Piedmont (al medio) dirigiendo en uno de sus tan particulares mini-sets |
Hace 10 años, más precisamente el 9 de julio del 2004, el cine estadounidense daba a luz una obra maestra que dio a conocer a un nuevo genio llamado Adam McKay. Su ópera prima, Anchorman: The Legend of Ron Burgundy (producida por Jud Apatow), cambió la comedia para siempre y dio lugar a un sinfin de actores talentosos que hoy son mega-estrellas de Hollywood.
Desde entonces, McKay se alió al alma máter de Anchorman, Will Ferrell, y formaron una dupla que fue la piedra angular de lo que después se conocería como la Nueva Comedia Americana (con otros referentes como Jud Apatow, Ben Stiller, Wes Anderson, etc). Juntos, crearon ese planeta virtual llamado Funny or Die, inspirados en sus raíces de Saturday Night Live, y continuaron trabajando (desde el guión y la producción) en los siguientes trabajos de McKay detrás de cámara. En ese aluvión de creatividad se consolidó la productora Gary Sanchez Productions, con la cual estuvieron detrás de todo tipo de ocurrencias y experimentos que perfeccionaron y sirvieron como alternativa para lo que Hollywood produjo desde la comedia en los años venideros.
En ese contexto, dieron a luz a un "hijo" llamado Matt Piedmont, también crecido del árbol de Saturday Night Live (como guionista de más de 100 episodios entre 1996 y el 2002), quien debutó como realizador cinematográfico con el corto Brick Novax's Diary en el 2011. Este film de 14 minutos, hecho con maquetas y muñecos, además de darle el Premio Especial del Jurado en la sección de cortometrajes del Festival de Sundance, sentó las bases en lo que sería su estilo narrativo en sus siguientes trabajos más importantes.
En él vemos a Brick Novax, ya de viejo y a punto de morir, narrando su vida en cuatro tapes grabados en cinta. La peculiaridad de sus hazañas rozan el absurdo por su grandilocuencia, pero tenemos claro que fue alguien muy particular, marcado por el jazz y malas decisiones amorosas, así como también una ideología y filosofía que lo guió a lo largo de su extravagante vida. Extrañas puestas de cámara y el absurdo como tono imperante marcaron la tendencia a lo que vendría después. Por lo pronto, más de una publicación y festivales lo pusieron como uno de los principales directores a prestar atención en adelante. Matt no defraudaría.
En él vemos a Brick Novax, ya de viejo y a punto de morir, narrando su vida en cuatro tapes grabados en cinta. La peculiaridad de sus hazañas rozan el absurdo por su grandilocuencia, pero tenemos claro que fue alguien muy particular, marcado por el jazz y malas decisiones amorosas, así como también una ideología y filosofía que lo guió a lo largo de su extravagante vida. Extrañas puestas de cámara y el absurdo como tono imperante marcaron la tendencia a lo que vendría después. Por lo pronto, más de una publicación y festivales lo pusieron como uno de los principales directores a prestar atención en adelante. Matt no defraudaría.
No fue hasta el 2012 que Piedmont debutó con un largometraje, Casa de mi Padre. Si en la última década hay una película que merece ser catalogada con esa frase hecha, "algo nunca antes visto", es esta. Una sátira a las telenovelas latinas y los spaghetti westerns de Sergio Leone y Clint Eastwood, con Will Ferrell metido en el medio, hablando español durante toda la película, junto a co-protagonistas de la talla de Gael García Bernal y Diego Luna.
En el proceso, junto a pasajes musicales exquisitos (que incluyen al Puma Rodriguez cantando durante una boda) y un baño de hemoglobina y tiros, algo se destaca: la idea del cine dentro del cine, hecha gag. La intención de develar constantemente el artificio cinematográfico es uno de los objetivos mayores para un Piedmont que hace reir filmando adrede errores groseros de continuidad y raccord, problemas de edición, utilería muy precaria y registros de actuación exageradísimos, pero con una calidad plástica asombrosa. Es así que, por ejemplo, nos podemos topar con una situación normal, como un diálogo, lleno de errores a nivel formal pero hechos con una fotografía increíble y una gran originalidad en la puesta de cámara. Además, como pocos en su género en la actualidad, Piedmont hace reir con el montaje. Un montaje, por cierto, muy retocado con elementos de la publicidad (en la que el realizador tiene una vasta experiencia) y el videoclip. El resultado final es una genialidad desopilante en la que, como logró en su momento McKay con su ópera prima, disfrutan tanto los que están delante de cámara como los que están detrás, además de los que están frente a la pantalla.
Pero no queda ahí: Casa de mi Padre además se permite dar una perspectiva política sobre el eterno conflicto fronterizo entre Estados Unidos y México, con una sutileza impecable. Si a una trama de narcos y amores no correspondidos le agregamos el mensaje que se da sobre los prejuicios de los norteamericanos hacia los mexicanos, nos damos cuenta que Piedmont no está para la risa fácil.
Dos años después, llegamos a este año, con Piedmont volviendo a la televisión, donde se forjó como un narrador muy particular y respetado por sus pares (tanto como guionista de SNL -desempeño que le valió un Emmy- como director de varios episodios de la serie Carpet Bros, así como también un extraño experimento de largometraje televisivo titulado The Joe Buck Show). El proyecto, nuevamente con la factoría Gary Sanchez apoyándolo y Will Ferrell dispuesto a desplegar todo su talento inigualable en pantalla para darle vida al producto, esta vez fue la mini-serie The Spoils of Babylon. Otra obra inclasificable que abarca muchísimos registros y subgéneros para valerse del fin último: reirse del artificio cinematográfico.
"Hollywood, donde los sueños se hacen realidad, salvo que te atrevas a soñar con algo audaz y original", dice Eric Jonrosh, el personaje que encarna Ferrell, al comienzo de uno de los seis episodios. La crítica a la industria hollywoodense se hace palpable en esta mini-serie que cuenta la historia ficticia de un falso best-seller escrito por Jonrosh (quien presenta cada capítulo con un epílogo y un prólogo que se roban todas las risas, con él simplemente sentado en un restaurant vacío tomando mucho vino y rodeado de extravagantes lentes viejos de cine), filmada a la manera de los "TV events" de los 70 y 80 en Estados Unidos, y contada por su escritor y director a modo de constante contexto para remarcar lo difícil que fue encarar un proyecto de ese tamaño (supuestamente el director's cut duraba 22 horas) dentro de la esquemática Hollywood.
Pero más allá de ese mensaje, hay algo que escapa a cualquier análisis, y es una épica trágica de un tono dramático impecable, revestida con el humor ya característico de McKay y Ferrell, aunque ahora visto a través del lente de Piedmont. Este último recurre a ciertos elementos de Brick Novax's Diary (el personaje moribundo narrando su vida en una cinta; la excentricidad y grandilocuencia del protagonista) para apoyarse en un nuevo experimento de comedia, en el que se juega constantemente con los límites entre historia y relato y se hace del artificio berreta un gag constante. Todo esto interpretado por un elenco de primer nivel: Tobey MaGuire, Tim Robins, Kristen Wiig (que fue nominada al Emmy por su actuación), Will Ferrell, Val Kilmer, Haley Joel Osment, etc.
Como en Casa de mi Padre (y todo Brick Novax's Diary), los planos usados para transiciones o de manera narrativa para hacer un pase a otra escena se hacen en maquetas a escala y con muñecos que se notan perfectamente. Es así que tenemos un vehículo viajando por la ruta y, en vez de ser filmado con una toma aérea y en un gran plano general con locaciones verdaderas, podemos notar perfectamente el autito de juguete tirado por un hilo en medio de una escenografía del tamaño de una mesa. A eso agregamos la constante tendencia a incorporar maniquíes como personajes: desde notorios extras hasta el extremo de uno que hasta tiene diálogos.
Genialidades como estos detalles se suman a una forma única de narrar las escenas de sexo: en Casa de mi Padre tenemos quizás la versión más bizarra, extraña e incómoda de filmar un encuentro sexual, solo teniendo planos cortos de los culos de Will Ferrell y una mujer (que de a ratos, por supuesto, se convierte en un maniquí), mientras que en The Spoils of Babylon tenemos las etapas del acto sexual representadas con falsas tapas de discos de jazz y sus títulos ("Almost there!", "Moans in the night", "Ecstasy!", etc). Más y más genialidades.
Todas esas ocurrencias, sin embargo, están mostradas desde la proeza de la cámara, con un detallismo increíble y una belleza plástica conmovedora, que muchas veces deja de lado el tono cómico. En el estilo de Piedmont con la cámara se encuentran trazos de un Wes Anderson, Paul Thomas Anderson, Robert Rodriguez y por supuesto Adam McKay. Cuesta encontrar hoy en día un realizador que, con tan poco trabajo en su currículum, haya logrado una impronta estilística tan marcada y que a su vez reúna ese tipo de claras influencias a la hora de ubicar la cámara y definir los elementos de la narración.
Sin dudas, el futuro de Matt Piedmont es promisorio. Por lo pronto, se sabe que The Spoils of Babylon tendrá una segunda temporada, aunque ahora será una historia completamente diferente titulada The Spoils Before Dying, que únicamente tendrá al personaje de Will Ferrell, Eric Jonrosh, repitiendo aparición, seguramente como ese escritor original, extravagante e incomprendido que bien puede ser un alter ego de Piedmont (un tipo que logró una genialidad como Casa de mi Padre con tan solo 6 millones de dólares y luego se permitió una locura como la ya mencionada mini-serie). ¿Extravagante? Por supuesto. ¿Original? Muy. ¿Incomprendido? Su anonimato dentro de la industria cinematográfica y su valor no reconocido por la crítica de la nueva comedia americana demuestran que por ahora sí lo es. Por eso nació la idea de un artículo como este para reivindicarlo y advertir a todos de su existencia: ¡Hey, gente, hay un loco llamado Matt Piedmont que recién empieza su carrera como director, y es un fucking genio!