogadicta, lésbica y peligrosamente sádica, todo dentro de la eterna inocencia a la que se ve expuesta por la represión implícita de los padres; y la más grande explora las posibilidades de conocer el "afuera" limitada por los conocimientos que mamó en el seno familiar, mientras es la que mejor representa el sentimiento claustrofóbico e instintivo, aunque no puede evitar caer en las redes de las líneas del guión de Rocky (1976).

Con una obtusa crítica a la cultura norteamericana y una alusión a las convenciones sociales de la Grecia actual, el film de Lanthimos divaga entre la comedia dramática y la excelencia técnica, destacando los muy originales planos y encuadres que compone el director de Kinetta (2005) para dibujar esa realidad en la que están sumidos ¿o condenados? los tres protagonistas. De estos últimos, sólo cabe decir que estamos ante tres prodigiosas interpretaciones, destacando el inerte histrionismo (así de loco) de Aggeliki Papoulia, que se come la pantalla en cada escena en que aparece (aplaudiendo también el final de la película).

Ese divagar al que hacíamos referencia se desluce con la apática forma de pasear entre lo irónico, lo melancólico y lo risible que tiene la cinta. Cuando uno empieza a sentir ternura por los personajes, tranquilamente se puede sentir incómodo por la posible sensación de estupidez que emana de la pantalla, mientras la ignorancia y el infantilismo comparten territorio con la atrofia mental y la casi alusión a las deficiencias cognocitivas. Pero esto último no estaría mal, es sólo la ponencia de un director que quiere que todo el mundo vea lo que él ve, o quizás ría o llore con la posibilidad existente entre el paradigma de lo que está bien o mal, correcto o incorrecto, fácil o difícil. Y esto lo evidencia Christos Stergioglou en la escena en la que le desea al personaje de Anna Kalaitzidou una familia cuyos hijos crezcan con los peores estímulos y llenos de maldad, siendo estos los temores en los que se resguarda el indescifrable papel del padre para actuar de la forma en la que actúa.
Perder un hijo no es lo importante, sino "parir" un perro adiestrado que sea más un amigo que una mascota, un guardián respetuoso, como lo dicen en la mejor conversación rodada en el año.

Párrafo aparte merece la invitación al análisis que da lugar Kynodontas, dentro del eje pornográfico e hiper realista al que desea invitar en secuencias incluso innecesarias: ¿somos nosotros los locos al animarnos a vivir los "peligros" de la vida, o lo son ese padre y esa madre que privan de esa experimentación (comunmente llamada "experiencia") a sus hijos? ¿la sociedad y sus actores pueden ser diferenciables o diferenciales, distinguibles, independientes entre sí? ¿el contexto puede no condicionar la institución familiar? ¿los muros verdaderos no nos lo ponemos nosotros mismos al cerrar los ojos y "palpar" la realidad aceptando las maneras del hoy?

Como verán, Kynodontas no hace más que plantear preguntas, y mantener el hilo conductor del relato mientras hace gala de una calidad técnica insoslayable. Y eso, en estos días en que incluso Cannes viene flojito, obviamente se agradece.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

The ghost writer

Título: The ghost writer
Director: Roman Polanski
Guión: Robert Harris (novela y adaptación) y Roman Polanski
Género: Drama, Misterio, Thriller
Duración: 128 minutos
Orígen: Francia, Alemania, Inglaterra
Año: 2010
Reparto: Ewan McGregor, Pierce Brosnan, Olivia Williams, Kim Cattrall, Tom Wilkinson, etc


La verdad os hará libres

Atención: se revelan datos de la trama, aunque no llegan a ser spoilers

Luego de cinco años de ausencia, el genio de Roman Polanski regresa al panorama cinematográfico (en buena hora) con un thriller político lleno de rigor y calidad. Con su característica forma de presentar el argumento, sus deliciosas composiciones visuales y un estilo narrativo que remite principalmente al clásico Rosemary's Baby (1968), The ghost writer, luego de un paso exitoso y muy bien recibido en el Festival de Berlín (que le mereció el Oso de Plata a la Mejor Dirección y la nominación al Oso de Oro), se apunta entre lo mejor de este onanista 2010 del cine.

Primero que nada, apuntar que las traducciones -en un por lo menos rescatable y vindicable intento de respeto al título original- son, para variar, desacertadas. En Latinoamérica arriba a las salas con el nombre de El escritor oculto, y en España sólo El escritor. ¿Qué pasa con estas traducciones? El título The ghost writer no sólo hace referencia al arduo trabajo que realiza el personaje encarnado excelentemente por Ewan McGregor (y pensar que hace unas semanas alabábamos su papel gay en I love you Phillip Morris, qué grande este tipo), sino que abre una variedad de caminos interesantísimos respecto a la psiquis del escritor protagonista, la trama y el sentido que le quiso dotar Polanski al contexto que rodea a la acción, siempre vista desde la perspectiva del personaje principal, como ya nos tiene acostumbrados en sus thrillers el autor de Le locataire (1976) y The pianist (2002), entre otros.

La traducción literal, entonces, sería El escritor fantasma. Muchos dirán que este es un dato menor, pero realmente se lamenta la forma en la que ciertos remates se diluyen por culpa de una mala traducción, tal y como pasa en las escenas en las que al anónimo personaje de McGregor le toca presentarse como "the ghost --el fantasma--" (por lo menos en Argentina en esos momentos el subtítulo reza "el escritor"... ¿ven que tiene otra esencia?). Pero principalmente el error que le achacaremos a la distribución subtitulada (no queremos ni imaginar lo que sucede en el caso de los cómodos y despreciables doblajes) es ése. ¿Por qué?
"The ghost writer" es como se le dice en los países angloparlantes al escritor profesional cuya labor es entrevistarse con una personalidad para reconstruir, en este caso, sus memorias, para luego elaborarlas desde el anonimato; el autor que firma la obra es el personaje de renombre, y no el verdadero. En otros países el término es "el escritor oculto", de ahí la -mala- traducción: se tradujo la labor, no la intencionalidad de los realizadores. En este caso el término o el adjetivo "fantasma" es un paralelismo, desde la perspectiva de este servidor, de la esclavitud a la que Polanski y Robert Harris -autor de la obra- someten al protagonista.

Un elemento característico que los que tengan la fortuna de toparse con este film podrán notar es el de la constante agresión a "El Fantasma" (como de aquí en adelante llamaremos al protagonista). Hay fácilmente seis o siete escenas en que el personaje principal se ve en una situación de incomodidad o de aversión por parte del contexto inmediato. Desde una simple ofensa verbal como el "basura" escupido por un residente del pueblo en el que debe acompañar a su cliente, el ex-Primer Ministro Adam Lang (muy buena la actuación de Brosnan), hasta las constantes e incesantes situaciones en las que El Fantasma se siente o se encuentra perseguido, ya sea de manera palpable como las propias mentiras u ocultamientos de la verdad. Nadie lo trata bien, ni siquiera la esposa de Adam Lang, Ruth Lang (también excelente en su papel Olivia Williams) en una escena puntual que además de curiosa resulta histérica pero efectivísima (remite otra vez a Rosemary's Baby, ya notarán por qué al verla). Nadie entiende ni pretende entender a El Fantasma, ni siquiera el ministro Richard Rycart (Robert Pugh), que sólo busca el interés de su propia misión política.

En definitiva, El Fantasma se ve expuesto -y lo cual se pierde desde la asimilación inicial que es el título mal traducido- a una esclavitud que se simboliza en lo fantasmal, lo deambulante, lo casi mágico, que es representado de manera muy irónica en la resolución del misterio.

La película está teñida de muchísima calidad técnica, con una fotografía espectacular (con un papel preponderante de la iluminación), dirección magestuosa (¡que viva el cine de profundidad de campo exagerada!) y montaje excelente (el glorioso comienzo de la película, más que entendible y aplaudible, con esa secuencia en montaje paralelo mostrándonos el punto de partida, como filtrándonos información), una banda sonora magnífica y un trabajo actoral muy destacable. El guión apela a recursos narrativos muy acertados, que van intercalando formas en el estilo del relato que además de darle fluidez van refrescando la historia y nos mantiene en vilo sin importar las más de dos horas del metraje.

Dicho todo esto, queda concluir que The ghost writer no sólo es un thriller bien llevado, sino que es un camino hacia la libertad por parte de un protagonista oprimido e ignorado, privado de la identidad, exigido a condiciones laborales hasta si se quiere peligrosas, y reducido a la aceptación de jerarquías impiadosas, mentirosas y violentas. Todo, con un único atajo definitivo que para muchos puede ser obvio o predecible, pero no es más que una genialidad del realizador para liberar a su esclavo.
"La verdad os hará libres," nos dice la data del borrador paseando por las calles inglesas luego de que el ocurrente (y bendito) fuera de foco nos induzca al final del recorrido del protagonista, y a un sinfín de posibilidades que quedarán en la retina y la memoria pensante del espectador.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails